Pirámides: la ignorancia al poder

Pirámides: la ignorancia al poder

Las estafas piramidales, acusación contra unos esquemas de inversión que llamaron la atención en estos días, tienen cosas en común con el terraplanismo y las teorías conspirativas y de alienígenas ancestrales: ignorancia y falta de espíritu científico.

Sirvan las pirámides antiguas como ejemplo. La pregunta típica es cómo fue posible que tantos pueblos construyeran el mismo tipo de edificación. Respuesta conspiranoica: hubo un imperio mundial anterior a los registros de la historia oficial, civilizaciones desaparecidas y de las que no sabemos, que nos ocultan “los poderosos” vaya uno a saber por qué. O bien, fueron los extraterrestres.

Respuesta tradicional: construir en altura implica un enorme esfuerzo estructural. Cada piso adicional requiere fortaleza adicional en las bases que lo soportan. Hoy es posible hacerlo por cientos de metros porque tenemos hormigón y acero. En la antigüedad no existían. Por lo tanto, la única manera de edificar en alturas destacadas era disponer una base amplia y cargar cada vez menos peso para que la parte de abajo soportara los agregados. O sea, cada piso adicional tendría cada vez menor tamaño: una pirámide. Física, no extraterrestres. No significa que los alienígenas no existan o que no haya habido desarrollos hoy desconocidos, sólo que son preferibles las explicaciones que involucren a los humanos y que utilicen elementos de aplicación general y capacidad explicativa verificable (como la física).

Por su parte, las pirámides financieras ofrecen sustanciosas ganancias mientras uno consiga que otras personas aporten, quienes a su vez deben buscar más “inversionistas”. Los primeros reciben parte de los aportes de los siguientes. En algún momento dejan de conseguirse nuevos contribuyentes y el esquema colapsa. Un Ponzi es similar. Alguien ofrece un negocio muy tentador. Mientras las personas aporten es posible pagar algunos retiros grandes, que aumentan la credibilidad. Pero funciona sólo mientras ingrese más de lo que se retira, que se sumen más personas, responsabilidad del promotor, porque el negocio no existe. Cuando se reclama más de lo que entra, adiós. Ambos sistemas pueden combinarse usando la recaudación piramidal para conseguir inversiones para un supuesto negocio. Si el emprendimiento existiera y se intentara con seriedad se trataría sólo de promotores a comisión. Si no, es una estafa.

Ahora, no se cae en los Ponzi por la “sociedad de consumo”. Ella impulsa la ambición, no la credulidad. En parte, es ignorancia y falta de pensamiento científico, no respetar la preferencia analítica mencionada antes. ¿Nadie hizo preguntas? Por ejemplo, ¿cuánto rinde un bono del Tesoro de EEUU a diez años? Si es un cuatro por ciento anual, ¿cómo es posible ganar 3.678 por ciento anual? Claro, un negocio cripto puede rendir cualquier número. Pero nada garantizado, e ir astronómicamente arriba como catastróficamente abajo.

¿Nadie preguntó cómo funciona ese mercado, cómo operan las empresas, quiénes las conducen? ¿Qué enseña la teoría económica? Escepticismo básico.

Para aproximarse a una explicación de la falta de cuestionamientos puede aprovecharse la “magia del interés compuesto”, argumento de venta de algunos asesores financieros. Que tiene una base real: si no se retiran los intereses y sobre el total del capital inicial más intereses se calculan nuevos intereses (que tampoco se retiran) puede llegarse a grandes cifras comparadas con el interés simple. Al margen, aportar dinero todos los meses (algo que aconsejan estos influencers) no es interés compuesto. Lo aprovecha, pero se llama anualidad. El monto crece por el aporte inicial y los intereses y también por el agregado periódico (mejor aun). Pero lo principal es que el interés compuesto, solo, requiere tiempo. Un cuatro por ciento anual (tasa en dólares sin riesgos) puede llegar a ser 50 por ciento... en casi once años. Menos que los 12 y medio del interés simple, pero una década. La continuidad es esencial. Nada mágico.

El valor de la continuidad en el esfuerzo va de la mano del valor del mérito. Lo que atacó, explícitamente, el kirchnerismo. Es decir, parte de la responsabilidad de las caídas en las estafas Ponzi no es de la sociedad de consumo sino de sus críticos. Quienes estuvieron en las marchas por la educación pública tras ser los responsables de su decadencia en primaria y secundaria. El cortoplacismo es típico del populismo y eso dificulta analizar fríamente las ganancias colosales. Claro, una crisis puede aumentar la disposición a asumir riesgos (perdido por perdido...), pero si se supiera más de economía y finanzas se tomarían más recaudos.

Tal vez ayude la posibilidad, habilitada por la CNV, de que mayores de 13 años realicen inversiones limitadas (sin endeudarse) a través de subcuentas comitentes con conocimiento de sus representantes. Los jóvenes manejan la tecnología mejor que sus mayores. No introducirlos formalmente al mundo bursátil implicaría que se aventuren solos como ya lo hacen con las apuestas online. Por supuesto, la medida requiere que también adquieran cultura financiera los padres y los docentes de secundaria. Eso puede ser bueno.

Necesariamente aprenderán y enseñarán que la restricción presupuestaria es una realidad multiforme, que los sueños son grandes motores de la vida pero no son gratis, que no tiene sentido empeñarse en gastos si no se tienen recursos para cubrirlos.

Sí, como con el proyecto de gasto universitario. Y se aplica lo anterior. ¿Nadie se preguntó de dónde saldría el dinero? ¿O recordó que si el Congreso decide gastos también debe (no es opcional) definir cómo se solventan? ¿O que el veto significa que un proyecto similar, por disposición constitucional, no puede tratarse hasta marzo de 2025? ¿Que por lo tanto paralizar la actividad con tomas de Facultades y huelgas prolongadas sólo perjudica a los estudiantes?

¿No hay conciencia de que los peores enemigos de los recursos educativos son la inflación y la ineficiencia? Frente a diputados y senadores debieron manifestarse los universitarios, pero para advertirles que hicieran bien la ley. Lo mismo vale ahora, al debatirse el presupuesto: no sólo reclamar mayores partidas sino que las asignen responsablemente para que no haya inflación. Lo contrario sería otra estafa.

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