Tucumán: ¿dónde estamos parados?

Tucumán: ¿dónde estamos parados?

La profundidad del problema social en la provincia es tal que la clase media prácticamente está al borde de la pobreza.

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Tucumán: ¿dónde estamos parados?

¿En cuánto tiempo Tucumán puede revertir el elevado índice de pobreza que afecta al 55,8% de la población que habita el principal aglomerado urbano? La respuesta está íntimamente relacionada con la capacidad que tendrá la actividad económica (pública y privada) para abandonar el escenario de recesión y dirigirse hacia un crecimiento progresivo y sostenido. Todos los reporte de los organismos internacionales de crédito señalan que 2025 será el año del rebote, como lo fue en 2003, cuando después de una crisis tan profunda como la que se desató en el país a fines de 2001 y principios de 2002, la economía ascendió desde las profundidades. Este año, la actividad cerrará con un retroceso estimado en un 3,5% y se prevé que el año que viene, el de las elecciones, la Argentina crezca a un ritmo del 5%, el más alto previsto para cualquier país de América latina. Pero hay algo que al Gobierno le preocupa: la capacidad de respuesta de una mejora en la macroeconomía y que esto se evidencie en la micro, es decir, en el bolsillo de cada uno de los habitantes de este país.

La sociedad viene de una brusca actualización de precios, como la que aplicó el presidente Javier Milei apenas asumió en diciembre del año pasado. Ese mes y enero han sido traumáticos, porque la inflación se ubicó por encima del 25% mensual y, desde entonces, comenzó su senda descendente hasta llegar al 3% mensual promedio que ahora exhiben los indicadores. Como en cada crisis, algo cambió en los hábitos de consumo de la sociedad, como lo demuestra un reciente informe de la consultora NielsenIQ. El 78% de los argentinos ha empezado a realizar compras con mayor precaución para necesidades diarias como alimentos y vestimenta, y el 65% ha optado por cambiar marcas reconocidas por alternativas más económicas, puntualiza el diagnóstico de la compañía que analiza las conductas de los consumidores.

En Tucumán, esos comportamientos se replican. Intentar llenar un carrito del supermercado puede llegar a costar entre $300.000 y $400.000, según la composición familiar (cuatro integrantes). Esa erogación, en muchos casos, implica prácticamente un salario o, tomando como referencia una grupo de clase media, puede implicar la mitad de los ingresos mensuales. De allí que las compras ya son más acotadas y, generalmente, en los comercios de cercanía, es decir, en los barrios.

El costo de la Canasta Básica Total (CBT) viene registrando una desaceleración en los precios de los bienes y productos que la componen. En el Gran San Miguel de Tucumán, para que una familia tipo no caiga en situación de pobreza necesita $814.047 (octubre, el último dato oficial disponible). Difiere en casi $170.000 de la que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) calculó para Buenos Aires ($986.586). ¿Cuál es la diferencia? Por un lado, está relacionada con el tipo de consumo. Si bien en la metrópoli el transporte es relativamente más barato que en el interior del país, el costo de vida es más alto por los servicios que se requieren para sobrevivir en esas ciudades. La austeridad, además, es otro de los comportamientos que se registran en las provincias, más aún cuando hay recesión. Por caso, no son los mismos precios los que pagan un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que un tucumano respecto del pan, de la fruta o de las verduras. En esa ciudad, además, para ser de clase media se requiere un ingreso mensual que roza los $2 millones, de acuerdo con un relevamiento efectuado por el Centro de Educación Servicios y Asesoramiento al Consumidor (CESyAC). En Tucumán, a su vez, los análisis privados indican que con casi un millón y medio de pesos se puede vivir tranquilamente, más allá del reajuste que se aplicaron en los servicios públicos privatizados.

Estadísticas

Los organismos internacionales sugieren a los Estados actualizar las canastas en un plazo estimado de cuatro años, algo que no sucede en Tucumán y en varias provincias más. Hasta hace poco tiempo había una iniciativa para actualizar la forma de calcular el Índice de Precios al Consumidor, readecuando la Encuesta de Gastos de Hogares. El problema con el que se encuentra el sector público es que no le da el rango que debe tener a un organismos como Estadísticas. La corriente moderna sostiene que esa dependencia debe constituirse en un instituto independiente del poder político. Y esto es más que fundamental, si se toma en cuenta lo que sucedió con los reportes de actividad económica, de inflación y, naturalmente, de pobreza e indigencia en la década pasada. Históricamente, la Dirección de Estadística ha chocado casi con el mismo problema que, por ejemplo, arrastra la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc): la fuga de talentos. El personal calificado es contratado por un período determinado. Realizan pasantías servicios transitorios en esas reparticiones y luego se ubican en empresas privadas que los contratan a mayor plazo. Las estadísticas permiten a cualquier gobernante contar con una radiografía acerca de la evolución de los indicadores socioeconómicos. De esa forma se diseñan políticas públicas que reviertan situaciones comprometidas.

La profundidad del problema social en Tucumán es tal que la clase media prácticamente está al borde de la pobreza. Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del primer semestre del año dan cuenta de ese fenómeno. De acuerdo con una evaluación realizada por Equilibra, Centro de Estudios Económicos, un 39,9% de los hogares (contempla a unas 350.000 personas) tiene ingresos medios bajo, mientras que un 9,1% pueden ser considerados de la clase media tradicional (una población estimada en 61.600 individuos). A su vez, los hogares de ingresos altos constituyen el 8% del total, en una población estimada en 40.720 personas.

En tanto, un 31% de los hogares (donde residen cerca de 350.000 personas) constituyen los pobres no indigentes, a los que le faltan no menos de un 35% de los ingresos para salir de este escalón en la pirámide socioeconómica. Un 11,7% de los hogares es indigente, es decir, que no pueden reunir los ingresos suficientes para adquirir los alimentos.

En una situación similar a la tucumana se encuentran San Juan y Mendoza, por ejemplo, mientras La Rioja, Formosa y San Luis tienen el mayor problema con los hogares que están abatidos por la pobreza estructural, de acuerdo con el reporte de Equilibra al segundo trimestre de este año. Como contrapartida, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Pampa y Neuquén tienen la población con niveles más altos de ingresos de la Argentina.

Las consecuencias de la caída del poder adquisitivo se reflejan en la distribución del gasto que ha realizado el mismo Gobierno nacional. Casi ocho de cada 10 pesos que prevé gastar el año que viene tiene como destino la cobertura de planes sociales, el pago de haberes previsionales y de pensiones. La recuperación del ingreso demandará tiempo. Lo mejor que le puede pasar a la economía es que la inflación se estabilice. Ese es uno de los ejes de campaña de la gestión Milei. La provincia, en ese contexto, tendrá que tomar las previsiones necesarias para mejorar la calidad de vida de la sociedad. Esto implica reforzar, por caso, la cobertura alimentaria de la población más vulnerable. Esa es una de las mayores tareas durante cada verano.

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