Ya habían pasado las cuatro de la tarde cuando los espectadores tuvieron al frente, en el escenario, tres ideas y tres modelos diferentes. Roberto Antonio Dib Ashur, el ministro de Economía de Salta, estaba en un extremo. En el centro se había sentado el ministro de hacienda jujeño, Federico Cardozo. En el otro extremo estaba el local, Daniel Abad, el hombre que maneja los números de la provincia.
Los había convocado el IAEF, es decir el Instituto Argentino de Ejecutivo de Finanzas, que hizo su primer congreso en el NOA. Parte del objetivo de los organizadores era abrir un debate sobre la región. Intentar que la conversación diera vuelta sobre la actualidad económica y financiera y analizar en forma conjunta la forma de lograr que el NOA recupere protagonismo.
El funcionario jujeño sacó a relucir su orgullo y contó cómo hace años su provincia era adicta a la coparticipación federal y para reducir esa dependencia elaboraron leyes para tener ingresos por otras actividades y presumió con su parque solar que produce 300 megavatios y que tiene la posibilidad de ampliar a 200 más. Y, antes de cerrar su alocución, Cardozo se jactó de tener un tren solar en el que hacen pasear a los turistas argentinos y extranjeros.
El hombre de Salta propuso, entre otras cuestiones, un trabajo común y estratégico de las provincias del NOA para seducir a los visitantes que vienen de distintas partes del mundo a disfrutar de la región. Al finalizar Dib Ashur lanzó que en su provincia están trabajando para conectar a los diferentes países vecinos a través de un corredor bioceánico. Ellos lo llaman Capricornio. Algo parecido había dejado planteado el jujeño al referirse a un centro de transferencia para que las cargas puedan pasar por allí desde Brasil, Paraguay y Chile.
En el auditorium del Colegio de Graduados de Ciencias Económicas no cabía ni un alfiler. Las 500 butacas estaban ocupadas. Obviamente, la mayoría de los oyentes eran tucumanos. Para muchos de ellos, especialmente para los más veteranos, era como entrar en el Túnel del Tiempo. Así se llamaba la serie que en la década del 70 los tucumanos veían por el único canal de televisión. En aquella película, los protagonistas deambulaban en distintos momentos de la historia con el cuidado de no modificar el rumbo de la historia y con la desesperación de regresar al presente. El show de Irven Allen no tenía héroes sino víctimas.
El “Déjà vu”
La metáfora dio vueltas por el edificio de Crisóstomo Alvarez al 700. Café y bocaditos de por medio los asistentes reflexionaron, en el “break”, lo que habían escuchado momentos antes. Durante el gobierno de Ramón Ortega, en la última década del siglo pasado pusieron en marcha un tren (el Bioceánico) con la intención de abrir un corredor entre los dos océanos. Buscaban trasladar cargas desde la cordillera de los Andes hasta el puerto de San Pablo. Aquellos proyectos de la clase dirigente provincial se diluyeron en las peleas intestinas del peronismo que tenía más ganas de destruir que de construir.
También recordar que cuando la tenista Mercedes Paz pasó por el área de Turismo de la provincia ella pregonaba como idea rectora que no tenía sentido competir con Salta o con Jujuy. Defendía la idea de trabajar en forma conjunta para que el NOA fuera el atractivo general y para que se beneficiaran sus provincias, en particular. El miércoles, los ministros Cardozo y Dib Ashur estaban repitiendo lo mismo que los tucumanos habían escuchado muchos años antes. Un “Déjà vu” sacudió a los asistentes, como si fueran víctimas de la misma historia.
La pregunta, esa curiosa que cada vez que aparece puede hacer estragos, se presenta: ¿por qué? Tucumán vivió momentos de comodidad política. Su historia siempre la puso en el centro de la conversación nacional. Pero además coqueteó con cuanto gobierno nacional se instaló. Sin embargo, no sirvió de nada. Pareciera que a los vecinos les fue mejor. Pero, como coincidieron todos en el debate de IAEF, hay que hacer como aconsejaban las abuelas: “no hay que llorar sobre leche derramada”.
El problema es que la película siempre es la misma, se realizan logros políticos que se “venden” como importantísimos para el crecimiento y el futuro de la provincia, pero nunca se ven los resultados. El último capítulo se tituló “Juan, jefe de Gabinete”. Las promesas de obras y el pronóstico de “platita” lloviendo por doquier trocó en un desierto que termina envidiando el vergel de los vecinos que ven florecer autopistas, estadios y aeropuertos.
El sincericidio
El ministro tucumano hizo gala de su cintura política. Esquivó algunos temas, mostró su humor y se apoyó en el trabajo que viene haciendo la administración de Osvaldo Jaldo para tener déficit cero y achicar gastos. Abad, no obstante, cuando tuvo el micrófono en su mano no dudó un segundo en sincerarse: “No teníamos para pagar sueldos, se pagaban con el descubierto bancario, con un descubierto bancario con un costo altísimo de interés de $4.500 millones por mes”. A los coterráneos que escucharon semejante sincericidio no se les movió un pelo al escuchar semejantes declaraciones. En cambio, los foráneos se quedaron helados. Se trataba del gobierno de un mismo color político, que respondía a una misma fórmula, que había ganado los comicios provinciales por amplia diferencia y que había tenido al mismísimo jefe de Gabinete en la Nación. No era el enemigo el que les había dejado el gobierno, precisamente.
En el auditorium se había desparramado empresarios del agro, de la industria tecnológica, expertos de la vida citrícola, empresarios de la salud y otros inversores que fueron alertados por la ex secretaria de Energía, Flavia Royón, quien advirtió que la minería ha sido una oportunidad perdida para el NOA. La transformación económica que tuvo Tucumán en los momentos más dinámicos de Bajo la Alumbrera ya pasó olvido o, en todo caso, se revive en los Tribunales Federales donde aún se discute cómo se administraron los fondos y si hubo o no corrupción. Esa es la cuestión.
Hubo alguien que brilló por su ausencia. Hace un año aproximadamente, en un encuentro parecido que había organizado ACDE, fue despedido con un cerrado aplauso. Esta semana tuvo un pánico escénico o tal vez algunas dudas. Tal vez no tuvo claro si lo habían invitado a Jaldo o Jaldei y, por las dudas, decidió no asistir. El desplante dejó mal parado al Poder Ejecutivo tucumano, ya que las disculpas del ministro Abad, no alcanzaron para disimular el desplante.
El mandatario provincial venía de recibir una encuesta nacional que mide la gestión de todos los gobernadores y que lo había puesto al tope de la tabla, pero ese entusiasmo por avanzar en su imagen no sólo contrastó con aquella ausencia sino también con los episodios que se están viviendo en El Mollar donde advirtió que los usurpadores deben ir presos, pero hasta ahora pareciera que la Justicia no logró escucharlo ya que aún no hay detenidos.
Eran pocos y…
Jaldo en este año de gestión sufre el síndrome de poder más que nunca. Tiene desesperación por controlarlo todo. Tal vez por eso no fue al encuentro empresario del miércoles, pero a medida que pasan los días y se acercan los comicios de 2025, una de las oposiciones principales surge en el mismo peronismo. Pablo Yedlin y José Orellana, quienes se desviven por complacer a Juan Manzur, que sigue afónico, pero sus gestos confirman su vínculo con Cristina. A ellos se les suman dirigentes que empiezan a resucitar sólo para diferenciarse de Jaldo. En la oposición también hubo apariciones inesperadas esta semana. La imagen del empresario azucarero Jorge Rocchia Ferro con el vicejefe de Gabinete del Interior dejó boquiabierto a más de uno. Lentamente se perfilan los candidatos de La Libertad Avanza para los comicios que están por llegar.