No siempre pasa que en el escenario suenen, armoniosamente y a gran nivel, las músicas, los nombres de esas músicas y las interpretaciones. Pasó el sábado a la noche en el Festival Tucumán Jazz, cuando Ástor Piazzolla, Dizzy Gillespie, Miles Davis, John Coltrane, Thelonious Monk, Carlos Santana y -dos veces- Atahualpa Yupanqui, entre otros, volvieron a escucharse como los había intervenido, mágicamente, el Gato Barbieri.
Fue por obra y música del Bernardo Baraj Cuarteto, en su recorrido por la huella imborrable de Barbieri en el jazz, argentino y mundial. “Yo era muy jovencito, estudiaba clarinete e iba a escucharlo”, contó el líder de la banda, entre datos, anécdotas graciosas y detalles del ambiente que pintaron el perfil trascendente del saxofonista rosarino. Su marca jazzística sonó a través de temones como “El arriero” o “Europa” (cómo olvidarte Santana).
“Vamos a hacer un tema que el Gato no hacía, pero yo sí”, avisó Baraj, y se mandó con “Los ejes de mi carreta”. Para lo cual dejó el saxo, tomó el micrófono y cantó, la primera parte, bien milongueada, bien expresivo él, y más aun en la segunda parte, explosivo en el saxo. “Gracias don Ata por tanta poesía, tanta música y tanta verdad”, musitó.
Ratificar talentos
Si al comienzo del show ya había presentado a Mariano Agustoni en piano, César Franov en bajo y Marcelo Baraj en batería, el hecho de que los volviera a presentar en el penúltimo tema fue muy atinado, como para ratificar talentos, tanto en el ensamble como ¡y cómo! en cada improvisación. Qué decir del saxofón. Que no se puede decir: que es imprescindible escuchar a Baraj sacar del viento de metal terciopelo, sombras, luces, gritos, alegría, puro jazz, puro. Que hay que verlo en escena: cuando él no toca no se desentiende, mira respetuosamente al que improvisa marcando el ritmo, casi bailando. Cuando toca él, es la autoridad.
Antes de emprender el final agradeció y nombró al personal técnico del teatro, y uno por uno recibió un aplauso no habitual.
Para la despedida guardó la frutilla del postre - “la mejor música para películas que hizo el Gato”, sentenció-. Con “Último tango en París” reaparecieron en el recuerdo Brando, Schneider y Bertolucci, pero se impuso la melodía de Barbieri,
para nada de último tango, y siempre nos quedará París. Lo hizo posible Bernardo Baraj, ochenta prolíficos años recién cumplidos. ¡Chapeau!