La lógica del sobre no tiene sentido. Si hay periodistas o medios “ensobrados”, ¿cómo es posible que sean sólo los críticos del gobierno? Si hay personas con vocación mercenaria podría suponerse que trabajarían para cualquier lado. Entonces, ¿sólo la oposición paga? ¿O las buenas personas sólo apoyan al gobierno y por definición los opositores son inmorales? O hay de todo en los dos lados o no hay sobres en ninguno. Aunque… ¿qué pasa con la categoría de viudas de la pauta? Podría pensarse en quienes no reciben pero quieren recibir y entonces critican como llamando a ser contratados. Bien, si los hubiera tendría poco sentido pagarles.
Como empresas, los medios de comunicación deben ser rentables y la fuente básica de dinero es la publicidad. Por lo tanto, deben llegar a un público tal que valga la pena comprar espacios para buscar clientes en aquél. Así, difundir contenidos que ahuyenten ese público atentaría contra el negocio por la pérdida de publicidad privada debida a la pérdida de público que no pueda compensarse con “la pauta”. Pero entonces perdería el pagador, porque si cae el público el mensaje, cualquiera sea, en consecuencia llegará a menos personas. Eso se observó claramente durante los gobiernos K: en gráfica, los medios que recibían más publicidad oficial eran los de menos tirada de ejemplares. Además, por sesgo de confirmación las personas suelen atender a los medios que concuerdan con sus ideas. No se gana nueva audiencia siendo fanático.
Y todo esto dando alguna chance a la teoría de la aguja hipodérmica, en la que los políticos todavía creen. Ella dice que los medios son capaces de inyectar ideas a las personas, como si fueran jeringas de contenido. Pero no funciona. El enfoque de la fijación de agenda sostiene que los medios pueden influir en unos pocos temas, aquellos que ya preocupan a las personas (agenda de prioridades), y si rigen determinadas circunstancias.
Una posibilidad, agenda de primer nivel, es afectar el orden de las preocupaciones previas. Otra, agenda de segundo nivel, es influir en el enfoque a darle a un tema. Por ejemplo, si al público le llaman la atención la seguridad, la inflación, el desempleo, la corrupción y la Fórmula 1 (y punto; los individuos consideran importantes no más de media docena de cuestiones) los medios pueden influir en el orden de prioridades pero no agregar o sacar algo. El origen de los temas de agenda es otra historia, pero no está en los medios de comunicación de masas.
En cuanto al enfoque, si la seguridad es un punto relevante los medios pueden influir en que su público se acerque a una posición para la que los delincuentes son naturalmente irredimibles o a otra donde los delincuentes son víctimas de la sociedad y los afectados por ellos deben resignarse y hasta aceptar algún grado de culpabilidad propia por la inconducta ajena.
Esto surge de estudios que aplicaron técnicas de estadísticas no paramétricas (trabajo con variables no cuantitativas) para calcular la correlación entre la posición de las personas, relevada mediante encuestas de opinión, y la exposición a las prioridades de los medios medida por tiempo de aire o líneas escritas o centímetros cuadrados, ajustada por el horario de transmisión o la posición en las páginas.
Y los resultados muestran interesantes grados de correlación entre la agenda del público y la de los medios, pero sólo bajo ciertas condiciones. Por ejemplo, que los más sujetos a influencia, según algunos estudios, eran las personas más educadas, porque eran los más expuestos a los medios. Pero con respecto a lo más importante, el resumen es que la influencia depende sobre todo, primero, de que el tema sea importante para el individuo, y segundo, de que éste necesite orientación.
Entonces, poner dinero en periodistas para que difundan lo que al político (oficialista u opositor) le parezca sirve de poco. No se trata de qué le interesa al pagador sino al público. Si las personas ya tienen una creencia no habrá influencia; si no la tienen pero el tema no interesa, tampoco. Si no tienen posición hay una posibilidad, pero siempre y cuando el sesgo de confirmación no reduzca la exposición del preocupado. Pero en general cuando el político pone dinero sólo refuerza a sus acólitos y gana poco.
Paralela a esta cuestión hay otra. ¿Está bien que haya orientaciones en los medios? Primero, es irremediable. Estrictamente, la objetividad no existe. Desde que no hay espacio para todo (y es imposible que todas las noticias o todas las posiciones estén en tapa en la misma ubicación) hay que seleccionar. Y eso implica aplicar un criterio de relevancia y preferencia. O sea, subjetividad. Es inevitable.
Segundo, no es criticable. Tomar una posición, no importa cuán explícita sea, es un derecho. Sí podría pedirse juego limpio. Es válido elegir ciertos temas y no otros, destacar ciertas características y no otras. No lo es mentir, sacar de contexto, ocultar información relevante para la cuestión analizada. Apreciación ética: se pueden valorar distinto los hechos mas no mentir sobre ellos. Pero la factibilidad técnica también juega en ese sentido. No se puede mentir sobre lo que el público puede verificar. Y la tecnología de comunicación también aparece aquí. Las redes sociales compiten muy bien con los medios tradicionales. Por lo tanto, otro mentís al encono con los medios, no existe el monopolio informativo. Hay millones de fuentes para datos y opiniones.
Aunque hay un punto de preocupación válido. No lo que digan los periodistas pro-K sino los otros, leídos o escuchados por los propensos a apoyar al oficialismo. ¿Realmente debilitan al gobierno al criticarlo civilizadamente ante el público propio? No está claro, pero recuérdese la posibilidad de verificar en la realidad. La concentración del gobierno en un rumbo beneficioso para el país debilitará cualquier prédica de viuda de los sobres, si las hubiera. Y si la oposición ensobra o los periodistas buscan sobres, peor para ellos. No funciona.