El sacrificio de la familia de Lucas Diarte y su fanatismo por San Martín de Tucumán: "Ahorraba sus moneditas para ir a la cancha"
Jueves 31 de octubre, 19 horas. Cuatro sillas rodean a una pequeña mesa ubicada en el patio de los Diarte. El mate es infaltable, aunque el calor obliga a tener una jarra de agua fresca. Tres asientos están ocupados, una sola está libre. ¿Por qué? Lucas, el menor de la familia, acababa de salir del hogar ubicado en el barrio Echeverría que alojó toda su infancia para embarcarse al colectivo que lo llevará a Rosario. El hecho no pasa por alto para el resto de la familia: el lateral está a un “pasito” de cumplir su sueño con San Martín. Pero esa sensación no es individual, sino que consigo lleva la ilusión de todo su entorno: el entusiasmo de los padres, los recuerdos de sus hermanos y la esperanza de todos los hinchas del “Santo”. Todo esto hace que el tópico de la mesa sea la final de la Primera Nacional. Sí, el duelo que definirá si todo lo que imaginó se convertirá en realidad.
Mirta Paz abre la conversación. Para la madre del lateral, el partido comenzó hace tres semanas. El tiempo hizo que experimenté muchísimos sentimientos: la alegría por la clasificación, la cautela por el rival y la angustia por la ansiedad de que llegara el gran día. “Estoy contenta porque es lo que siempre he buscado y lo que todos anhelamos en la familia, aunque debo reconocer que estoy un poquito angustiada. No me gusta ver a mis hijos preocupados o ansiosos por este tipo de partidos. Lo que me deja tranquila es que hicieron una campaña espectacular. Todo eso hizo que estas últimas tres semanas fueran de mucho análisis, reflexión y sentimientos encontrados”, dice.
Aunque Lucas comenzó su carrera profesional hace 10 años, ella sigue con la misma preocupación de cuando lo acompañaba a los entrenamientos en Central Norte. Y le es inevitable contener las lágrimas porque los recuerdos le erizan la piel. Siente como si fuese ayer cuando sus hijos jugaban aquellos “picaditos” que siempre terminaban con algún foco o planta rota o abolladura en el portón. Cosas de chicos que, pese a que renegaba, hoy extraña. “Me acuerdo que cuando Lucas se fue me costó horrores y lloraba todos los días. En ese momento, una prima me dijo: ‘Yo no te quiero ver llorar porque vos lo llevabas cuando tenía tres años. Tenés que disfrutar y ser feliz porque él llegó’. Muchos me decían que era chico y que no iba a aguantar. Pero yo sabía que no iba a volver porque se fue con una convicción tremenda”, recuerda.
“Traté de convencerlo para que no se vaya con su viaje de egresados porque ya estaba pagado. Además faltaba poquito para que se vaya. Entonces él me dijo: ‘Déjame ir. Te voy a devolver la plata del viaje’. Mis otros hijos me decían que no le corte las piernas. Hoy veo a las madres llevar a las escuelitas de fútbol y digo: ‘No saben el error que están cometiendo, pero me gusta que lo hagan porque los van formando y los hace crecer en la mentalidad’. Sobre todo, desde niño se ponen propósitos para llegar lejos”, completa.
Raúl Diarte se para, se acerca hacia una de las sogas del fondo y saca una camiseta de su hijo para mostrarla. Los colores lo hacen viajar en el tiempo al pasado. Más precisamente en la década de 1990, cuando llevaba a sus hijos a la popular para ver los partidos de San Martín. Era una bendita costumbre familiar que nunca perdió con el paso de los años. “Cuando ellos cumplían cuatro años, siempre hacía que pisen el cemento de La Ciudadela por primera vez. Nuestro lugar era en el codito de la Pellegrini y Bolívar. Me acuerdo que todo se complicó en 1993 porque me dejaron sin trabajo y era complicado. No alcanzaba para todo. Más de una vez hice que los chicos pasen con los señores grandes que aparecían en la fila. Ellos sabían que tenían que entrar y esperarme a la vueltita, y después lo ubicaba con un silbido bastante particular”, cuenta.
“Muchas veces no teníamos para la gaseosa, pero ellos no tenían problemas por nada. Lo único que querían era estar en la cancha. Encima guardaban su plata de la semana para pagarle a una señora que nos cuide el auto que lo estacionábamos en la Prospero Mena. Más allá de la mala situación económica, siempre confié en que Lucas iba a venir con el pan bajo el brazo”, añade.
El fondo del hogar de los Diarte cuenta con un montón de árboles y plantas de todo tipo. Pero en el centro hay un pequeño naranjo que aloja una anécdota que marcó la vida de los cuatro hermanos. “Ese árbol siempre fue uno de los preferidos de mi viejo. Un día le pegamos un pelotazo y lo quebramos. Entonces, para que no se dé cuenta, lo pegamos con cinta scotch. La solución no duró mucho porque el viento lo terminó tirando, jajaja”, describe Matías, hermano del defensor. “El asador siempre fue un arco. Los árboles y el pasillo también. Todo el día era pelota porque era todo lo que teníamos para jugar. Para Reyes o el Día del Niño era lo que siempre nos regalaban y llegamos a tener 19 pelotas. Es lo que nos hacía felices y verlo a Lucas con la camiseta de San Martín nos enorgullece un montón”, agrega.
Mirta, en tanto, revela que por primera vez en su vida usó una camiseta de San Martín. “Hasta hoy, nunca me había puesto una camiseta de San Martín. Siempre fui hincha de Atlético por una tía, pero mi familia siempre estuvo vinculada a San Martín. Es más, tengo una camiseta que me regaló hace cinco años. Siempre la llevaba a la cancha, pero nunca la usé. Y la última vez que lo vi me pidió que me la ponga para sacarse una foto. Sé que él necesitaba eso y me sentí muy feliz por él. Así que estamos hinchando por los ‘Cirujas’, rogando que se les dé el ascenso. Va a estar bueno tener dos equipos de Tucumán en Primera y creo me va a dar la posibilidad de ganar más apuestas, jajaja”, revela.
“No quería viajar. El martes, él vino y le dije que lo íbamos a acompañar a la distancia. Pero él dijo: ‘Ustedes van a estar conmigo. Van a viajar’. El resto de mis hijos me insistieron hasta que uno prácticamente me obligó a decir que sí. Me pasó fotos de dónde íbamos a parar y demás, así que ya nos enganchamos. Esperamos volver con el triunfo. Ya nos pasó una vez de ir a jugar a San Juan, que ascendió con Central Córdoba. Ojalá se repita ahora”, agrega Mirta.
Si bien ninguno de los integrantes se animó a palpitar un resultado, Raúl dejó en claro cuál es su presentimiento para el partido frente a Aldosivi. “Le dije que vaya tranquilo para este partido porque él va a lograr lo que vino a buscar. Tiene que vivirlo y disfrutarlo. También le dije que se acuerde mi viejo. La última vez que le había dicho algo así y él clavó ese golazo contra Brown. El domingo va a hacer un gol. Espero que también hagan más sus compañeros. Ojalá vuelva con el ascenso. Y si no se da, será en el Reducido”, sentenció.
Así los Diarte están expectantes por la gran final. Es cierto, luchan contra la ansiedad, pero creen que esté será el momento de que Lucas y su familia cumplan el sueño que arrastran hace tanto tiempo.