La libertad de prensa es el canario en la mina. El que indica que empieza a faltar oxígeno en nuestra sociedad. Si no actuamos a tiempo, muchas veces no podemos evitar el avance del proceso de erosión democrática. Cuando se intenta actuar, usualmente las medidas ya son muy extremas y encontramos una fragilidad en el respaldo a la libertad de expresión y la democracia. Tenemos que pensar cómo actuar de manera preventiva y eficaz.
Los datos de Latinobarómetro son muy preocupantes. El 54% de los encuestados en nuestra región dicen que no les importaría que llegue un gobierno autoritario con tal de que resuelva sus problemas. Tenemos democracias que no logran resolver los problemas concretos de la gente. Un sector muy importante está optando por lo que yo llamo la “eficracia”, un sistema que apunta a la resolución de problemas pero al que no puede exigírsele prolijidad en relación a la concentración de poder, la cooptación del poder judicial o el acoso a los medios. Hoy vemos cómo se expande una “Bukelización” de la política en la región.
Si hay resultados, se le perdona al gobernante que se cargue toda la institucionalidad. En el caso de El Salvador vemos que Nayib Bukele no responde a la caracterización de los autoritarismos ineficientes como los de Nicaragua, Cuba o Venezuela. Es un canje de eficiencia contra el sacrificio de distintas facetas del estado de derecho. Dos terceras partes de América latina están gobernadas por regímenes autoritarios o regímenes híbridos.
En la tragedia de Nicaragua, por ejemplo, vimos cómo el proceso pasó adelante de nuestros ojos. No se trata solo del presidente Daniel Ortega sino también de empresarios que quisieron hacer negocios con el régimen. Mientras los negocios funcionaban, esos empresarios acompañaron. Organismos internacionales callaron. En la masacre de abril de 2018, en la que asesinaron a 325 jóvenes inocentes, la comunidad internacional dijo “esto es grave, horrible, ¿cuál es el siguiente tema?” Nicaragua estaba eclipsada por Venezuela. Se temía que Nicaragua pudiera convertirse en el régimen de Chávez. Pero, al final, Venezuela se convirtió en Nicaragua.
En América latina tuvimos este año cuatro elecciones y una farsa electoral en Venezuela. En El Salvador ganó un presidente que fue reelegido de manera inconstitucional. En Panamá ganó un presidente por un partido creado por el anterior presidente Ricardo Martinelli. En México, ganó la candidata de un partido nuevo creado por Andrés Manuel López Obrador. En República Dominicana, fue reelegido de manera constitucional un presidente de un partido relativamente nuevo. Cuatro elecciones con partidos nuevos que funcionan como trajes a medida de los presidentes de turno para buscar la reelección o la continuidad, con otro candidato, de un proyecto personal.
Revela una crisis que se extiende a países como Ecuador, Perú y Guatemala, entre otros. López Obrador, en México, en los últimos meses de su mandato llevó adelante una reforma judicial que es un ataque a la institucionalidad democrática. Los empresarios de Estados Unidos comprometieron 20.000 millones de dólares de inversión en la nueva etapa de la presidenta Claudia Sheinbaum, que llega de la mano de López Obrador. Hay que dejar de lado la retórica y llevar adelante acciones concretas.
En la Argentina se presta atención a la baja de la inflación y a una eventual reactivación económica, no a la pérdida de calidad institucional. Los economistas que ganaron el premio Nobel, contrastando con la gestión actual, apuntan a la relevancia de las instituciones.
Estamos a pocos días de un momento fundamental para el futuro de la democracia con las elecciones del 5 de noviembre en los Estados Unidos. Es la madre de todas las elecciones y hay un doble riesgo electoral: el del voto por colegio electoral y la del sistema por votos por correo que podría generar la posibilidad de que la noche del recuento gane un candidato y en el recuento final termine imponiéndose otro. Y se suma la posibilidad de un desconocimiento del resultado por parte de Donald Trump, como pasó en las elecciones que ganó Joe Biden.
*Extracto de la exposición del autor en la asamblea de la SIP en Córdoba.
Daniel Zovatto
Es abogado, licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Córdoba, magíster en Gerencia Pública por la Universidad de Harvard, Doctor en Derecho Internacional y Doctor en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid. Es director regional para América Latina y el Caribe en el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional) y miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars.