En “Desquiciados. Los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha”, un equipo de especialistas desmenuza el fenómeno político del momento. “Un cambio de época que llegó para quedarse”, apunta Alejandro Grimson. Él es uno de los autores del libro y se ocupó de compilar los artículos. Doctor en Antropología, investigador del Conicet, docente y autor de numerosos ensayos en los que analiza a fondo la realidad nacional, Grimson presentó este nuevo libro en el Virla y durante su paso por Tucumán habló con LA GACETA del “desquicio” que observa a nivel global.
- ¿Por qué la elección del término “desquiciados” para reflejar este momento?
- En un pasaje Hamlet dice “time is out of joint”. En castellano e incluso en otras lenguas latinas se tradujo la frase como “el mundo está fuera de quicio” o “está desquiciado”. Pero por ejemplo también se lo podría traducir como “el mundo está dolorido”, porque out of joint se refiere a cuando se te rompe una articulación. O, según Derrida, se lo podría traducir como “el mundo ha sido deshonrado”. A mí lo que me interesa es que desquicio, dolor y deshonra estén en una misma expresión de Shakespeare de hace cinco siglos. Me parece que es una combinación que habla mucho de lo que pasa hoy en muchos lugares del mundo, también en Argentina. Pero no sólo es por una persona y por una fuerza política. La primera frase del libro, entre signos de interrogación, pregunta si el desquiciado es el otro. La respuesta es no.
- ¿Dónde encuentran el origen de todo?
- La pandemia y la post pandemia generaron incertidumbre. El cambio climático es incertidumbre. En el mundo estamos en el momento de mayor cantidad de guerras desde 1945. ¿Y qué es la guerra? Incertidumbre. La inflación es incertidumbre. Por todas partes aparece el mundo más incierto que hayamos conocido, que es el mundo que desquicia, porque la inflación desquicia, el cambio climático desquicia, las guerras -de las que por suerte estamos alejados- desquician. Todos estamos atravesados por estas situaciones y en ese panorama se genera un clima propicio para líderes que vienen con certidumbres discursivas, sean verdaderas o falsas.
- ¿Certidumbres que pasan por dónde?
- Por ejemplo, en Europa algo que le agrega incertidumbre a la sensibilidad de la población es la inmigración. La extrema derecha propone lo mismo que en Estados Unidos: generar un muro que llegue hasta el cielo. Digamos el Muro de Babel, para que nunca más un migrante entre a sus países, particularmente los musulmanes. Ahí hay una premisa falsa, porque si todos los inmigrantes se fueran de Estados Unidos la economía quebraría, no habría gente para hacer millones de tareas fundamentales. Lo mismo sucede en Europa. O sea, es una fantasía que los problemas originados en la lógica del capitalismo contemporáneo, en un contexto tan complejo, se resuelven sin la presencia de un Estado que regule. Pero crecen los flautistas de Hamelin diciendo, por ejemplo, que si hago volar por los aires el Banco Central se resuelve el problema de la inflación argentina. Bueno, no es así.
- Al desquicio le agregó dolor. ¿Por qué?
- La pandemia fue una experiencia traumática. Está comprobado que los jóvenes que más sufrieron la cuarentena tienen altísima probabilidad de haber votado a Milei. Fue una experiencia traumática por muchas razones: porque se perdieron vidas, se perdió salud, se perdió libertad, se perdieron ingresos, trabajos casas, alquileres... Todo eso es dolor. Esta crisis de la Argentina empezó en 2018 y no termina; es la crisis más profunda de las últimas décadas, con gobiernos distintos, y hay una sensación de que no salimos nunca. Todo eso es doloroso, nunca terminamos de organizar una vida más o menos normal.
- El dolor también es consecuencia de la crueldad, tema del que se habla mucho hoy. ¿Lo considera así?
- En el libro dedicamos un capítulo a las democracias crueles, creemos que en muchas casualidades políticas contemporáneas hay una crueldad profunda. Hubo un funcionario en la Ciudad de Buenos Aires que en pleno invierno, con cero grado, les pidió a los vecinos que no le llevaran un plato de sopa a los que estaban durmiendo en la calle porque así iban a ayudar a que se queden en la calle. Eso es crueldad pura.
- ¿Y en cuanto al concepto de deshonra?
- Todo se asocia con experiencias traumáticas: Malvinas fue una estafa, el 89 fue una defraudación, el 2001 fue una defraudación, la foto de Olivos (N. de la R.; la del cumpleaños de Fabiola Yáñez durante la cuarentena) da cuenta de una defraudación. Entonces la deshonra está vinculada a muchos aspectos; las fake news son una violación moral, la palabra ensobrado es deshonrosa y nunca se verifica nada ante la Justicia. Las leyes dicen que si sos funcionario público y conocés un delito estás obligado a denunciarlo, no a decir que existe un delito. Son todas cadenas de la deshonra,
- ¿A qué se debe esto?
- Un tema que trabajamos en el libro es que muchos políticos han perdido la vergüenza. Hay cosas que nosotros no decimos o no hacemos porque nos daría vergüenza, pero hay políticos que dicen cualquier cosa, cualquier cifra, cualquier enunciado, cualquier disparate. Algunos autores hablan de la ultraderecha como la época de la posvergüenza, también la época de las fake news, la época de los trolls. También, muy lúcidamente, hay investigaciones que dicen: bueno, si hay una oferta cada vez más grande de fake news, ¿no será que también hay una demanda de ese consumo?
Cambio de época
- ¿Cuál es el análisis a nivel global del fenómeno?
- En el mundo hay un cambio de época. Cuando cayó el Muro de Berlín empezó una época que terminó o empezó a terminar el día que ganó Trump. Una etapa de 25 o 26 años en la cual hubo una promesa de la globalización: que con democracia y capitalismo se iban a resolver los problemas. Se ampliaron derechos civiles pero aumentó la desigualdad y se produjeron todas las condiciones que iban a llevar a la emergencia de estos nuevos fenómenos, que entre paréntesis hoy gobiernan Italia, Hungría, Austria, Suecia, Países Bajos; gobernaron Polonia; están en todos los parlamentos europeos. Podemos hablar del fenómeno siempre y cuando entendamos que hay aspectos que son argentinos y hay aspectos que son globales.
- ¿Cuáles son esas aristas netamente argentinas?
- Al contexto de 2023 lo llamo la doble desilusión; es el contexto en el cual las fuerzas tradicionales -Unión por la Patria y Cambiemos- encontraron una erosión de sus votos y cayeron. De alguna manera el libro lo que intenta es comprender este fenómeno que vino para quedarse. No para quedarse en el gobierno inexorablemente; Trump perdió las elecciones pero igual se quedó en el escenario político estadounidense.
- ¿Y cuál es el análisis hoy?
- Entre los votantes de Milei hay un núcleo duro, basado en la convicción, y hay un votante moderado que hizo cuentas y dijo: “a mí me fue mal con el gobierno de Macri y me fue mal con el gobierno del Frente de Todos. Acá hay un problema terrible que se llama inflación y quiero que alguien lo resuelva. No lo va a resolver Patricia Bullrich y no lo va a resolver Sergio Massa”. Entonces apostaron a Milei sabiendo que él planteaba hacer un sacrificio. Ahora esos votantes moderados están diciendo: “bueno, ya hicimos el sacrificio. ¿Cuándo mejora?”
- ¿Esto habla de un cambio de paradigma?
- El caso argentino tiene una gran particularidad porque es un país pendular. Doy un ejemplo trivial: sale Lilita Carrió y dice que si gana Cristina en la Provincia de Buenos Aires eso va a tener consecuencias en los mercados. Quiere decir que el péndulo está latente. La extrema estructura pendular argentina es el hecho de que gobierna una fuerza promercado y una fuerza proestado y se van turnando. Así no se construye un país. La cuestión es que vivimos los 40 mejores años de convivencia plural y democrática de los 208 años de historia que tenemos, pero a la vez vivimos los peores 50 años de la economía, por más que haya habido algunos buenos momentos.
- ¿Todo esto cómo repercute en la calidad de la democracia?
- En el libro se habla mucho de la crisis del Pacto de Nunca Más. Es más; está la pregunta de si no se rompió ese pacto y entramos en una nueva época. El Pacto de Nunca Más implica que el Estado no mata manifestantes. Creo que aumentó la represión en estos meses de gobierno, pero la ministra Bullrich dijo que si había una manifestación, al que pisara la calle lo iban a sacar. Pero hubo un montón de movilizaciones -el 24 de marzo, las marchas universitarias, etcétera- y eso no pasó. ¿Por qué? Porque era mucha gente y el Gobierno tomó una decisión política, de lo contrario te convertís en una máquina de de represión y asesinato. El Gobierno hasta hoy decidió no asesinar gente y eso para mí es relevante. O sea, hace 40 años que no hay proscripciones, hace 40 años que no hay fraude. No es poco. El gran problema es que la economía no funciona, cuando tendría que funcionar para generar bienestar para 45 millones de personas.
- ¿Qué otra cuestión ubica en el centro de los problemas?
- Estamos viviendo una Argentina de enorme violencia verbal, de insultos, de provocación. ¿Qué tienen que hacer los periodistas o los economistas o los opositores si son insultados? Por supuesto, defenderse. Pero lo que tiene que ordenar esa intervención y esa defensa es lo que yo llamo la épica de la templanza. Lo que no hay que hacer es caer en la provocación porque eso va a terminar en un espiral que no para nadie. En ese espiral pierden los más débiles, pierden los que no manejan las instituciones del Estado, las instituciones represivas.
- ¿Cómo analiza el enfrentamiento del Gobierno con las universidades?
- El ataque a la universidad en términos presupuestarios es uno de los mayores errores políticos del Gobierno, junto con la cena para celebrar que no les dieron 15 dólares a los jubilados. Fue una cena de la casta a la vista de la población. Lo de la universidad se basó en un análisis puramente economicista del presupuesto, porque el Gobierno nacional no se hace cargo de la educación primaria ni de la secundaria, pero sí de la universitaria.
- ¿Cuáles son los efectos de esta nueva grieta?
- La universidad encarna el imaginario fundacional de la Argentina, de ser un país con la posibilidad de la movilidad social ascendente. Es falso por donde se lo mire que los estudiantes universitarios sean de clase media alta, cuando la mayoría trabaja y son hijos de trabajadores. El acceso a una educación universitaria apunta a que puedan beneficiarse personas de todas las condiciones sociales. Atacar eso es atacar a Alberdi, a Sarmiento... ¿Cómo le ponés a un centro cultural el nombre de Sarmiento y al mismo tiempo atacás a la universidad? No tiene sentido, no se entiende cuál es tu proyecto.
- Y puertas adentro del sistema universitario, ¿cuál es la realidad?
- Si lo comparamos con Brasil o Chile, Argentina es el país con menos presupuesto universitario por alumno y con más resultados, en términos -por ejemplo- de cinco premios Nobel salidos de la universidad pública, tres de ellos en ciencias. Ningún otro país de América Latina los tiene. Ahora bien, si en alguna de las 70 universidades, en dos o en 10, hay un manejo discrecional del dinero, yo no lo puedo descartar. Quiero que auditen, pero no violando la autonomía universitaria, sino a través de las instituciones que corresponden.
- Usted formó parte del Gobierno anterior, en el rol de asesor de Alberto Fernández. A casi un año del fin de esa gestión, ¿cuál es su mirada sobre lo sucedido?
- Creo que el Gobierno anterior se terminó convirtiendo en partero de este Gobierno. Los balances de los gobiernos en Argentina se hacen desde la economía, más allá de que podés haber hecho bien las cosas en cualquier otro rubro. Pero el juego a la derecha se lo hicieron los que pusieron el país en 275% de inflación y no se autocritican por eso, siguen sin hablar de inflación casi un año después. Yo entiendo que en la campaña electoral podía ser difícil que el Gobierno anterior hablara de inflación si era el responsable, pero ya hace un año que se fue.
- Justamente, volvemos a la inflación como gran tema...
- El Presidente de la Nación dijo millones de veces que la justicia social es un robo, pues le sacás a uno para darle a otro. A mi juicio es un robo que no haya justicia social. O sea, si a vos te gusta más Paraguay que España entonces te entendí, porque en Paraguay los más ricos no pagan tantos impuestos como en España, pero no hay ni escuela pública ni salud pública, cuando en España hay escuelas públicas y hay salud pública, igual que en Francia o en Alemania, donde incluso pagan más impuestos que en España.
- ¿Entonces?
- Si sos propietario de un departamento y alguien te lo ocupa, ¿qué hacés? El Presidente dijo que va a abolir el Estado, pero el único que dice que vos sos propietario de ese departamento es el registro donde está inscripta tu propiedad. Si abolís el registro no hay propiedad privada, o sea que cuando el Presidente dice que está en contra de que haya Estado está diciendo que va en contra de que haya propiedad privada, que es el punto uno del Pacto de Mayo que se firmó en julio. Entonces, ¿cuál es el proyecto para bajar la inflación? Con justicia social, ese es el proyecto que yo quiero.