El regalo inesperado que le permitió llegar hasta Rosario para alentar a San Martín de Tucumán

El regalo inesperado que le permitió llegar hasta Rosario para alentar a San Martín de Tucumán

Abel Herrera ya había descartado el viaje, pero una inesperada propuesta de su jefe cambió sus planes.

PREPARADO PARA LA FINAL. Abel Herrera finalmente llegó hasta Rosario y está listo para alentar a San Martín de Tucumán. PREPARADO PARA LA FINAL. Abel Herrera finalmente llegó hasta Rosario y está listo para alentar a San Martín de Tucumán. Foto de Diego Aráoz/LA GACETA.

Vive en Punta del Este y, aunque soñaba con estar presente en la gran final de San Martín de Tucumán, ya había descartado la posibilidad de viajar. Los ahorros de Abel Herrera se habían ido en los gastos para el casamiento de un amigo, y parecía que esta vez tendría que conformarse con ver a su equipo desde lejos. Sin embargo, en medio de esa resignación, una llamada de su jefe, Gustavo, le cambió el panorama. Al otro lado del teléfono, le propuso algo que jamás hubiera esperado: “¿Qué opinas si, en vez de hacer el asado, vamos a la cancha el domingo?”, le dijo. Era un regalo caído del cielo, y de inmediato su corazón se llenó de alegría y recuerdos de los primeros días en que comenzó a nacer su amor por el “Santo”.

Abel recordó con cariño cómo, en su infancia, todos estaban en contra de que se convirtiera en hincha de San Martín. Nacido en La Cocha, creció en una familia apasionada por el clásico rival: Atlético. Su padre, Luis, era fanático del “Decano” y, sorprendentemente, había sido amigo en su infancia de Francisco Guillén, el histórico ex arquero de La Ciudadela. Fue precisamente “Patón” quien cambió el destino futbolístico de Abel. 

“Yo nací en el 90, y el 'Patón', en tono de burla hacia mi papá, le dijo: 'Voy a hacer que tu hijo sea hincha de San Martín' y me regaló una camiseta. Desde entonces, no he dejado de alentar al club”, contó Abel a LA GACETA, ya instalado en Rosario junto a unos amigos. 

A pesar de la devoción de su padre por el "Decano", el vínculo de Abel con Guillén se volvió especial. Aunque su padre falleció hace ocho años, para Abel, el "Patón" es ahora como un "padre de corazón".

De niño, Abel no siempre tenía quien lo llevara a la cancha, pero su pasión por el equipo creció poco a poco. A los 12 años, encontró la manera de asistir a los partidos junto a su tío Atilio y su primo Agustín. “En mi casa me daban permiso, viajaba en el Exprebus, me bajaba en la Plazoleta Dorrego, y mi tío me buscaba ahí; desde allí íbamos juntos a la cancha”, recordó.

INMENSA FELICIDAD. Tras dejar sus pertenencias en el hotel, Abel Herrera se reunió con amigos, que también vivirán de cerca la definición. INMENSA FELICIDAD. Tras dejar sus pertenencias en el hotel, Abel Herrera se reunió con amigos, que también vivirán de cerca la definición. Foto de Diego Aráoz/LA GACETA.

A pesar de tener una estrecha relación con Guillén (recordado por los hinchas “santos” por su gran actuación contra Atlético tras atajarle un penal a Domingo Cáceres en el Nacional de 1992), que le permitió acrecentar su amor por el club, a Herrera le surgió la posibilidad de partir lejos del país en búsqueda de una estabilidad económica y no lo dudó.

El desafío de seguir desde la distancia a San Martín de Tucumán

La vida lo llevó a mudarse a Uruguay, donde vive desde hace algunos años junto a su pareja, Solana Basualdo, fanática de Atlético. Aunque la distancia con Tucumán ha sido difícil para él, su vínculo con el club nunca se debilitó. 

“Este amor no nace de Copas ni muere por descensos. Uno es hincha de San Martín por lo que es el club, no por la categoría o el rival con quien le toque jugar”, afirmó Abel, convencido. En Punta del Este, su amor por San Martín sigue siendo una constante, y aunque no puede ver al equipo tan seguido como quisiera, se aferra a cada oportunidad de alentarlo. 

“Ir a la cancha de San Martín es una experiencia única; no siempre jugamos bien al fútbol, pero uno va igual, porque es San Martín”, aseguró el fanático de 34 años.

El lunes se confirmó a Rosario como sede de la final, pero Herrera lamentó no poder costear el viaje. “Lo deseé muchísimo, pero se hacía muy difícil”, publicó el fanático, que trabaja en un local gastronómico en Uruguay, a través de su cuenta en “X”. Sin embargo, la llamada de su jefe cambió todo. 

Cuando Gustavo le ofreció la posibilidad de viajar a Rosario, Abel no lo dudó. Apenas colgó, le escribió a su novia Solana para compartir su emoción. “Me puse muy feliz, porque lo deseaba mucho, lo deseaba con el corazón. Ella, aunque es hincha de Atlético, me entiende, porque sabe lo que es ir a la cancha y vivir esta clase de partidos”, contó Abel. 

Al llegar a Buenos Aires, pasó la noche allí y luego viajó a Rosario acompañado por familiares de su jefe. La ansiedad de estar tan cerca del partido le quitaba el sueño. “Ya con la entrada en mano, no podía dormir; estaba muy ansioso”, explicó. Aunque aún no sabe qué deparará el partido, para Abel la experiencia de estar allí, alentando, ya es más que suficiente. 

Durante el viaje, Herrera no solo se emocionó por la posibilidad de ver al equipo de Diego Flores, sino también por el recuerdo de su padre, Luis. “Mi papá entendía cuánto me gustaba el fútbol, y estoy seguro de que esta noticia tiene algo especial. No es una casualidad que la haya recibido en un nuevo aniversario de su partida. Para mí, es un regalo”, dijo con la voz entrecortada. 

Para Herrera, San Martín no es solo un club; representa un vínculo profundo con su tierra y sus recuerdos. “Es muy importante. Quizá sea la única pasión que tengo. Aunque estoy lejos, sigo siendo socio porque ser parte de esto es fundamental. No sé cómo va a terminar esta historia, pero con solo verlo, soy feliz”, concluyó Abel, quien espera cerrar el domingo con una celebración. 

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