Los “números redondos” de los aniversarios permiten muchas veces escribir sobre temas y personajes que están sumergidos, casi ocultos, pero también sobre las artes; de figuras o movimientos en las artes visuales, que ya comprende el cine y el diseño, por qué no.
Hace 40 años (21 de octubre 1984, a los 52 años), falleció el cineasta francés François Truffaut, víctima de un tumor cerebral.
Una larga lista de sus películas han construido la nouvelle vague, con otros directores como Jean- Luc Godard y Claude Chabrol. “Los 400 golpes”, “Jules y Jim” “La noche americana”, “Sin aliento”, “Fahrenheit 451”, “La historia de Adela H.”, “Confidencialmente tuya” y “Besos robados”, son algunas.
Pero ha sido “Los 400 golpes” la que se ha considerado como la iniciadora de este movimiento, que se traduce como “la nueva ola”.
En la Sala Lugones del Teatro San Martín (CABA) está en desarrollo un homenaje con un ciclo titulado “El hombre que amaba las películas”.
En 1954 dirige su primer cortometraje “Une visite”; para 1956 se convierte en asistente de dirección de Roberto Rossellini. Colabora con Godard en el guión de la cinta (sí, en ese tiempo eran cintas) “Sin aliento”, con quien posteriormente tendrían ser diferencias profesionales.
Pero antes de dirigir sus films, fue uno de los críticos de la revista Cahiers du Cinema (Cuadernos de Cine).
Comienza allí su proyección artística, desde la crítica al cine tradicional, “de calidad”, para oponer lo que en la actualidad correctamente se dice cine de autor. Este dato no es menor cuando tanto lugar común sostiene que las películas generan críticas: aquí son los críticos lo que generan las realizaciones (igual sucedió con Godard, por ejemplo).
Comienza a escribir en aquella revista en 1953 y un año después hace su primer cortometraje (“Une visite”). En 1959 estrenó “Los 400 golpes” que lo proyectó como cineasta a nivel internacional (en el Festival de Cannes ganó el premio al mejor director ese año), pero también a la nouvelle vague.
Allí están claros los afectos, carencias, recuerdos o pasiones del mismo Truffaut, es él, como muchos otros los que están presencia en ese film protagonizado por un adolescente de 14 años.
Del ChatGPT
El ChatGPT me responde: Truffaut buscaba una representación auténtica de la vida cotidiana. Esto se manifiesta en el uso de escenarios reales en lugar de estudios, así como en la representación honesta y cruda de las emociones de los personajes, especialmente el protagonista, Antoine Doinel (de 14 años, en esos momentos). Cámara en mano: en varias secuencias, como las escenas exteriores, se emplea la cámara en mano, lo que aporta una sensación de inmediatez y realismo. Uso del espacio urbano: París es un personaje en sí mismo. Aprovecha las calles, los parques y los edificios de la ciudad como parte integral de la narrativa, acentuando la alienación. Estéticamente, la película refleja un enfoque muy personal, ya que muchas de las experiencias de Doinel están basadas en la vida de Truffaut, lo que añade un toque íntimo y cercano. El director prefiere planos largos que permitan observar a los personajes en su entorno.
(PD: soy de los que opinan que a la IA hay que saber interrogar y volver a preguntar, una y otra vez. En este tema, sus respuestas ya las había leído en distintos textos)
La crítica
“La función del crítico -escribió André Bazin, el fundador de Cahiers du Cinema- no es presentar en una bandeja de plata una verdad que no existe, sino prolongar, en el intelecto y la sensibilidad de quienes lo leen, el impacto de una obra de arte”. “Hay que rodar en las calles e incluso en apartamentos reales, en vez de extender grasa artificial en los decorados y de plantar la cámara delante de cinco espías patibularios, como Clouzot; hay que filmar historias más consistentes delante de verdaderas paredes grasientas. Si el joven cineasta debe dirigir una escena de amor, en vez de obligar a sus intérpretes a recitar los estúpidos diálogos de Charles Spaak, debe rememorar la conversación que ha tenido la noche antes con su mujer o -¡por qué no!- dejar que los actores encuentren por sí mismos las palabras que están acostumbrados a pronunciar”, sostenía Truffaut.
Lo que importa: el cineasta escribió centenares de artículos en distintos periódicos. Formuló una propuesta teórica y luego la plantó en sus películas.
Mayo francés
Mayo Francés: 1968 es el año de las movilizaciones de los estudiantes en París. Un poco, a la manera de antesala a aquellos hechos, Godard y Truffaut unen fuerzas para protestar ante la intención del poderoso ministro de cultura, André Malraux, de expulsar a Henri Langlois de la Cinemateca francesa. Langlois, que había fundado esa casa tan querida por los cineastas, fue readmitido gracias a las presiones, pasquines y telegramas que inundaron a Malraux mientras los estudiantes se preparaban para tomar las calles de la capital del Sena (en “Soñadores” de Bernardo Bertolucci se puede observar bien). En un video que se puede encontrar hoy, Truffaut y Godard exigen que se cancele el festival de Cannes, en apoyo al Mayo Francés.
“La película del mañana la intuyo más personal incluso autobiográfica. Como una confesión o un diario íntimo. Los jóvenes cineastas se expresarán en primera persona y nos contarán cuanto les ha pasado: podría ser la historia de su primer amor o del más reciente, su toma de postura política, una crónica de viaje, una enfermedad, un servicio militar, su boda, las pasadas vacaciones, y eso gustaría porque será algo verdadero y nuevo. Será un acto de amor”, dice Truffaut.