El fútbol, en su esencia cruel y en su certera sentencia, tiene ese lado oscuro que no perdona fallas, y que en un abrir y cerrar de ojos puede dar vuelta un presente de manera inesperada. Nadie pensaba que el San Martín avasallador, ese que se “robó” la zona A de la Primera Nacional pudiera dar un paso en falso de la manera en la que lo hizo esta vez en la final por el primer ascenso a la Liga Profesional.
Las lágrimas en los ojos de un hincha apoyado en el hombro de su padre, en la platea alta del “Gigante de Arroyito”, lo dice todo. Es el final del primer tiempo y el “Santo” acaba de mostrar su peor versión de la temporada.
No hay ganas de nada en la parcialidad de San Martín. Cuesta creer lo que se acaba de ver. Porque Diego Flores falló en la estrategia y porque los jugadores estuvieron en una tarde para el olvido para resolver situaciones en las que en otras ocasiones salían de manera fluida.
Las charlas entre los plateístas durante el descanso dejan una cruda sentencia: San Martín no jugó el partido, como sí lo hizo Aldosivi que arrancó con todo y pegó en los momentos precisos.
Atropellada de Nicolás Laméndola, en el amanecer del juego, y “bomba” teledirigida de Elías Torres, cuando la primera mitad entraba en la curva final, para sentenciar un 2-0 que a esa altura ya tenía el rótulo de ilevantable.
No hubo ni un resquicio para la hazaña. El “Santo” no cambió nada en el complemento. El entrenador modificó nombres, pero nadie pudo ponerse el traje de salvador; ni siquiera el equipo al hombro.
San Martín no estuvo a la altura
Un equipo que fue un mar de dudas, de nerviosismo y de decisiones mal tomadas. El golpe fue tremendo porque ni el más pesimista de los hinchas tucumanos que habían copado Rosario en un fin de semana teñido de rojo y blanco pensaba en un desenlace así.
El aplauso con el que los fanáticos despidió al equipo fue un mimo, un sana-sana para intentar levantar a un plantel que, al igual que sucedió en las últimas campañas, falló en la jugada precisa. Pero sobre todo intentó sostener a un grupo que ahora deberá afrontar un desafío supremo: recuperarse para afrontar un Reducido.
“Tenemos que ir por el segundo ascenso. Esto no termina acá; nos vamos a levantar”, le juró el padre a su hijo que, cuando Yael Falcón Pérez pitó el final de la historia, ya había estallado en llanto como muchos de sus vecinos de butaca.
Un viejo axioma futbolero sostiene que a las finales se las gana. Pero para eso también hay que jugarlas y el que lo hizo fue Aldosivi, porque esta vez, San Martín estuvo ausente.