“Haz lo que yo digo, no lo que yo hago”, señala un refrán bastante popular. Seguro alguna vez en nuestras vidas nos hemos encontrado en esa contradictoria situación. Sabemos perfectamente qué indicarle a otro, sin embargo somos fatales a la hora de elegir el camino más indicado. Nuestras acciones incluso pueden no ser congruentes, y así nos armamos de sabiduría a la hora de aconsejar a alguien pero nos volvemos ignorantes en la experiencia. ¿Cuál es la razón psicológica de nuestra erudición en la teoría y nuestra ineptitud en la práctica?
Aconsejar a otros puede ser una experiencia bastante placentera y de hecho, la actividad de nuestro cerebro en el momento de hacer una sugerencia puede confirmarlo. Este encuentra mayor claridad en el instante en que debe hacer indicaciones, pero se muestra casi abatido cuando le toca elegir por sí mismo. Las diversas experiencias psicológicas han explicado la razón de este fenómeno.
Según la psicología, diariamente nos enfrentamos a la “fatiga de decisión”
De acuerdo con los resultados de las investigaciones publicadas en la revista Social Psychological and Personality Science, los caminos a elegir de todos los días terminan por agotar a nuestro cerebro. Así se engendró el término llamado “fatiga de decisión”. Según los estudiosos, se trata de un fenómeno psicológico producido por la cantidad de opciones que tenemos que elegir o descartar durante la jornada y que nos hace más vulnerables a las indecisiones.
Pero una situación considerablemente menos agobiante ocurre cuando debemos sugerir a otros qué elecciones tomar. En una experiencia científica, los investigadores principales de la Wisconsin School of Business, solicitaron a 450 personas completar una encuesta en línea en la que se les pedía que tomasen decisiones sobre diez áreas distintas y desde diferentes perspectivas. Los participantes se dividieron en grupos aleatorios en los que unos debían hacer resoluciones para sí mismos y otros para terceras personas.
Lo que se descubrió fue que esa “fatiga de decisión” desaparece cuando tenemos que tratar de resolver un problema de otro. Como señala Evan Polman, uno de los científicos que firma la investigación “es como si hubiera algo divertido y liberador en hacer la elección de otra persona.”
“La disociación”, el motivo por el que podemos separarnos de las emociones
Desde la neurociencia, la profesora Carme Timoneda de la Universitat de Girona, conecta los resultados de este estudio con la idea clásica de que “es más fácil distanciarnos de nuestro sentir emocional cuando la decisión es para otro. De hecho, es bastante popular una técnica en psicoterapia llamada “disociación”.
La “disociación” consiste en tratar de “visualizar o recordar cualquier memoria de manera asociada, es decir, tal y como la vivimos en su momento. O de manera disociada, es decir, como si nos estuviésemos viendo a nosotros mismos en una pantalla de cine”, explica Timoneda. La disociación ocurre en nuestro cerebro de una manera particular. “Cuando realmente nos hacemos una idea de la realidad objetiva y subjetiva del otro, la parte prefrontal del cerebro se pone a funcionar al completo pudiendo calibrar tanto los pros como los contras en el futuro”, agrega la especialista.
Sin embargo esta técnica resulta un tanto difícil de aplicar en nosotros mismos “porque a veces, en vez de decidir la mejor opción, el sistema límbico, la parte del cerebro que regula las emociones, nos empuja a la psoibilidad que más nos alivia en el momento”. La especialista destaca que nuestras acciones resultan más en impulso, ya que una decisión implica la valoración y evaluación de las consecuencias a corto, medio y largo plazo de cada una de las posibilidades.