La eficiencia es actualmente un idea transversal a la vida pública y privada de los tucumanos. Jean Baudrillard acuña en este sentido el concepto filosófoco de Sistema de objetos. Los muebles de casa, desde su perspectiva, no son un asunto caprichoso sino una muestra el espíritu de época, pasando éste (el “zeitgeist” dirían los alemanes) a ser nuestro verdadero diseñador de interiores.
Bien dice Baudrillard que los objetos con lo años pasaron a a representar la practicidad, rompiendo diferenias otrora sagradas. Ese es el fundamento de todos los cambios de nuestros hogares: la funcionalidad. Por ejemplo, el sofá-cama muestra una practicidad que necesariamente se debe a la pérdida del orden rígido de la relación familiar dentro del hogar, una mezcla de dormitorio y sala que sería un sacrilegio hace pocos años. Varios tucumanos fuimos a parar ahí, a veces con y otras sin ninguna dignidad.
Baudrillard utilizaba conceptos como el “sofá cama “ para ejemplificar la idea de los objetos híbridos, que combinan funciones múltiples y, en cierto sentido, pueden ser una metáfora de la simulación en la sociedad contemporánea. Para Baudrillard, el sofá cama no es simplemente un sofá ni una cama, sino que existe en un estado ambiguo, representando una mezcla de ambos.
En términos más amplios, este tipo de objetos ilustra cómo en el mundo moderno, las fronteras entre lo real y lo simulado se desdibujan. Baudrillard argumenta que vivimos en una sociedad en la que las copias y las simulaciones han llegado a ser tan predominantes que reemplazan la realidad. Un sofácama, en esta línea, simboliza la fusión y la indiferenciación de categorías, desafiando la idea de que cada objeto tenga una función única o un significado fijo.Así, el sofácama es más que un mueble práctico; para Baudrillard, es un ejemplo del simulacro: un objeto que no pertenece completamente ni al orden de los sofás ni al de las camas, sino que es un signo en sí mismo, un reflejo de una cultura que mezcla y difumina significados. Un sofácama, en esta línea, simboliza la fusión y la indiferenciación de categorías, desafiando la idea de que cada objeto tenga una función única o un significado fijo. “Mirá ese sillón...es en realidad una cama”.
Otro hecho que destacaría de nuestro espiritu diseñador es la tendencia a “descajonizar”, que merece un balance. Refleja como señalamos, un cambio en las prioridades de diseño y estilo de vida, donde la funcionalidad, la estética de la simplicidad se valora cada vez más.
Si bien en muchos ámbitos el cajoneo es una práctica que goza de mucha salud, en los hogares hay cada vez menos cajones y por tanto, menos misterio. Es que hay algo mágico y, a la vez, peligroso en la acción de abrir un cajón. No es una casualidad que el mito de Pandora haya nacido de la simple idea de abrir una caja (o ánfora, según los griegos). Pandora es la precursora de todos los que no pueden resistirse a abrir cajones. Recordemos el mito griego: los dioses le entregan a Pandora una caja con la advertencia de no abrirla, pero su curiosidad pudo más que el mandato ¿El resultado? Pandora liberó todos los males del mundo pero , según algunas versiones a las que nos gusta aferrarnos, también la esperanza.
“Pandoreros” somos todos. ¿Qué es de la niñez sin casas con cajones prohibidos que claman por ser abiertos? La tendencia actual es privarnos de ese placer prohibido, de la versión cuadradad de la manzana edénica. Las nuevas casas son austeras en muebles con cajones y se la meta social de las habitaciones es que tengan una pieza contigua llamada “vestidor”. Una pieza de la casa utilizada para vestirse y guardar la ropa. Con perchas y módulos donde está todo a la vista. Un vestidor no es lo mismo que un placard o una cómoda en este sentido fundamental: no tiene cajones ni puertitas.
Por suerte para el público curioso, una corriente de estilo comenzó a soplar: lo vintage. No se dice “es ropa usada” sino “moda circular”. No se dice “mueble viejo” sino “retro”. Como dice Baudrillard, hacemos un simulacro, esto que era para guardar medias, ahora está en el living.
A los perros pila los desplazó la bolsa de agua caliente, mientras que el predador de la cómoda es el famoso vestidor. Pero la filosofia sepulta a sus sepultureros y resiste. También las cómodas. Se replegaron de las habitaciones pero pasaron a otros destinos. A veces camufladas otras veces resaltadas y puestas en el centro de la casa quizás en el living mismo como la carta robada de Poe. Normalmente pintadas de un color melón indignante para el mueble que supieron ser. Ya están vaciadas de las ropas y de olores, barnizadas, laqueadas, emperilladas, exhibidas en los como trofeos: de esta forma muestran las nuevas dueñas y dueños de casa que han domado los armatostes de otra época. “No vas a reconocer cómo quedó la vieja cómodo de la abuela”.
Sin embargo, cuando nadie mira, cuesta sustraerse de abrir esos cajones. Ahora tienen cubiertos o servilletas, lo sabemos. Pero igual buscamos ese olor a ovillo de lana, a naftalina y el desorden oculto que supo habitar dentro de esos cajones. Llegamos, si nos dan tiempo, al cajón de abajo, nos echamos al suelo para abrirlo y encontramos ahí, intacta, nuestra curiosidad.