Suecia acaba de anunciar una hazaña extraordinaria en salud pública: ha reducido su tasa de tabaquismo a sólo 5.3% de la población general, con un impresionante 4.5% entre los ciudadanos que han vivido bajo sus políticas durante toda su vida.
El logro fue anunciado por el Organismo de Salud Pública del país nórdico. Para contextualizar la magnitud de lo conseguido debemos considerar que la media europea de fumadores se mantiene en 24%. La transformación sueca no es producto del azar, sino de un enfoque integral que los expertos denominan como modelo de las “Tres A”: Accesibilidad, Aceptabilidad y Asequibilidad de los productos de nicotina más seguros.
Lo más revelador del caso sueco es su capacidad para trascender barreras culturales. Los inmigrantes europeos que se establecen en Suecia muestran una tasa de tabaquismo de apenas 7.8%, mientras que sus compatriotas en sus países de origen mantienen un promedio del 24%. Esta diferencia de tres veces menos fumadores demuestra que las políticas efectivas funcionan independientemente del trasfondo cultural.
Según un estudio del grupo We Are Innovation, Suecia ha registrado una disminución del 65% en las tasas de tabaquismo entre 2008 y 2024, lo que se traduce en 21.2% menos muertes relacionadas con el tabaco, 31.3% menos muertes por cáncer en general y 36% menos fallecimientos por cáncer de pulmón en comparación con la media europea.
A pesar de los esfuerzos de la UE por reducir las tasas de tabaquismo a través de impuestos elevados, prohibiciones de productos y campañas educativas, el progreso es lento e insuficiente. De hecho, un análisis reciente de Smoke Free Sweden muestra que, de seguir el ritmo actual, la UE no alcanzará su objetivo de reducción de tabaquismo al 5% hasta dentro de 76 años, es decir, alrededor del año 2100.
“La clave del éxito sueco radica en un elegante equilibrio entre el control estricto del cigarrillo por un lado, y la total apertura a la innovación en alternativas más seguras por el otro, un enfoque dual ha creado un entorno donde dejar de fumar es posible, práctico y accesible para la población”, explicó Federico N. Fernández, CEO de We Are Innovation y presidente de la Fundación Internacional Bases.
Un aspecto particularmente interesante del modelo sueco es su atención a las preferencias específicas por género. El 75% de los ex fumadores masculinos optó por el snus como alternativa principal al cigarrillo, mientras que más del 50% de las mujeres prefirió las bolsitas de nicotina. Esta diversidad de opciones ha sido crucial también para el éxito del programa.
Según Fernández, para Argentina y América Latina en general, hay muchas lecciones para rescatar que son especialmente relevantes del caso sueco. “Nuestros países enfrentan tasas de tabaquismo significativamente más altas que Suecia, con consecuencias devastadoras para la salud pública, los presupuestos estatales y los sistemas sanitarios”, advirtió.
Se estima que el tratamiento de enfermedades relacionadas con el tabaco consume entre el 8,3% del gasto total en salud pública en la región, recursos que podrían destinarse a otras necesidades sanitarias urgentes. El modelo sueco demuestra que es posible alcanzar reducciones dramáticas en el consumo de tabaco mediante políticas que combinan regulación inteligente con opciones para el consumidor.
“El caso sueco ofrece un modelo probado y replicable que podría adaptarse a nuestro contexto regional. La evidencia es clara: las políticas que han funcionado en Suecia podrían funcionar aquí, y no se trata de una utopía inalcanzable, sino de un objetivo realista que requiere voluntad política y un enfoque basado en la evidencia”, concluyó Fernández.
El caso de la Unión Europea es un poco más complejo. Sus esfuerzos por reducir el tabaquismo a través de impuestos elevados, prohibiciones de productos y campañas educativas, no han tenido grandes éxitos según un análisis reciente de Smoke Free Sweden. En base a estimaciones de la organización, de seguir el ritmo actual, la región europea no alcanzará su objetivo de reducción de tabaquismo al 5% hasta dentro de 76 años, es decir, alrededor del año 2100. Suecia, sin embargo, podría ser el principio de un enfoque más optimista.