Jano era para la Roma imperial el dios de la dualidad, venerado desde la fundación de la ciudad y representado por dos caras enfrentadas, una sonriente y la otra triste o enfadada. En el contexto del teatro, su máscara se utiliza para representar la ambivalencia de los personajes, mostrando sus dos lados opuestos, la comedia y la tragedia. En la cultura popular, la duplicidad de caretas se ha utilizado para representar figuras con personalidades duales, como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde o para simbolizar la lucha entre el bien y el mal. Más cercano a la política no se consigue.
En general, los dirigentes juegan siempre a no ser predecibles, a que no se los encasille y a sorprender con un rostro diferente siempre que se pueda.
Van y vienen, con mayor o menor fortuna, pero siempre procurando que no se adivine su próxima jugada. Y más allá de otros atributos y deméritos que los emparentan, en eso mismo anduvieron durante la semana, Donald Trump y Javier Milei quienes, además de todo lo disruptivo que los une, también comparten los rictus de la doble faz.
Hay que ser justos porque, cada uno en su dimensión, el logro de quien será el 47° presidente de los Estados Unidos ha sido casi una epopeya conseguida con arduo trabajo (y hasta con la sangre del atentado sufrido), mientras que el argentino es todavía un pichón de político, con menos de un año de experiencia. Salvando todas las distancias entonces, la convergencia se dio en la semana en que ambos hablaron del futuro de sus naciones y lo más notable es que lo hicieron de un modo bien tradicional, sin el autoritarismo que los impulsa casi siempre a golpear la mesa y apelando a lo mejor de las formas que cada uno puede expresar. Raro para la naturaleza de ambos.
Si se mira el horizonte, no todo es oro lo que reluce para la Argentina, ya que el triunfo de Trump no le ha permitido conquistar ninguna colina al presidente argentino. Más bien, si las cosas son como quiere el próximo mandatario de los EEUU la cuesta puede volverse más empinada. El proteccionismo que está enquistado en la cabeza nacionalista del republicano (algo tan abominable para Milei como votar a favor de Cuba), más el fortalecimiento del dólar y el manejo de la tasa de interés pueden ser lastres también difíciles de sobrellevar para una economía, como la Argentina, que tiene el respirador colocado desde hace muchísimos años, aunque ahora parezca que el paciente mueve un dedo.
Pese a todas estas incógnitas que sólo develará el futuro, lo cierto es que los dos personajes se han manifestado en estos días con la parte de la careta más relajada al frente, la que tiene el gesto que alude a la esperanza. Así, Trump cerró su discurso de proclamación con una mirada hacia el futuro (“no los defraudaré. Estados Unidos será más grande, mejor, más audaz, más rico, más seguro y más fuerte que nunca antes”), mientras que Milei sentó las bases de lo que vendrá basado en datos estadísticos y a partir del “ajuste de shock” que se hizo, “principalmente focalizado en un sector público que se sostenía a base de déficit fiscal y emisión monetaria”.
A la hora de las comparaciones, está claro que el estadounidense le lleva varios años de ventaja al pichón sudamericano, pero precisamente por tener ese sentido de duplicidad es que ha vuelto a la Casa Blanca como un eficaz vendedor de ilusiones tarea que, por lo escuchado el jueves pasado en la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, el presidente argentino no se olvida de cultivar.
Por el tono, la cadencia y también por el contenido, ese discurso de Milei resultó ser algo bastante inédito para sus estándares y la novedad es que, en esta oportunidad, el fondo le ganó a la forma. Quizás porque la cuestión lo ameritaba e irradiaba felicidad por la llegada de su referente al Salón Oval y por la cercanía además que él ha logrado con Elon Musk, esta vez parece que el Presidente escuchó los consejos de quienes le dicen que hay que hacer un mix entre los revoltosos de las redes sociales que bancan cualquier cosa y los “viejos meados” que se han dejado seducir por las palabras de los políticos durante buena parte de su vida.
Efectivamente, el párrafo más sobresaliente de la alocución de Milei mostró su cara de componedor, la de un humilde y agradecido Presidente muy alejado del rostro disruptivo y soberbio que a veces utiliza: “Quiero empezar este discurso agradeciendo a todos los argentinos por el inmenso esfuerzo que han hecho”. Y detalló: “en especial, a los argentinos de a pie, a los asalariados, a los cuentapropistas que tienen un pequeño comercio o emprendimiento, a quienes tienen más de un empleo, a quienes mantienen con un enorme esfuerzo una familia entera, a quienes hacen changas y a quienes tratan de salir adelante día a día. A todos estos argentinos que han sido olvidados por un sistema diseñado para el beneficio puro y exclusivo de los políticos y sus amigos”.
¿Qué hay que resaltar de este tramo de este sorprendente Milei que no pelea y hace reconocimientos? Primero, la sinceridad expuesta, ya que, a la hora de decir el Presidente sonó más que creíble; si cumple o no después o si vuelve a cambiar de careta es otro cantar. Y segundo, que esta vez no le habló a los “argentinos de bien”, ocupantes de la grieta frente a los “de mal”, sino que se dirigió al conjunto, tal como hizo Trump, dando por hecho que todos son sus compatriotas.
Sólo se zarpó en dos o tres oportunidades con alguna referencia a los “econochantas” y también a los periodistas “ardidos” porque no tienen pauta. Hubo también algún insulto aislado y una alegoría descomedida que justificó así: “No puedo dejar de ser Milei, ¡vamos! Bastante que hago caso y trato de leer los discursos. O sea, ¿encima quieren que me pongan formal?”, le preguntó o al auditorio o bien se dirigió a quiénes le están dando sanos consejos para cambiar en ese punto, algo que a esta altura de los tiempos –y más para el personaje que entra con cara de malo y rompe todo en el bazar- parece ser algo pacato, pero que en la política más tradicional hace al todo.
También señaló el Presidente que él le había advertido a los argentinos que “para sacar al país de la miseria en la que lo hundió la casta política, íbamos a tener que atravesar primero un intervalo duro, de esfuerzo y de dolor” y decretó, no sin antes volver a agradecer, que “tengo el orgullo de decirles que ese intervalo de dolor terminó. La recesión se acabó y el país finalmente ha empezado a crecer”.
Otra cosa que seguramente hacia adelante obligará a Trump y a Milei a usar caretas diferentes va a ser la relación con el respectivo Congreso. El líder estadounidense tendrá el Senado a favor y es probable que también la Cámara de Representantes, pero, en cambio, el argentino deberá remar todavía un año más para tratar de conseguirlo. En este punto, hay que bajar a la política doméstica y poner a Mauricio Macri en juego, sobre todo porque usinas libertarias (quizás más para embarrar la cancha que para aclarar) difunden que él podría ser el próximo embajador en los Estados Unidos, ya que conoce a Trump desde que, de 1980 en adelante, hicieron negocios juntos en Nueva York y Punta del Este.
El juego seguramente tiene que ver con la Cámara de Diputados que necesita Milei para equilibrar la segunda parte de su mandato, sin tantas energías a consumir, tal como le pasa ahora mismo. Lo que se busca es que los candidatos del PRO macrista y de LLA vayan juntos a las elecciones en una sola boleta, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Como el Gobierno ya tiene adentro al PRO de Bullrich, es evidente que lo que quiere hacer es diluir del todo al centro-derecha con la excusa de “si vamos por separado el kirchnerismo nos gana”. El argumento carece de peso, ya que las elecciones del año próximo son por bancas y no por votos, por lo que las voluntades se pueden sumar luego en el Congreso. Con cierta razón, Macri sospecha que la cara más pícara de Milei lo quiere embocar para sacárselo de encima.
Y hablando de picardías, con el trasfondo del final que el Presidente desea para Aerolíneas Argentinas (que de eso se trata, esencialmente el problema) algo que parece que no tendrá tratamiento en el Congreso por ahora, él mismo se ha calzado la máscara que muestra tal gesto en la comisura de los labios y ha seguido el clásico manual de cacarear en un lado y de poner el huevo en el otro.
Así, ante la locura explícita del paro de los maleteros, la receta para torcerle el brazo a los gremios aeronáuticos fue acrecentar la apuesta para llevarlos a la mesa de negociación, mientras las encuestas empiezan a reflejar el cansancio de la gente con Aerolíneas. Nadie puede asegurarlo, pero los mal pensados ven en el caso toda una secuencia manejada en tiempos y declaraciones por parte del Gobierno, destinada a mostrar a los sindicatos duros, mientras por debajo de la mesa las cosas están yendo para otro lado.
Menemismo privatizador puro, otro ejemplo claro el ex presidente al que admira Milei de las múltiples caras que tienen los políticos.