La confirmación de la condena por parte de la Cámara de Casación a Cristina F de K, si bien es algo que necesitaba el país, tiene sabor a poco. Ahora...recurso de apelación a la Corte Suprema de Justicia… y años de espera. Tristemente, Casación (o sus jueces), como se dice en criollo, “reculó“. No se añadió el cargo de asociación ilícita, que implicaba más años de condena; y según juristas, se podría haber solicitado la prisión preventiva. Asistimos una vez más, a un escenario donde la impunidad pesa más. Porque puede ser candidata, si gana tomar posesión (de cualquier cargo), mientras la CSJ no se expida. Es decir, los argentinos seguimos teniendo la posibilidad de volver a caer en sus manos. Porque si se la hubiese imputado por enriquecimiento ilícito, no estaríamos hoy los ciudadanos asistiendo a este triste espectáculo de pantomima de justicia. Porque ni siquiera sus adeptos, fanáticos o no, pueden negar lo que está a simple vista. Desvaciar las arcas( generosas) del país, junto a otros al frente de administraciones, aparentemente fue su tarea más fructífera. Años de investigación por la causa por la que se la condenó se podrían haber evitado. Ahora es el tiempo de la victimización de la señora y esgrimir esa bandera para lograr una banca el año próximo (por ahora). Solicitud: 1) es momento de incorporar en la Constitución Nacional un artículo en el que el enriquecimiento ilícito por parte de autoridades sea declarado también como traición a la patria. Es el momento de poner el freno definitivo a quienes lucran con las convicciones y esperanzas de gente común, honesta, trabajadora... que ponen en manos de indeseables el gobierno de sus comunidades. 2) es momento de exigir a la Corte Suprema de Justicia y a quienes dictan leyes, que su cruzada sea, a partir de hoy, bregar para que los tiempos de la “justicia” sean más favorables a quienes somos los damnificados y que conformamos este grandioso país. Que alguien nos dé la posibilidad de que uno de los legados a las nuevas generaciones no sea sólo la esperanza, sino una realidad de que la dama de la balanza sí ejerza su tarea con los ojos vendados.
Hilda Cristina Ponce