“Si uno quisiera urbanizar el piedemonte tendría que hacer estudios y dotarlo de infraestructura. Empezando por el agua, porque toda esta zona tiene dificultades, y terminando por el manejo pluvial; cuando llueve, ni siquiera demasiado, se lleva puentes y caminos. Hay que hacer una infraestructura de soporte”, describió la arquitecta Paula Boldrini, que encabezó como coordinadora un proyecto federal de innovación para hacer un diagnóstico del área urbana y rural entre la Sierra de San Javier y el Gran San Miguel de Tucumán, analizada como estrategia de integración social, ambiental y productiva.
El trabajo, que contó con un subsidio federal, ha abarcado la zona pedemontana de tres municipios (Lules, Yerba Buena y Tafí Viejo) y tres comunas rurales (San Pablo-Villa Nougués, Manantial y Cebil Redondo). “Esta área es objeto de estudios y acciones de protección aún desconectados, por lo que este proyecto se propone avanzar en una gestión articulada con el fin de orientar los usos del suelo de manera compatible con el valor ecológico y social del sector”, se expone en el trabajo. Intervinieron la UNT, el Conicet, las municipalidades y las comunas, la Dirección de Grandes Comunas de la Provincia, el Instituto de Vivienda, el INTA, el Instituto de Ecología Regional (IER) y el de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Producción del Hábitat (Inteph), entre otros.
Posibilidades y límites
El objetivo del proyecto ha sido avanzar en el diseño y promoción de un circuito ecoproductivo. Se analizó la capacidad de abastecimiento de agua de consumo; la acumulación de agua (para conocer los riesgos tanto de inundación como de déficit hídrico); los usos del suelo; la vocación productiva (toma como actividades de referencia la agricultura sostenible de pequeña escala, los circuitos de aventura y los puntos de atracción sociocultural) y las condiciones residenciales.
En el diagnóstico se especifica que se trata de un sector de recarga de acuíferos y a su vez coincide con áreas de bajo caudal de extracción. “Hay consenso entre los diferentes expertos sobre la necesidad de infraestructura para dotar de agua para los diferentes usos del piedemonte (productivo o urbano)”, se explica. “Se recomienda gestionar un estudio hidrogeológico a escala provincial (...) y derive en un futuro plan de manejo focalizado en el GSMT y el piedemonte”.
Indica que se deben considerar prioritariamente fuentes alternativas a la captación de agua subterránea considerando la situación de sobreexplotación de los acuíferos. Se advierte que en este sector se desarrollan fuertes escurrimientos, impulsados por las elevadas pendientes de la sierra, que alcanzan hasta el 30%.
El avance del sector agrícola y de la urbanización han reducido el efecto de amortiguamiento del piedemonte, aumentando así el riesgo sobre las áreas urbanizadas.
“En el trabajo se han relevado los senderos y áreas de interés particular, pensando en que la sierra tenga accesos y se unen circuitos de interés y valor patrimonial”, dijo Boldrini.
Recomendaciones
El trabajo propone formular un Plan de ordenamiento territorial, constituir un Ente Piedemontano e incentivar el desarrollo de proyectos de microescala en áreas ya urbanizadas, como solución a corto y mediano plazo, y no avanzar en grandes proporciones hasta que no se hagan los estudios necesarios. “Lo único que se promueve en lo que no está urbanizado son las actividades de tipo productivas con un sentido agroecológico, en todo caso en reemplazo de algunas como el citrus por otras diversificadas con sentido agroecológico. El INTA desarrolló eso con pequeños productores de horticultura y frutilla. También surgió la posibilidad del café. No masiva, sino equilibrada con otras”.
“Todo eso genera posibilidades productivas que podrán estar asociadas a los barrios populares. Por eso se plantea hacer un proyecto modelo. Microcirugías de intervención planteando que estos barrios sean área de cuidado y de aprovechamiento de los recursos”, añadió. Así se ha comenzado a trabajar en el barrio de La Toma en Tafí Viejo, “que está metido dentro de la yunga, y recibe miles de visitantes en los fines de semana; se han formalizado los senderos y se plantea el diseño de la señalética. Se forma a los guías locales para turismo. Eso ha disparado actividades como un vivero comunitario en el pie de los senderos donde la gente puede conseguir una planta tipo helecho, asociado también a una huerta comunitaria que se está generando. Se plantea todo un protocolo de uso del barrio, que debe tener unas 50 familias. No está admitido el crecimiento del barrio. No se puede seguir creciendo porque es bosque. Es zona roja”.
Se han hecho talleres en Colonia 4 (San Pablo), El Corte (Yerba Buena), La Toma; en Lules con productores reunidos por el INTA. “Se hicieron talleres para definir los problemas que vivían como usuarios del área. En todos se resaltó la falta de infraestructura: o no tienen agua o no tienen buen servicio; todos, problemas con el escurrimiento; ninguno, equipamiento comunitario como servicios de salud, escuelas o espacios comunitarios”.
Lo que falta
El proyecto tenía dos fases: “una general, de análisis de toda el área y recomendaciones. Esa fue financiada; eran 15 millones de pesos; llegaron 10 millones. Se terminó, se entregó”. Se espera que Tafí Viejo incorpore detalles de las recomendaciones a su Código de Planeamiento, y que lo mismo haga Yerba Buena, que tene un 64% de su área urbanizada y que está debatiendo el nuevo código.
“El proyecto tenía la selección de un caso para desarrollar un proyecto específico. Para esto no llegó el dinero, pero lo vamos a hacer lo mismo en La Toma, con ayuda de Tafí Viejo y de un equipo de 40 alumnos de distintas facultades de la UNT. Lo vamos a terminar en un mes”.