Las guerras las hacen los gobernantes, no la gente

Las guerras las hacen los gobernantes, no la gente

Las guerras las hacen los gobernantes, no la gente
21 Octubre 2024

Carlos Duguech

Analista internacional

Hitler, J. Stalin, G.W. Bush, G. Blair, F. Galtieri, J. Aznar, B. Netanyahu, V. Putin… La gente, “carne de cañon”, combatiente o no en medio de todos los frentes bélicos. Mujeres, hombres, niños. En sus hogares, durmiendo o despiertos; en su trabajo; en las calles; en sus escuelas y hospitales.

Escribir esta columna desde Berlín es a la vez saber que no todo se ha dicho sobre ese desbarracamiento de la sociedad europea cursando la primera mitad del siglo XX, incrustando implacable una cuña sociopolitica (el nazismo) que culminó arrastrando la suerte de 50 millones de personas tiñendo de sangre los seis años de la segunda guerra mundial (II GM). Hay que enfatizarlo: no siempre como una verdad histórica. ¿Por qué ? Simplemente porque no alacanzamos a mensurar en nuestra mente, y menos aún en nuestro espíritu, magnitudes que son imposibles de imaginar. Son de otra escala. Algunos historiadores se animan a describir que son 70 millones las víctimas de la guerra que abarcó buena parta de Europa.

Berlín, hoy

Casi 80 años después de la rendición de Alemania no resulta sencillo explicar el “milagro alemán”. El que llegó de la mano a esa nación en un tiempo sometida, Alemania misma, a los rigores implacables del nazismo, a ser una de las actuales potencias mundiales. Cuesta imaginar hoy a esta bullente Berlín en su pasado, en los tenebrosos y sangrientos tiempos del liderazgo de Hitler. Solamente se logra – en parte- visitando las rememoraciones concretas del padecimiento atroz de los judíos de cualquier condición o edad.

Esos edificios de silenciosas salas que generan un clima de “otro mundo, otra realidad” pueden ser amplios o no, de construcción especial o adaptados al propósito de poner a disposición del visitante la información documentada y las pruebas de hechos históricos, sino todos ellos una vidriera del tiempo y de protagonistas esenciales de los hechos sucedidos.

En el caso del Museo Judío de Berlín, se puede decir que su diseño arquitectónico tiene, sin disimular, el notorio propósito de que el recorrido de sus espacios aporte una carga adicional a su visitante.

Casi como desorientarlo entre larguísimos y estrechos pasillos y salas amplias sin nada a la vista, más allá de las placas de acero o aluminio que revisten sus paredes y techos. Hay rincones de planta triangular estrechísimos. No responden a un canon arquitectónico. El propósito es generar en el visitante una incomodidad en parte del recorrido de la inmensa y desplegada construcción. La documentación que se exibe es extensa y es posible imaginar y conocer y comprender el mundo judío en la Alemnia nazi.

Memoria del fuego

Esos edificios de extensos espacios y de significativa conformación intentan – a veces- remover las brasas. Pero las brasas se reacomodan, solamente, con el núcleo del fuego vivo. Y con sus cenizas para disimular. Sobre todas las reacciones que provocan al visitante del Museo Judío se destaca una singular: en un “patio” estrecho y largo con sólo una parte bajo techo, diez mil placas de hierro de entre 10 y 20 centímetros de “diámetro “ y 3 de espesor, simulan rostros de niños y adultos con agujeros por ojos y bocas, y estas de forma que sugieren gritar su dolor, su horror.

El creador de esta originalísima configuración la diseñó de tal modo que cada pesado rostro de hierro sin pintura y otro tratamiento fuese único y distinto de los demás. Y esas placas humanoides conformarán, sueltas y ruidosas, un “pavimento” móvil sobre el que cuesta caminar a la vez que genera ruidos metálicos que retumban en la estrecha y larga “calle”. El efecto que provoca en los visitantes no podía ser otro que el de darse cuenta del padecimiento de las familias judías en la Alemania nazi. Un logro sorprendente de la instalación Shalejet del arquitecto polaco que se formó en los Estados Unidos Memashe Kadishman (1932-2015) y ganador del concurso para el diseño del museo.

Eso pretenden ser las iniciativas que se concretaron en dos emprendimientos en Berlín ligados al padecimiento de los judíos en tiempos del nazismo. Y lo fue en Berlín donde desarrolló su plan Hitler desde la Cancillería del Tercer Reich. Hoy, es en la misma ciudad donde se programó y se ordenó la persecución y matanza de judíos, que subsisten como emblemas de la derrota de Alemania de Hitler por los “Aliados” con la división de su territorio. Se recurrió entonces (1984) al recurso torpe y agraviante de un muro. A partir de entonces el “Muro de Berlín” fue un legado humillante para los alemanes y una muestra innecesaria del poder de los vencedores.

Los aires de cambio desde Gorbachov en la URSS que se extendieron más allá de sus fronteras con su plan de Perestroika (Restructuración) y Glasnost (Transparencia) crearon el clima para los acuerdos con criterios libres entre Hungría y Austria. Ellos cortaron el cerco de alambres de púas. Alemanes del Este fugaban por allí en 1989. Poco tardó el muro de Berlín en ser abatido (09.11.89) por los alemanes de ambos lados con desbordante entusiasmo. El 3 de octubre de 1990 los alemanes glorificaron la unificación de su país.

Palabras valiosas

Angela Merkel, canciller alemana de una impecable gestión de estadista sobresalió en el panorama internacional con un discurso por esos tiempos inimaginable, reconociendo los crímenes contra los judíos por su país. Lo hizo durante una conmemoración de “ la noche de los cristales rotos”. Dijo más adelante, durante su visita a Auschwitz (06.12.2019). “ la memoria de los crímenes nazi es inseparable de la identidad alemana”.

Daniel Baremboim ya tiene ganado justo prestigio mundial en la dirección orquestal y como pianista. Sumó a ellos su profunda vocación y accionar pacifista al crear hace 25 años la Orquesta West- Eastern Divan, integrada por músicos jóvenes israelíes y palestinos, entre otros.

Cuando sucede la trágica jornada del 7 de octubre de 2023 en el sur israelí y las sucesivas acciones militares de Israel contra Hamas en Gaza, Baremboim expresó a un medio alemán: “Los israelíes tendrán seguridad cuando los Palestinos puedan sentir esperanza“. Una expresión que condensa un pensamiento lúcido. Condena el accionar de Hamas duramente. Señaló también que “el asedio israelí a Gaza constituye una política de castigo colectivo que supone una violación de los derechos humanos”.

Baremboim no deja de condenar la ocupación israelí como base del conflicto. Una particularidad de este reconocido músico es que posee cuatro nacionalidades: argentina, israelí, española y palestina.

En Berlín, cerca de la puerta de Brandemburgo en un terreno de dos hectáreas se alzan bloques de cemento (algo mas de mil) alineados en superficie de ondas y separados entre si lo que permite la circulación entre ellos. Lo que probablemente sugiere encuentros. Los bloques, casi tres metros, y la sensación de recorrer esa instalación genera reacciones diversas seguramente nada buenas. Fue una iniciativa ciudadana de 1999 aprobada por el parlamento.

Una mirada

A una amiga tucumana, Diana Auad Barbón que vive cerca de Bonn, desde hace 50 años, profesora de letras de la UNT y que ejerció en la universidad de Colonia hasta su jubilación le pregunté sobre el conflicto Israel- Palestina: voy a tratar de explicarte como yo lo veo. No es frecuente hablar de política en Alemania y el tema de Israel siempre ha sido muy controvertido y muy difícil de exponer. No quiero generalizar, pero tengo la impresión que la mayoría de la población siente que ha heredado una culpa (dijo algo parecido Ángela Merkel). Veo con cierta tranquilidad y satisfacción que muchos comprenden perfectamente la situación que están viviendo los palestinos y piensan que la única solución de este conflicto es la creación de dos estados.

Luego de visitar el museo judío de Berlín: No hace verdadero honor a la notable tradición judía ligada esencialmente al humanismo iluminado por sus textos sagrados.

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