Carlos Duguech
Analista internacional
Donald Trump necesita -más que nunca- ganar las elecciones. La única manera que le queda para zafar de la condena judicial por el tema Capitolio que lo involucra como autor intelectual necesario de una horda alentada por él en sus últimos días en la Casa Blanca.
Se explica sencillamente: la histórica -por lo insólita- decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos, de otorgar a los presidentes de ese país el poder casi absoluto: inmunidad penal.
Este fallo de la Corte de nueve miembros -tres de ellos, incorporados por el ex presidente cuando estaba en funciones- expresa que Trump goza de “inmunidad presidencial absoluta en relación con sus poderes constitucionales fundamentales”.
Aunque advierte -¿a quién le interesará entonces?- que para los actos no oficiales no lo alcanza esa inmunidad.
Cuando se expresa en nuestro país, al menos, que los jueces sólo hablan por sus sentencias, se está definiendo una cuestión en el terreno de lo deontológico.
Por eso vale destacar esas expresiones de una de los nueve integrantes del Tribunal Cimero de los Estados Unidos, que votó en contra y que se atrevió a decir, públicamente: “El presidente (por Trump) es ahora un rey por encima de la ley”.
Sonia Sotomayor no pudo quedarse con que el fallo fue de seis contra tres. Siendo de la minoría que votó en disidencia se expresó públicamente. Una rareza judicial, por aquello de que “el juez habla…. Esta vez, sí, terminó de callar, dicho esto parafraseando un libro de poemas de Silvia Japaze: “No he terminado de callar”.
Y lo dijo, indignada. El presidente Biden se pronunció severamente por el fallo que tiene todo el sentido de introducir en la norma y la jurisprudencia estadounidense un raro y peligroso antecedente de cara al futuro en Estados Unidos.
El sistema electoral
Resulta casi incomprensible para los argentinos los modos que se utilizan para la elección presidencial en Estados Unidos.
El Colegio Electoral en el que se transforma la asamblea de delegados de los estados, en el Capitolio, se integra con los llamados “representantes” de los 50 estados en un país donde se estructura un hiper-federalismo.
Hasta por la pena capital se diferencian los estados: 27 de ellos mantienen la pena capital y 23 no lo hacen.
En el proceso electoral cada estado tiene asignados sus representantes. El candidato que gana en un estado traslada al Colegio Electoral todos los representantes del estado. Para mejor comprender una rareza del sistema vale lo ocurrido en las elecciones que le dieron el triunfo a Trump sobre Hillary Clinton. ¿Pese a qué? A que Trump consiguió 304 representantes (sólo necesitaba, como ahora, 270) y la candidata Clinton se alzó con casi tres millones de votos más.
Conclusión. Trump perdió por voto popular y ganó por votos del Colegio Electoral.
¿Será igual ahora?
A esta medianoche del 5 de noviembre que se extingue, en Estados Unidos, donde el voto no es obligatorio, se están conociendo los votos anticipados (en persona o los que se envían por correo). Tarea que lleva tiempo. Esta vez fueron algo más de 78 millones. En las elecciones presidenciales anteriores, la de 2020 por ejemplo, más de 110 millones fueron los votantes que se anticiparon.
Trump y México
A Trump le aguarda -electo presidente- una laborioso y presumible escenario de colisión con la presidenta recién asumida en México, Claudia Sheinbaum Pardo.
De izquierda, científica. Un rasgo que la define: no invitó al acto de asunción al Rey de España, en razón de que desde la Casa Real no se respondió a una petición del anterior presidente Andrés Manuel López Obrador de hace un año que pretendía que España reconociera los actos violentos de su colonización.
La Corona nunca respondió, aunque sí hizo pública sus críticas a tal petición, lo que se consideró una acción anti diplomática y ofensiva.
Trump y Argentina
El presidente argentino, Javier Milei aparece como beneficiario de la instalación de Trump en la Casa Blanca por cuatro años. Es tal el apego demostrado a lo largo de su serie de referencias a los Estados Unidos, que el eventual triunfo de Trump será como suyo propio.
Una derrota de Trump modificaría, seguramente, los canales de contacto con los Estados Unidos y generaría -muy probablemente- un cambio radical de estrategias con ese país.
Los resultados, ahora
El fatigoso proceso de conteo de votos genera distintas expectativas. Poco antes de la medianoche los guarismos parciales -que ni siquiera generan tendencia como sucede en los sistemas menos complejos, como el de Argentina- indican una parcial ventaja de los republicanos sobre los demócratas.
Según datos difundidos Donald Trump reúne 177 delegados y Kamala Harris 99. Quien alcance los 270 -falta tiempo, todavía- se consagrará triunfador.
A lo Normandia
Así se prevé, no porque se suponga, sino por propias manifestacioines de los operadores del complejo y aceitado equipo de la carpa Trump, que en el caso de que se repitiera el paisaje electoral que dio el triunfo a Biden, se actuaría con toda la potencia para demostrar fraudes.
Lo vienen diciendo desde que Trump fuera consagrado candidato del partido Republicano. Día y noche. Aquí, allá y donde quiera haya quienes escuchen.
Si triunfa Trump
Su modo de actuar y de procesar los hechos no aportará en favor de solucionar los conflictos ni en Medio Oriente ni en el enfrentamiento Rusia-Ucrania. Su mirada a China seguramente no será placentera y procurará diezmar el sorprendente poder Chino, en todos los campos.
Si triunfa Harris
Se abriría un novísimo enfoque para su país y para su relación con los demás. Porque afianzará políticas de buena relación social en lo interno. Y con el mundo, en este conflictivo tiempo de desconcierto, violencias, y abandonos.