El curso de un río oscuro, pantanos y una frontera cruzada al amparo de la medianoche le permiten al caminante escapar de la amenaza de quienes lo persiguen. El exilio ha sido uno de los castigos en los que más han incurrido los dictadores para castigar a sus detractores o simplemente a aquellos que intentan contar los hechos del modo más fiel posible a la verdad. Pero sin dudas la experiencia de leer sobre los exiliados en un libro de historia no se compara con el desasosiego que genera escuchar su testimonio en vivo.
Fabián Medina es uno de los más de 200 periodistas nicaragüenses que tuvo que abandonar su país a causa de la persecución que desató el gobierno de Daniel Ortega. Es uno de los líderes de la redacción de La Prensa, el principal diario de Nicaragua que a causa del hostigamiento perdió su edificio y rotativas, y hoy funciona como un medio digital que se produce y se gestiona íntegramente desde el extranjero.
“Veo en otros países de América la misma película que vimos nosotros, pero un poco más atrasada”, expresó pocos minutos antes de recibir el premio a la Libertad de Prensa 2024 en representación de todos los periodistas que hoy están en el exilio. En el panel que compartió con Carlos Lauría, director ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), recorrió la radicalización del gobierno de Ortega y el ensañamiento que manifestó contra la prensa y que ha derivado en el cierre de medios, en la persecución, cárcel y exilio de quienes de dedican a informar. “En Nicaragua, se trata peor a los periodistas que a los narcotraficantes”, sentenció.
“En 2007, cuando Daniel Ortega vuelve al poder, nosotros teníamos un periodismo vigoroso que empezó a cambiar. Primero fue la redirección de la publicidad. Luego vino la prohibición de cubrir las actividades oficiales. Rosario Murillo (esposa de Ortega) decía ‘no vamos a permitir comunicación contaminada’, en referencia a los periodistas independientes. Después, la creación de un ambiente hostil a través de las redes, mediante influencers. En 2018 se radicalizó la dictadura, reprimiendo las protestas con violencia. Y ahí empezó una etapa de persecución contra agentes sociales, entre los que estaban los periodistas”, enumeró el columnista y jefe de Información de La Prensa.
Medina decidió exiliarse en Costa Rica una semana después de que el Gobierno, a través de las fuerzas de seguridad, ocupara el edificio en el que funcionaba el diario. Cruzó la frontera de noche, por un punto ciego, luego de remontar un río y atravesar algunos pantanos.
Lauría destacó que la SIP (que celebra su 80 Asamblea General en la ciudad de Córdoba) ha formado una subcomisión de periodismo en el exilio que viene trabajando en obtener fondos que permitan brindar asistencia legal a los profesionales que están en el exilio, generar un fondo de emergencia para asistirlos y ofrecerles subsidios para complementar sus salarios, entre otras acciones.
Medina y Lauría puntualizaron que este fenómeno no sólo ocurre en Nicaragua, donde ya son más de 200 los periodistas que tuvieron que exiliarse, sino que también hay casos en Venezuela, Guatemala, Ecuador, Haití y Cuba.
“Una de las cosas más fuertes, cuando uno cruza hacia otro país, es definir cómo se va a sostener -confesó Medina casi al final de su charla-. Lo primero es sostenerse uno mismo, pero también hay necesidades en el país que se deja: hijos que van al colegio, una familia, renta que pagar... Muchos periodistas terminan dedicándose a otra cosa, porque necesitan mantenerse y mantener a sus familias. Así se va alimentando el apagón informativo”.