"El señor de los cubanos": la historia del emblemático personaje que vistió de gala para vender golosinas por más de 60 años

"El señor de los cubanos": la historia del emblemático personaje que vistió de gala para vender golosinas por más de 60 años

Carlos Oscar Rojas murió en el Centro de Salud y dejó triste y de luto al microcentro tucumano.

El señor de los cubanos: la historia del emblemático personaje que vistió de gala para vender golosinas por más de 60 años

Carlos Oscar Rojas se encargó de vender cubanitos rellenos de dulce de leche durante más de 60 años en Tucumán, pero supo no empalagar. Ni con su producto, ni tampoco con su historia, contada de diferentes maneras, por él mismo, por sus clientes y por distintos interlocutores. Entre todos, incluido él, claro, fueron creando un personaje entrañable: “El señor de los cubanos” o el "cubanitero", para muchos. Un personaje que se mantuvo con vida hasta ayer. Rojas padecía de una neumonía bilateral que finalmente resultó fatal. El icónico vendedor murió en soledad en una de las salas del hospital, a los 88 años.

A los 27 presenció un episodio que lo marcaría: en 1963 vio en la calle como un niño le rogaba a su madre que le compre uno de los famosos cubanitos. Rojas notó que el vendedor “no estaba en condiciones”, según contó después. Su ropa y la higiene de sus manos fue lo que más le llamó la atención. Aquel intercambio lo motivó a hacer lo mismo, pero a su manera: de gala y con las manos impolutas.

En ese momento le pidió a un amigo que le comprara un par de zapatos de charol. Él contaba con un traje del tipo “Príncipe de Gales” (conocido por su distintivo patrón a cuadros) y con esa dupla salió a hacer sus primeras ventas.

El señor de los cubanos: la historia del emblemático personaje que vistió de gala para vender golosinas por más de 60 años

El señor de los cubanos: su salto a la fama

Al principio se ubicó en la Plaza Independencia y por la mañana (arrancaba las 11). Los primeros meses iba cambiando de lugar en la misma plaza. Aprovechaba lo que en los ‘60 se llamaba “La vuelta al perro”, una costumbre de jóvenes y adultos de pasear alrededor de la plaza una y otra vez. Finalmente se paró frente a la confitería Royal y desde allí vendía. Estando ahí, una tarde de 1964 recibió el bocinazo desde un auto negro. El vidrio se bajó automáticamente: “Era don (Enrique) García Hamilton (director de LA GACETA). Compró cubanitos para sus hijos y otro para él. “Le dije que eran $15 y me dio el doble”. Rojas quiso devolverle la mitad, pero -según contó en una entrevista con LA GACETA- García Hamilton se negó y le aseguró que al otro día recibiría una visita: un periodista y un fotógrafo que le hicieron una nota.

El diario le dedicó media página en la edición del día siguiente y a partir de allí, Rojas asegura que se hizo conocido. En su primera época, Rojas también se paraba a la salida de los colegios para ofrecer sus cubanos a los niños y niñas a la salida. Sus días eran de lunes a sábado, aunque siempre decía que el día más fructífero para vender era el sábado.

El señor de los cubanos: su llegada a la galería

En 1965 cambió de lugar y se acercó al que terminó siendo su histórico puesto. Se paró frente al negocio de ropa deportiva Sportsman. Mientras vendía, un señor se le acercó y le ofreció llevarlo a la puerta de su negocio, en las intersecciones de las galerías Gran Vía y Muñecas. Soportó en los primeros días las miradas de los otros comerciantes, que al parecer no estaban a gusto con su presencia. El hombre lo presentó a sus colegas y lo apadrinó frente a ellos. “Si yo me muero, quiero que este hombre siga acá”, cuenta Rojas que les dijo el comerciante a su colegas. En 1998, ese comerciante murió y su voluntad se cumplió: Rojas siguió vendiendo cubanos.

HISTÓRICO. Una foto de Carlos Oscar Rojas siendo entrevistado por LA GACETA a fines de los años '60. ARCHIVO LA GACETA HISTÓRICO. Una foto de Carlos Oscar Rojas siendo entrevistado por LA GACETA a fines de los años '60. ARCHIVO LA GACETA

En 2007, el productor periodístico y ahora gestor cultural Diego Viruel le realizó lo que Rojas aseguró que era “su primera entrevista tele televisión”. “Era la primera vez que aparecía en la tele”, comentó Viruel. Allí, Rojas le dijo que no le gustaba el apodo de “Cubanitero”, sino que prefería “El señor de los cubanos”.

El señor de los cubanos: sus últimos 10 años

En 2014 brindó una extensa entrevista con LA GACETA, que lo acompañó en el recorrido desde su departamento en 9 de Julio al 100 hasta su ubicación en la intersección de galerías, pasando por la plaza Independencia, su primer lugar de trabajo con los cubanos.

En 2016, la noticia falsa de que había muerto recorrió todas las redes sociales. El público que lo creyó comenzó a lamentarse en esas mismas plataformas, de igual manera que empezaron hacerlo ayer. “Acá estoy. No soy el doble, soy el auténtico. Estoy vivito y coleando”, aclaró en ese entonces.

El 20 de marzo de 2020, mientras todo los tucumanos huían asustados a sus casas por el aislamiento social que anunciaba el presidente Alberto Fernández debido a la pandemia de covid, Rojas seguía firme en la galería. Con su bandeja con algunos cubanitos que faltaban por vender. Su foto, solo con los cubanitos en una desierta galería, se hizo viral.

El propio Rojas aseguró que su familia estaba compuesta únicamente por una sobrina y sus dos hijos. En algunas entrevistas recogidas del archivo de este diario, Rojas contó que nació en el interior de la provincia, en una familia muy humilde y rápidamente tuvo serios problemas delante suyo. A los seis años murió su papá y a los 10, su mamá. Para cuando tenía 14 años vivía en la calle y cortaba madera para intentar subsistir. Tiempo más tarde se mudó a la capital, pero lamentablemente para seguir viviendo en la calle, según comentaron amigos suyos que trabajan en los comercios cercanos a la intersección de galerías. 

Ya en San Miguel de Tucumán, supo hacerse de amigos y otro tipo de familia. Un hombre ayudaba a Rojas de adolescente comprándole comida y hasta ayudando a tramitarle su primer DNI, que hasta ahí no tenía. Mauricio Farías, un vendedor de Telekino que se ubicaba muy cerca de él en la galería, se hizo amigo de Rojas a a principios de siglo. En marzo, cuando Rojas tuvo una descompensación en plena calle, los médicos revisaron su celular para contactarse con su familia y llamaron directamente a Farías. ¿Por qué? Rojas lo había agendado como “Hermano”. “Era una persona espectacular”, contó Frías.

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