Carlos Duguech
Analista internacional
Un “manual” con ese título, aunque no escrito ni impreso, está siendo el manual de virtualidad que refleja la realidad. De la que dan cuenta los medios de todo el mundo. Los niños y las mujeres que murieron en Gaza y en el Líbano no eran personas armadas disparando contra los militares israelíes de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Tampoco eran integrantes de Hezbollah. Sólo niños y sus madres que les cocinaban quipes y niños envueltos en hoja de parra. Sólo niños a quienes sus madres, entre otras bendiciones, les decían, cada tanto, “Tubburni. Se viene dando la paradoja de que esa expresión que significa (“que tú me entierres”) hizo una voltereta y hoy hay madre sobrevivientes que entierran a sus hijos víctimas de metrallas que no merecieron. Para los libaneses -bajo ataque indiscriminado de las FDI- sus casas, sus camas, sus vestimentas, sus pertenencias, fueron bombardeadas, destruidas, quemadas. Su hambre y su desesperación siguen siendo suyos y la prensa lo exhibe en todo el mundo y todo el mundo sabe de estas atrocidades. Como también sabe de las atrocidades del 7 de octubre de 2023 cometidas por activistas de Hamas en el sur israelí. Sabe casi todo el mundo que un estado como Israel tiene -según lo afirman entendidos de los centros de poder mundial- el más sofisticado sistema de inteligencia que se pueda lograr. Y por ello mismo sorprende lo del 7 de octubre. Y que se haya producido esa masiva ola de muerte y perversión sin siquiera una débil alerta o reacción a tiempo, desde Israel. A contrario sensu de lo que se pregona y de lo que los gobernantes israelíes se ufanan -de la seguridad- cabría orientar el índice acusador en lo interno hacia la responsabilidad natural del máximo nivel ejecutivo de Israel: Netanyahu. Un personaje que desde las FDI y los servicios de inteligencia nada hizo para prever y reforzar, en consecuencia, el sur israelí. Y, además, unas fuerzas armadas con equipamiento de gran sofisticación que elige, en cada caso, cómo matar, a quién matar, cómo destruir y qué destruir. Todo con exactitud milimétrica. Para la victimas del terrorismo de los activistas de Hamas del sur Israelí no hay sino un participante intelectual necesario: Netanyahu, el programador y ejecutor de las políticas de defensa de su país. Tal vez no suene tan claro como se pretende pero sí se muestra casi transparente cuando se sabe que el primer ministro tiene pendientes juicios por corrupción congelados por el ejercicio de su cargo. Renunciar debió ser, para la ciudadanía de Israel, la lógica actitud luego de los luctuosos hechos del 7 de octubre de 2023 que su máxima autoridad no previó como debía.
Los “escudos humanos”
Cuando se pretende morigerar desde el gobierno israelí la responsabilidad sobre muertes de mujeres y niños y de no combatientes, en general, se aduce que los palestinos utilizan escudos humanos para una eventual protección. “A confesión de parte”, dirían los que aprenden algo elemental del derecho, “relevo de pruebas”. Esto es, en esencia: si se sabe que un niño o una mujer operan en cada caso como “escudo humano”, el gatillo debería inmovilizarse. Pero se aprieta igual. Y en el balance elemental hay un activista palestino muerto, (el que se quería eliminar) más un niño o varios niños o una mujer o varias de ellas, víctimas fatales. Al tiempo del “balance”,
Que esta responsabilidad la transfieran a quienes los instalaron como “escudos humanos” es, por lo menos, una cachetada al sentido común. Y a la significación inexcusable de los actos a los que se refieren. Si no está suficientemente claro es porque no se quiere leer la verdad de los hechos utilizando el arma sin pólvora de la interpretación antojadiza y apropiada a la “táctica militar”.
Las destrucciones masivas
Del mismo modo puede decirse, sin discurso ambiguo, que la destrucción de edificios en altura y casas individuales, sucede porque en ellos se ocultaban terroristas o porque desde esas construcciones se producían disparos contra las FDI y el territorio Israelí. No importando si los del primer piso o los del quinto eran los que atentaban contra las FDI o el territorio israelí, los disparos -indiscriminadamente- producían la demolición total de los edificios, tal y como la prensa no ha dejado de mostrar al mundo con fotografías y videos de conmovedora elocuencia. De allí que los números de víctimas mortales de mujeres, y niños -además de las heridas- no ha dejado de crecer. La ONU, créase o no, informa que en trece meses de guerra con toda Gaza (incluido Hamas) el 70% de las víctimas mortales son mujeres y niños. El total, ¡40.000!
Balance
Las autoridades del país que el próximo 22 de noviembre conmemora el 81° aniversario de su independencia (del “Mandato Francés”) da cuenta desde el Ministerio de Salud Pública que hasta el jueves último se han producido 3.445 muertes y 14.599 heridos. No precisa cuánto civiles y cuántos combatientes pero se señalan a las victimas mujeres y niños en los sitios de los bombardeos. Hezbollah, por su parte, arremete contra el norte de Israel con misiles constantemente.
Pero en Beirut, tal como lo anticipa en titulares The Jerusalem Post “La Fuerza Aérea israelí continúa los ataques en Beirut…”. Incorpora a su publicación la foto de esta columna con este epígrafe: “El humo se eleva sobre Khiam, en medio de las hostilidades en curso entre Hezbollah y las fuerzas israelíes, como se muestra desde Marjayoun, cerca de la frontera con Israel, Líbano, el 30 de octubre de 2024. Es evidente que no es un bombardeo “de precisión”, como se suele aducir dese las FDI.
De 1947 a hoy
En estos enfrentamientos cruzados de Israel-Gaza-Líbano-Irán está tan ausente la ONU que, sin embrago, tiene la fundamental responsabilidad que asumió al someter a votación en la Asamblea General un asunto que debió regirse sólo por lo estatuido en el Capítulo XI de su Carta (“Declaración relativa a los territorios no autónomos.”).
Art. 73: “Los miembros de la ONU que tengan o asuman la responsabilidad de administrar territorios cuyos pueblos no hayan alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio (la “Palestina” del Mandato francés), reconocen el principio de que los intereses de los habitantes de esos territorios están por encima de todo, aceptan como un encargo sagrado (se destaca esta expresión propósito en la columna) la obligación de promover en todo lo posible, dentro del sistema de paz y seguridad internacionales establecido por esta Carta el bienestar de los habitantes de esos territorios”. La comisión de once miembros de ONU para la “cuestión Palestina” no consultó a los pobladores de Palestina como era su obligación por lo previsto en el Capítulo XI precitado.
Había (en cifras redondas) casi 500.000 judíos y 500.000 palestinos. Se votó la “partición” el 29 de noviembre de 1947. Nació la Resolución 181 (II). Sentaron, así, las bases de una era de conflictividad permanente. Los judíos aceptaron la partición. Los palestinos y los árabes de la región no. Pragmatismo especulativo, de unos y resistencia a todo, de otros. Las semillas de la discordia y de la tragedia hallaron un suelo dramáticamente propicio para una selva de malezas de muerte, odios y destrucción. Hay muchos culpables. Tanto por acción u omisión como por una muy riesgosa aceptación de una realidad que se cree fatalmente inmodificable.