Un balance sobre el estado de la libertad de prensa y la salud institucional del continente
La principal conclusión es que la represión a la prensa es un problema estructural y creciente en muchos países americanos Es el primer salvadoreño en ocupar el máximo cargo en la organización de la prensa hemisférica
Daniel Dessein
Vicepresidente Regional de la SIP
Después de cuatro días de deliberaciones, ayer concluyó la asamblea anual de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), la reunión más relevante de la organización que nuclea a 1.300 medios situados de un extremo a otro de nuestro continente. La principal conclusión es que la represión a la prensa es un problema estructural y creciente en muchos de los países americanos. Los ataques van desde asesinatos y encarcelamiento de periodistas a medidas judiciales, acosos digitales, legislación hostil y discursos oficiales agresivos e intolerantes.
Por los pasillos de la asamblea de la SIP vemos las caras y escuchamos las historias de muchas de las víctimas o testigos directos de esas agresiones.
Andrea Miranda, de El Debate de Sinaloa, recibe en su celular la noticia de que la sede de su diario ha sido baleada mientras transcurre la reunión.
Michael Greenspon, de The New York Times, sabe bien qué se siente cuando el hombre más poderoso del planeta llama a su medio “enemigo del pueblo”, hombre que en 15 días puede volver a ocupar la presidencia de los Estados Unidos.
Fabián Medina vive hace tres años en el exilio para evitar la cárcel en un país, Nicaragua, donde su diario fue clausurado y dejó de editarse en papel, como el resto de los medios gráficos. Si queremos constatar qué pasa en una sociedad sin diarios, tenemos como ejemplo a la Nicaragua del dictador Daniel Ortega.
Estamos hablando de restricciones graves o directamente de intentos deliberados de exterminio de la libertad de prensa. Pero también de la posibilidad de un desmantelamiento progresivo del sistema democrático.
Espejos de futuro
Jodie Ginsberg, directora ejecutiva del CPJ (Comité de Protección de Periodistas por sus siglas en inglés) y ganadora del Gran Premio Chapultepec 2024 de la SIP, señala que los relevamientos demuestran que los ataques a la prensa son siempre el primer paso de los procesos de erosión institucional. Constituyen la primera señal de alarma.
Las reuniones de la SIP, en la que participan periodistas y editores de más de 25 países, nos ayudan a tomar perspectiva, a encontrar espejos de futuro en la experiencia pasada o en los acontecimientos del presente en distintas latitudes. Todo empieza con la descalificación a la función del periodismo y las limitaciones al acceso a la información. Luego sigue con los insultos, que conforman el umbral que nos lleva a la violencia física o al cercenamiento -por vías administrativas, judiciales, legislativas o paraestatales- de la libertad para ejercer un escrutinio sobre la gestión pública o para la expresión de toda opinión crítica. La agresión verbal puede constituir la sublimación de la violencia física pero también, en un sentido inverso, la antesala de la ley de la selva.
Los discursos encendidos, con sesgos intolerantes de los gobernantes, no germinan en el vacío. Hay un terreno fértil en nuestras sociedades, en el que amplios segmentos de la población padecen la ineficiencia de muchas democracias para proveer bienes y servicios, o sufren la incapacidad de satisfacer expectativas moldeadas por redes sociales que muestran vidas perfectas que están a un clic de distancia y a siglos de su realidad personal.
Daniel Zovatto, uno de los intelectuales que analiza con mayor lucidez el fenómeno, habla de “eficracias”. Sistemas políticos que prometen eficiencia pero con el sacrificio de los mecanismos republicanos. Un maridaje de superávit económico con déficit institucional. Daron Acemoglu y James Robinson, ganadores del Nobel de Economía la semana pasada, abren el foco de su disciplina en su libro más conocido, Por qué fracasan los países. Fracasan en el largo plazo, afirman, porque no tienen instituciones sólidas. Las “eficracias”, entonces, se diferencian solo estéticamente de los tradicionales populismos. Unas y otros sacrifican el futuro en el altar del presente.
Frederic Kachar, CEO del grupo brasileño Globo, contó que durante el gobierno de Lula da Silva los llamaban conservadores y neoliberales, mientras que en tiempos de Jair Bolsonaro los llamaban comunistas. “Eso indica que estábamos haciendo bien nuestro trabajo”, apuntó.
Ecosistema contaminado
El periodismo debe resistir el llamado de parte de su audiencia a caer en fórmulas maniqueas. Debe chequear, contextualizar, anticipar. Reflexionar, en tiempos acelerados y reactivos a los matices. En el periodismo, como en cualquier actividad, se cometen errores y se registran desvíos. No es fácil mantener el equilibro cuando todo un estadio, real o virtual, insulta a quienes ejercen un oficio. Tampoco es sencillo no tropezar en una profesión en la que hay que informar a una velocidad potenciada como nunca antes por la dinámica digital. O cuando la sustentabilidad de la profesión es socavada por plataformas tecnológicas que se benefician con sus contenidos sin reconocer adecuadamente los derechos de autor. Pero cuando arrecian las dificultades, debe redoblarse el apego a los estándares de calidad. El periodismo tiene la vital misión de oxigenar un ecosistema contaminado con desinformación, agresiones y polarización.
Zovatto, nuevamente, trae una buena imagen para pensar el problema. En las minas se solía introducir a un canario en una jaula para detectar gases tóxicos, difíciles de identificar pero mortales. La libertad de prensa es el canario en la mina.