Excelente el análisis del columnista Gustavo Wallberg en su columna titulada “Por qué se desperdician los recursos universitarios” (06/10). El financiamiento de las universidades nacionales no debe hacerse poniendo dinero a lo tonto, sino con un claro criterio de eficiencia del uso de los fondos. Es algo elemental que no deberían haber estudiantes “eternos”, sino que sería imprescindible que los criterios de ingreso y permanencia sean mucho más rigurosos. No se trata de impedir el acceso a la universidad; se trata que ingresen los alumnos realmente capacitados para hacerlo y que efectivamente deseen estudiar. También es cierto que muchos estudiantes están en condiciones de pagar un arancel accesible, teniendo en cuenta que provienen de colegios privados, a veces muy caros. Los de menores recursos pero con capacidad y ganas sean bienvenidos en forma gratuita y, además, podrían ser beneficiarios de becas que faciliten su desempeño académico. Otro tema que debería considerarse es el los graduados con promedio aplazo. Esto sólo es posible por la excesiva permisividad en la permanencia. La calidad profesional de un egresado en tales condiciones es muy dudosa. Aplaudo también la propuesta de brindar carreras cortas (tecnicaturas, diplomaturas, cursos, etc.) que brinden salidas laborales al estudiante. Finalmente, las universidades podrían mirarse seriamente al espejo y ver qué aspectos habría que corregir, mejorar, analizar, etc. para optimizar su performance. Y, sin duda, hay que dejar de lado la politiquería barata que ya lleva demasiados años. La educación en todos sus niveles pone en juego nada más ni nada menos que el futuro de nuestra nación.
Enrique José Buscetto Giobellina