Mientras el consumo de azúcar convencional crece a ritmo vegetativo en la población mundial, el del azúcar orgánico muestra tasas de crecimiento de dos dígitos, aunque el mercado es ínfimo comparado con el mercado global de azúcar. Así lo destacó Sebastián Budeguer, directivo del ingenio Leales y La Esperanza.
“El azúcar orgánico es una visión de largo plazo. Tiene altibajos. A veces tiene buenos precios; y otras, no tan buenos. Sin embargo, lo hacemos porque pensamos en términos de diversificación y acompañamos los mercados todo el tiempo. Todo mercado tiene años buenos y malos. Tratamos de no entrar y salir, sino de seguir atendiendo a los clientes, los mercados y los consumidores”, señaló.
Dijo que diversificar es parte de su estrategia empresarial. “Diversificar productos, calidades, mercados, clientes y fuentes de ingresos. “En el caso del azúcar orgánico, cuando compramos el ingenio La Esperanza (Jujuy) ya tenía una certificación preexistente y producía desde hacía muchísimo tiempo azúcar orgánico. Lo que hicimos fue expandir esa producción preexistente: incrementamos la superficie, aumentamos su productividad y empezamos a producir mucho más”, contó Budeguer.
El ingenio Leales es el productor más grande de caña de azúcar orgánico en la Argentina. “Producimos en La Esperanza; desde allá se transporta a Tucumán, donde producimos un azúcar orgánico refinado destinado e mercados específicos, como el de las bebidas azucaradas; un nicho dentro de un nicho”, remarcó.
Se trata, principalmente, de un producto de exportación, ya que se vende muy poco azúcar orgánico en el mercado interno. “En nuestro caso, la mayor parte va a EEUU. Este año estaremos cerca de las 30.000 toneladas de azúcar orgánico producidas”, puntualizó.
Precisó que aunque el Estado no participa de los procesos de certificación, sí brinda un reconocimiento del orden de un 1% o de un 2% en derechos de exportación a todas las producciones orgánicas y de mayor valor agregado, que tienen impacto en creación de trabajo en las localidades donde se producen.
“Nuestro mercado interno es chico todavía. Entre nuestros consumidores hay más sensibilidad a precios que los de los países desarrollados. Por otro lado, se necesita también un poco de conciencia. El precio es una cosa, pero el valor que el consumidor le asigna al producto natural orgánico es otra. Alimentos orgánicos, en general, es una categoría muy grande, y puede haber productos más onerosos, y otros menos. Si hablamos del azúcar en particular, dado el consumo de una familia promedio en Argentina, su valor relativo es insignificante. Creo entonces que interviene más la conciencia del consumidor en asignarle valor al producto orgánico versus el producto convencional”, consideró.
A modo de resumen, sobre la base de su experiencia, estimó que el la producción orgánica convergen algunos factores. “Los productos no orgánicos tienen cada vez más restricciones en términos de traza de agroquímicos o uso del agua, y otras restricciones en diferentes cadenas productivas”, dijo.
Sustentable
A futuro, imaginó prácticamente un solo tipo de alimento que, obviamente, deberá ser sustentable, amigable con el ambiente y saludable, de alta productividad y bajo costo. “Avizoro un crecimiento de la demanda. El azúcar orgánico ostenta tasas de crecimiento de dos dígitos. Por supuesto, el tamaño del mercado es ínfimo comparado con el mercado global de azúcar, pero crece; sobre todo en mercados de EEUU, de Europa y de países desarrollados; y junto con el mercado, crece también la producción”, afirmó.