Así como las ciudades de todo el mundo constituyen la principal causa del cambio climático, también pueden formar parte de la solución para lograr la reducción de los nocivos gases de efecto invernadero, que absorben el calor y provocan el calentamiento de la Tierra. En ese sentido, el anuncio realizado este lunes por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, que comenzará a medir las emisiones locales, representa un punto de partida más que necesario para disminuir la contaminación del aire.
Organismos supranacionales como la ONU, además de organizaciones ambientalistas y especialistas vienen advirtiendo desde hace tiempo que medir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en las ciudades es importante porque permite comprender cómo estos gases contribuyen al calentamiento global y al cambio climático. Con estos datos se pueden tomar acciones para reducir las emisiones y mitigar los efectos del cambio climático. De hecho, al concentrar la mayor parte de la población (el 54%) y la actividad económica e industrial, las ciudades consumen el 78% de la energía mundial y producen más del 60% de las emisiones de GEI, según ONU-Habitat. Es decir, contar con estas herramientas es determinante para establecer pautas de mitigación en las grandes urbes.
Es saludable entonces que la capital tucumana y el área metropolitana de la provincia aborden la problemática con propuestas de trabajo conjunto. Según el primer resultado, San Miguel de Tucumán registró una emisión de GEI por encima del promedio: 1.612.849.36 toneladas (de dióxido de carbono equivalente), de los cuales un 41,5% fueron producidos por el transporte automotor, un 35,6% por la energía estacionaria y un 22,9% por los residuos. “Antes no sabíamos dónde estábamos parados y por eso era importante conseguir este informe. Ahora sabemos el volumen de nuestros gases de efecto invernadero y tenemos que trabajar en esas tres líneas de acción para poder disminuir la emisión de gases y así evitar que aumente la temperatura en San Miguel de Tucumán”, justificó ayer la intendenta, Rossana Chahla.
El objetivo de reducir la huella de carbono se ha convertido en una premisa de las gestiones locales en los principales países del mundo, cada vez más expuestos a fenómenos climáticos dañinos y con efectos devastadores. En rigor, mitigar la emisión de GEI puede resultar incluso una medida menos onerosa que la reconstrucción de las ciudades luego de las catástrofes naturales que provoca el aumento de la temperatura y la brutal cantidad de agua que cae en menos tiempo, y que ninguna ciudad del mundo está preparada para recibir.
Para poner en práctica las acciones climáticas locales, las autoridades necesitan conocer el perfil de emisión; es decir, cuáles son las principales fuentes y actividades antrópicas que generan emisiones de GEI dentro de los límites geográficos. Comprender las emisiones derivadas de la deforestación, el consumo de combustibles, los procesos industriales, las actividades agrícolas y el tratamiento de residuos es el primer paso para que la ciudad planifique su estrategia para enfrentar la crisis climática.
“Por ejemplo, se podría disminuir la cantidad de autos que ingresan al centro, plantar más árboles, tener más espacios verdes o tener más vehículos con energía eléctrica. Hay objetivos que se podrán lograr en corto plazo, pero también hay que trabajar a mediano y largo plazo”, complementó la jefa municipal al pensar en alternativas.
En efecto, las ciudades bien diseñadas, con un buen sistema de transporte público y con un uso eficiente de la energía reducen en gran parte la huella de carbono per cápita. Es imperioso entonces que las autoridades comiencen a dar en serio un debate sobre la adaptación climática. Siempre será una mejor inversión adecuar las ciudades al estado actual del clima o al que se produzca en el futuro, antes que remendar los daños que el cambio climático provoque.