Este sábado, Lawn Tennis jugará una de las finales más importantes de su historia, si no la más importante: recibirá a Alumni por el Nacional de Clubes. En la previa de ese encuentro tan trascendental, socios del club, de diferentes disciplinas, explicaron qué significa la institución para ellos, y qué les brindó en su vida.
Un grupo inseparable
Son poco más de las nueve y media de la mañana, y un grupo de seis mujeres disfruta de un café mientras charlan y se ríen en voz alta. Salieron hace un rato de su clase de gimnasia, la misma que comparten desde hace varios años y que les permitió formar una amistad duradera. “Algunas éramos amigas de antes, pero a la mayoría nos conocimos aquí. Venimos, hacemos la clase de gimnasia y después comemos”, cuenta Verónica Alfonso, quien actúa como vocera del grupo.
Aunque el Lawn Tennis fue el punto de encuentro inicial, no es el único lugar donde las alumnas de la profesora Marilú -”para nosotras, la mejor profesora”, dice Alfonso- se reúnen. “Organizamos caminatas, festejamos los cumpleaños. Hemos viajado a Tafí, San Pedro, algunas a Mar del Plata, y otras incluso a Nueva York. Lo mejor de este grupo es que a todas nos gusta comer, tomar cerveza y vino Malbec. Somos súper divertidas, de muy buena onda”, relata Alfonso, mientras el resto ríe a carcajadas. “Nos queremos muchísimo. Casi todas seguimos trabajando, pero nos damos tiempo para juntarnos en el club”, añade.
Además, comenta que la mayoría ha transmitido su pasión por el club a sus familias, llevando a sus hijos desde muy pequeños a disfrutar de la vida social y deportiva. “Aquí se hace de todo, es súper completo”, concluye.
Una vida en el rugby
Aunque actualmente es más conocido por su rol como director de la escuela de árbitros de Tucumán y por su trayectoria en ese puesto, Nicolás Kozameh también tuvo un pasado como jugador.
Su camino en el mundo del rugby comenzó precisamente en Lawn Tennis, en 1971. De ese año, Kozameh recuerda claramente un hecho divertido que se repetía antes de los partidos del equipo de Primera, que poco tiempo antes había vuelto a esa división. Este hecho involucraba a uno de sus entrenadores, Jorge Rocchia Ferro.
“El ‘Turco’ nos motivaba a comprometernos más con el club y a ir a alentar a la Primera. Minutos antes de los partidos, nos juntaba a todos en las tribunas y ensayábamos cánticos para animar al equipo”, recuerda Kozameh, contando cómo los alentaban a apoyar a los jugadores. “Para estimular que cantáramos bien, Rocchia Ferro venía con una bolsa de caramelos, alfajores y turrones, y nos premiaba con esas golosinas. Fue una época muy linda”, rememora quien hoy es socio vitalicio del club “Benjamín”.
Kozameh espera con ansias el partido del sábado. “Es el momento más importante en la historia del club. Incluso yo, que al principio descreía, estoy lleno de energía y noto lo mismo en el resto de los socios. Todo el mundo en el club habla del momento que vivimos, con mucho orgullo y con mucha convicción de que vamos a lograr el triunfo”, anticipó.
Herencia reciente
Rodrigo Hinojosa, de 27 años, se hizo socio de Lawn Tennis recién en 2020, aunque revela que comenzó a asistir con más frecuencia al club hace menos tiempo. En su caso, fue el tenis lo que lo atrajo.
“Vengo a jugar con amigos. Muchos son también vecinos”, señaló Hinojosa, quien decidió seguir el camino de su padre, socio desde los 16 años. De hecho, cuenta que con su progenitor ha compartido algunos partidos en las canchas de polvo de ladrillo. Sin embargo, su presencia en el club no se limita al deporte de la pelotita amarilla. “Aprovecho el gimnasio; también vengo a comer y a practicar en el paredón. A veces voy a trotar también, pero principalmente vengo a jugar al tenis”, comentó.
Incluso, Hinojosa hizo una afirmación curiosa: “Paso más tiempo acá que en mi casa, mucho más”. Al responder qué fue lo que lo atrapó de la vida de club, dijo: “Me gusta el ambiente, venir a jugar y divertirme”.
Un recuerdo ligeramente doloroso
Las anécdotas en el club de toda la vida suelen ser inolvidables por distintos motivos. Para Carlos Federico Ávila, una de las más recordadas tiene un tinte gracioso, aunque también un poco doloroso, y está relacionada con la pileta.
“Todavía no la habían modificado a su estado actual, y hacíamos competencias para ver quién se tiraba cuando el agua estaba más baja”, relata Ávila, mientras una sonrisa nostálgica invade su cara, antes de contar, con algo de vergüenza, el incidente en el que fue protagonista. “Ahí tuve un accidente: fue solo un golpe; quedé medio desmayado y tuvieron que cambiar el agua. Tenía unos 16 o 17 años. Me quedó la nariz un poco más ancha, ja”, completa Ávila.
Sus comienzos en el club se remontan a su infancia, aunque tuvo algunos años interrumpidos viviendo fuera de Tucumán. “Empecé jugando al tenis de pequeño, con el mejor profesor de Tucumán, Rafael González Bosch. Después pasé al rugby y me cambié de club, pero siempre volví a Lawn Tennis, a la pileta y al gimnasio”, recuerda Carlos, quien también llegó al club por herencia familiar. “Mi abuelo fue quien empezó a venir, luego mis padres y mis tíos. Ahora todos son vitalicios”, subraya.
¿Qué le dio el club a Ávila? “Valores, principios y muchos amigos”, destaca, asegurando que tiene distintos grupos de amigos según las actividades que practicó. Actualmente, usa el gimnasio, la pileta, retomó el tenis y disfruta del gran momento del equipo de Primera de rugby. “Vine poco este año, pero desde la vuelta de ‘Cachorro’ (Nicolás Sánchez) empecé a compartir más. Ahora que están en la final, estoy a pleno; ya tengo las entradas para el sábado”, cierra, anticipando su presencia en el Nacional de Clubes de mañana.
Vuelta a casa
Benjamín Bulacio y Patricia Dondiz llevan 47 años de matrimonio. Después de haberse alejado de la institución por su mudanza a Yerba Buena, decidieron volver a asociarse al Lawn Tennis, el club de toda su vida.
“Mi padre, hace unos 50 años, era intendente del club. Así ingresamos nosotros”, recuerda Bulacio, quien ha transmitido la tradición a parte de su familia: uno de sus hijos y sus nietos también son socios desde hace un tiempo.
Durante más de 20 años, Benjamín y Patricia se mantuvieron como socios y, claro, realizaron muchas actividades en el club. “Yo hacía gimnasia, jugaba al pádel e incluso intenté con el tenis, pero solo tomé unas clases; después ya no pude seguir. Y no quise más, ja”, relató Dondiz. “Aprendí un poco a sostener la raqueta, pero me dijeron que no era conveniente que insistiera cuando vieron que la agarraba al revés”, agregó Bulacio, con tono jovial y divertido.
“Éramos socios pileteros más que nada, veníamos para compartir la vida social. Lo hemos disfrutado mucho”, comentó Bulacio, sobre sus años en el club. “Tenemos grupos de amigos aquí que perduraron en el tiempo, y con la familia nos juntábamos los domingos en el salón”, añadió Dondiz, quien ya anticipó las actividades que retomará ahora que volverá a ser socia. “Vendré a la pileta, haré yoga, ya estuve viendo, y también participaré en las reuniones de cafeteada y burako”, concluyó.
“Es una segunda casa”
Así definió Alfredo Grandi, socio desde hace 35 años, a Lawn Tennis: “Vengo para hacer gimnasia y natación”, remarcó, en referencia a las actividades que realiza en el club. También formaron parte de este su esposa, ya fallecida, y sus tres hijas, quienes ya no viven en Tucumán.
“Me quedó el grupo de amigos con quienes festejamos los cumpleaños cada mes. Somos unas 20 personas que nos reunimos”, detalló. Además, recordó una de las celebraciones particulares de Lawn Tennis: la del 9 de julio. “Se organizaba una cena, y a las 12 se cantaba el himno”, contó.
Siempre activo
A sus 80 años, Juan Martínez, socio vitalicio del club, sorprende al revelar cuánto tiempo le dedica a su actividad deportiva: el tenis. “Practico al menos cuatro o cinco veces por semana”, asegura, siendo hermano nada menos que de Tomás Eloy Martínez, el célebre escritor y periodista tucumano.
“Estuve en Atlético, fui presidente del complejo durante una época, pero me enojé con los dirigentes y me fui. Como vivía cerca de Lawn Tennis, me hice socio”, recuerda Martínez. En ese momento, se unió al club junto a su esposa, ya fallecida, y luego sus tres hijas también crecieron en la institución. “Nos reuníamos aquí para todo: un asado, una reunión… es la vida de club, lo importante, y es muy sana”, afirma Martínez.
Sobre su práctica deportiva, cuenta que logró convencer a su esposa de jugar al tenis. “La entusiasmé para que jugara, y luego le cambió la vida. A veces, con algunos amigos, hacíamos dobles mixtos. Nos llevábamos muy bien, dentro y fuera de la cancha, ja”, añade. En cuanto al estado del club, reflexiona críticamente: “Le falta mucho por mejorar”, aunque asegura que “es un lugar saludable y muy acogedor”.