Carta a Enrique Molina
Hace 14 Hs

Por Fernando Sánchez Sorondo
Para LA GACETA- BUENOS AIRES

Querido Enrique:

¡Cuántos recuerdos acerca de vos, seguidores como perros de sulky! Por ejemplo, cuando te fuimos a ofrecer con Horacio Salas un puesto en el Fondo Nacional de las Artes –área literatura- y vos nos preguntaste:

- ¿Hay que trabajar?

- Claro, Enrique.

- Entonces no.

Cómo no necesitarte en estos tiempos tan escritos en prosa, en discursos políticos gastados como sermones y consejos, tan chatarra y vuelo gallináceo. Mirá Enrique, ¿quién, como vos, ya de viejo, iría a buscar hoy en tren a La Plata su título de abogado? Ese postergado trámite que nunca te había interesado hacer –al fin y al cabo, estudiaste derecho sólo para cumplir con un mandato paterno- que te permitiría cobrar unos pesitos más en un modesto trabajo y en una de esas bibliotecas inhóspitas donde te puso Oliverio Girondo.

¿Quién escondería la plata de un primer premio nacional en un libro cualquiera para que su mujer no la descubriese? Aunque el primero en no descubrirla serías vos, olvidándote cuál de todos habías elegido para tus licencias poéticas licenciosas.

¿Quién le pediría a Sai Baba que lo curara para poder salir con esa poeta astróloga que te volvía loco? ¿Quién se enojaría con el maestro hindú por no cumplir sus deseos?

¿Quién, como vos, me invitaría a leer un cuento acerca de un señor que no podía morirse –“El Longevo”- y en lugar de llevarme a la sala municipal correcta iríamos a parar a una del Pami, desconcertando al auditorio?

No puedo decir que te extraño, porque estás más vivo que nunca y a veces, para mí, casi hasta el plagio. Cuando necesito inspirarme, en lugar del terror a la página en blanco del que hablan los aficionados, tengo el amor a las páginas en oro de tus maravillas. La mejor novela argentina, Una sombra donde sueña Camila O’ Gorman y esos poemas eternos: “Alta marea”, “Orden terrestre”, “Las alas de la paloma” y tantos otros. Te confieso que los leo en voz alta, a ver si en una de esas me contagio.

Adiós y A Dios, “Enrique el Incierto”, querido amigo.

© LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo – Escritor.

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