Esta historia comienza por el final de la jornada en la Isla Maciel, la casa de San Telmo. Más que un simple escenario de fútbol, el lugar encierra las complejidades de un equipo que milita en la Primera Nacional, pero con aspiraciones de lograr el ascenso. Sin embargo, cada visita al “Candombero”, esta vez le tocó a San Martín de Tucumán, conlleva desafíos que van más allá de lo futbolístico.
A más de una hora de haber finalizado el partido en el “Dr. Osvaldo Baletto” y consciente de los riesgos que supone la Isla Maciel para los visitantes, la dirigencia de San Telmo tomó la iniciativa de ofrecer traslado en su colectivo a un grupo de periodistas hasta el centro de la ciudad para evitar posibles incidentes.
Durante el recorrido, el exarquero de San Martín de San Juan, Luis Ardente, actual director deportivo del “Candombero”, comentó que el equipo ya está habituado a este tipo de situaciones y, por eso, se ofrece a acompañar y sacar de la zona a cualquier periodista, aficionado neutral o visitante.
Aunque el plantel se siente respaldado por su hinchada local, son conscientes de la reputación del barrio y entienden que un gesto de nobleza nunca está de más. “Ya estamos acostumbrados nosotros; si se vuelve complicado jugar contra San Telmo no solo en lo futbolístico, ja, ja”, bromeó el ex arquero que vistió los colores de la institución durante nueve años.
¿Por qué el colectivo de San Telmo tuvo que trasladar a los visitantes hasta la salida? La Isla Maciel siempre tuvo esa fama de barrio bravo, el tipo de lugar al que muchos preferirían no entrar, especialmente en un día de partido, cuando la pasión se mezcla con la tensión de una hinchada que no tolera perder en su casa. “Vas a la boca del lobo. No creo que alguien te lleve hasta allá”, es una advertencia común entre los locales al hablar de los partidos que disputa San Telmo en su estadio.
Conseguir un taxi hasta allí no es tarea fácil, pero algunos conductores, conocedores del lugar, aceptan el reto. Muchos de ellos, como un taxista de la zona, prefieren no dar su nombre y comentan, con cierta calma desconcertante, cómo viven cerca de la Isla y ya son “conocidos” en esas calles. Los taxistas suelen seguir un ritual: entran, dejan al pasajero lo más cerca posible y salen rápido, antes de que el ambiente les recuerde que la familiaridad no siempre garantiza seguridad.
Para los taxistas con experiencia en la Isla, como Juan Carlos Sánchez, quien además trabajó como ayudante de campo en varios clubes del ascenso, la Isla Maciel siempre fue “un lugar bravo”.
Sánchez comenzó su carrera en Deportivo Riestra y Barracas Central, donde logró ascender a la Primera C, hasta que la vida lo llevó por otros caminos. Para él, el barrio tiene una reputación bien ganada.
Recuerda cuando, en un enfrentamiento de Deportivo Armenio contra San Telmo, los empleados del club encontraron al utilero despojado de sus pertenencias, “sacado a los tiros” por ladrones. “Hoy la zona está un poco más controlada, pero en esa época ibas a San Telmo y no sabías cómo ibas a volver”, comentó Sánchez sobre la “famosa Isla Maciel”.
La historia de este lugar, sin embargo, es mucho más compleja. A menos de 52 kilómetros de La Plata, este rincón histórico, en el partido de Avellaneda, alguna vez fue una isla paradisíaca en el siglo XIX, antes de que el brazo del Riachuelo se rellenara y la conectara al continente.
A lo largo del tiempo, la Isla pasó de ser una promesa para inmigrantes italianos que llegaban a trabajar en el puerto a convertirse en un barrio marginado. Con los años, la zona se volvió un símbolo de calles peligrosas y fábricas abandonadas.
En ese sentido, los porteños de antaño recuerdan cómo los adolescentes cruzaban el Puente de la Boca para conocer “las luces rojas” de sus burdeles, un pasado del que los vecinos intentan distanciarse en la actualidad. “Mis amigos solían ir a buscar prostitutas. Cruzaban el Puente de la Boca, que salía directo a la Isla. Ahí estaban las mujeres, que se te desnudaban a propósito en la puerta, y si te descuidabas, te robaban todo el dinero”, dijo Juan Carlos.
El plan de los vecinos de San Telmo para revalorizar el lugar y priorizar el fútbol en la zona
Sin embargo, esos días de descontrol se quedaron atrás, y hoy la comunidad busca cambiar la imagen del barrio, intentando convertirlo en un sitio turístico que atraiga visitantes por su historia y no solo por sus historias.
En el estadio de San Telmo, los empleados e integrantes de seguridad buscan hacer sentir bienvenidos a quienes llegan, conscientes de la reputación del lugar pero también del esfuerzo por cambiarla. Aunque el acceso es estrecho y la ruta hacia el campo se percibe solitaria, “ya no es tan peligroso como antes”, dicen con orgullo.
La sede de San Telmo, un equipo que actualmente compite en la primera categoría del ascenso y lucha por regresar a la élite del fútbol argentino, sigue siendo complicada para los visitantes, que sienten que cada juego en este campo es más que un desafío deportivo.
Aunque los resultados del equipo durante la temporada fueron prometedores, el entorno plantea una interrogante constante sobre el futuro del barrio. Para muchos, San Telmo es un recordatorio de que, en la Isla Maciel, se lucha no solo por los puntos, sino por superar un pasado difícil y abrirse camino hacia un futuro de dignidad y respeto.