Miles de hinchas de San Martín vivieron, y sufrieron, la final contra Aldosivi en Rosario. Otros tantos, desperdigados por Tucumán, y por el resto del país. Pero dos simpatizantes “Santos” tuvieron una ubicación más que particular: el Cementerio Jardín Norte.
Miguel Ángel Pérez y su mujer, Matilde, fueron quienes, a través de una radio, amplificada por un parlante bluetooth, escucharon la derrota del equipo de Diego Flores entre lápidas. Una costumbre habitual para el matrimonio, que se instaló, como siempre, a los pies de la tumba de su hijo, Ayrton Nahuel, fallecido en 2016.
El joven de 19 años fue uno de los cuatro muertos en un accidente en la ruta 34, a la altura de Colonia Dora, cuando regresaba a la provincia luego de presenciar un duelo entre San Martín y Libertad de Sunchales. Y aunque pasaron ya ocho años del trágico hecho, sus padres siguen, semana a semana, acompañándolo. Sobre todo, con una de las pasiones compartidas: el fanatismo por el equipo de La Ciudadela.
“Todos los partidos estamos acá. Mis hijas también vienen un rato y se van. En la semana siempre venimos dos veces, y los domingos somos infaltables. Estamos siempre con él”, dice Miguel. “Dijimos que nunca lo íbamos a abandonar”, agrega Matilde.
Ayrton, apodado “Dibu”, era fanático del “Santo”, algo que heredó, justamente, de su padre. “Lo empecé a llevar cuando él tenía seis, siete años”, recuerda Miguel. Sin embargo, tras un partido ante Central Norte que terminó con incidentes, decidió dejar de asistir. Pero tanto Ayrton como su hermana Johana, que ayer estuvo en el Gigante de Arroyito, se enamoraron del ambiente, y empezaron a ser frecuentes en las tribunas.
“Yo por ahí los domingos trabajaba. Cuando volvía, le preguntaba a ella (Matilde) dónde estaba el ‘chango‘ y ella me decía ‘recién acaba de salir, por ahí debe andar‘. Estaba en la cancha, ella era la apañadora”, revela Miguel, mientras su esposa sonríe de manera cómplice.
Encontrar la tumba de Ayrton, al menos los días de partido, es bastante sencillo. Al menos, lo fue durante la final ante Aldosivi: sus padres colgaron, en un árbol cercano, una bandera gigante con el escudo de San Martín, la cara del joven, y la leyenda “Por siempre en nuestra mente y nuestros corazones”. “La hizo hacer mi hija después del accidente. Hay otra con la imagen de él, que Johana llevó a Rosario”, detalla Miguel. Además, siempre, sobre el lugar donde está enterrado “Dibu”, hay un ramo de flores con un piluso del “Santo” encima, y un par de globos, también alusivos al equipo. Incluso, un banquito ubicado justo a los pies de la tumba fue pintado de rojo y blanco el año pasado. “Ya es un punto de referencia”, reconoce Matilde, sobre el lugar donde reposa su hijo.
Incluso, esa decoración también causó, en algún momento, un efecto contagio. “Teníamos una bandera muy grande de San Martín y la pusimos acá. Nos vieron, y todos empezaron a poner banderas en todo el cementerio. Parecía una cancha”, cuenta, divertida, Matilde. Pero esa bandera debió ser removida por pedido de la administración del lugar.
“Él ha sido un chico muy bueno, de corazón bien noble. Como hijo no nos dio nunca ni un problema. Como decimos con mi mujer, no nos dimos cuenta que ha sido un ángel que Dios nos ha prestado”, asegura Miguel, mientras el dolor le invade la mirada al recordar a su hijo menor. Pero no se quiebra. Tampoco Matilde. En cambio, prefieren recordar todos los momentos vividos con Ayrton, y contar cómo, en situaciones cotidianas, lo sienten, todavía, junto a ellos.
De hecho, hace poco tiempo, la familia Pérez estuvo nuevamente en vilo por uno de sus integrantes: Dayana, una de las hermanas de Ayrton, tuvo un parto que se complicó, y estuvo al borde de la muerte. “Después de que pasó eso, y se salvó, una chica nos comenta que lo había soñado a él (Dibu), y que le había dicho a Dayana que la estaba cuidando, que estaba a la par de ella”, reveló Miguel. “Dos personas me dijeron que tuvieron el mismo sueño”, acotó Matilde. Esa, y otras anécdotas que son para creer o reventar, son las que le reafirman a la familia de Ayrton que, pese a todo, él sigue acompañándolos.
Mientras los recuerdos y la emoción afloran, de fondo, se escuchan los minutos finales del partido de San Martín. “Qué desilusión”, se lamenta Miguel, repitiendo una frase expresada por quien relata el partido en la transmisión radial. “Habrá que aguantar las cargadas”, agrega, mientras asoma, entre la amargura, una pizca de esperanza. “Siempre en las segundas vueltas, llegamos nosotros”, aseguró Miguel. A la espera de la confirmación del próximo partido del “Santo”, el hombre asegura: “Lo voy a venir a escuchar acá”. Porque la pasión por el “Santo” es una de las herramientas que, ocho años después de la partida de su hijo, todavía le permite compartir con él, y sentir su recuerdo más vivo que nunca.