La semilla: soporte clave de la producción
El uso de la propia simiente es un derecho del productor, para que no deba comprar en forma permanente a propietarios de la creación fitogenética. Pero la protección de patentes y de la propiedad intelectual resulta clave para mantener la demanda y para que se pueda disponer de la mejor semilla para lograr el éxito buscado en la siembra
Por suerte en Tucumán y en el NOA esta semana aparecieron las lluvias, y la campaña gruesa comenzará en cuanto los perfiles de los suelos tengan humedad suficiente, y en cuanto la trilla de la fina comience y se desocupen lotes y el productor pueda ingresar a realizar las labores pertinentes.
Al mismo tiempo el productor ya analiza qué sembrar; y para ello lo más importante es tener la semilla adecuada.
Es importante destacar que la semilla de cualquier cultivo es una parte fundamental y necesaria para realizar cualquier actividad agrícola.
Sin semilla no existe posibilidad alguna de concretar una actividad agrícola; y si la simiente no es de calidad y otorga al productor lo que este realmente necesita se marcha directo hacia el fracaso total.
Se debe defender el derecho de propiedad intelectual de aquellos que producen avances en la tecnología de semillas, atacando el repudiable comercio ilegal. Pero también cabe recordar que “el derecho de unos termina donde comienza el derecho de otros”. En este caso, de los productores.
Las empresas privadas y muchos organismos de investigación del Estado o mixtos dedican muchos años de investigación para obtener la semilla que es usada en todas las explotaciones agrícolas del mundo.
La Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas N° 20.247 legisla, como de orden público, el derecho del productor a usar variedades vegetales, con el fin de obtener semillas para su propia resiembra. Si el agricultor procesa y almacena en su explotación las semillas resembradas, no debe efectuar trámite alguno, según lo estipula esta ley nacional. La normativa no queda ahí, sino que por resolución N° 338 de 2006 prevé la excepción de que la semilla de uso propio debe venir del propio lote de granos sembrado con semilla fiscalizada.
El uso propio es un derecho del productor que le otorga la posibilidad de sembrar su propia semilla, sin necesidad de comprar en forma permanente a los propietarios de la creación fitogenética. Pero la protección de su patente y propiedad intelectual resulta fundamental para seguir con la demanda de semillas que existe; y el Estado es el que debe regular este procedimiento, para beneficios de todos, obtentores y usuarios de diferente escala.
Es imprescindible garantizar la propiedad intelectual; o sea, asegurar el reconocimiento a la creación de las variedades, bajo la forma de regalías.
Sabemos que en muchas especies vegetales se estima que alrededor de un 30% de la semilla utilizada corresponde a semilla fiscalizada y legal; el porcentaje restante se divide entre bolsa ilegal y uso propio. Este último es una figura muy utilizada en el país; le permite al productor usar la semilla de propia producción para la siguiente campaña.
Desde hace mucho que se debate en el Congreso la modificación de la Ley de Semillas, en cuanto al uso propio y a las regalías. Pero el tiempo pasa, y las discusiones se dilatan.
El tema de la propiedad intelectual es de vital importancia; algunas empresas se retiraron del mercado porque no tuvieron respuestas claras en la venta de semilla de soja en el país en 2004.
El uso de las regalías no significa limitar las siembras ni imponer condiciones abusivas; y si se cumple con la propiedad intelectual de los obtentores se va en camino de seguir siendo cada vez menos competitivos, y que haya menos variedades, menos semillas de calidad.
Aquel que no desee pagar por germoplasma podrá optar por variedades libres; es decir, no protegidas. Esto seguramente hará que el productor no tenga los beneficios concretos que dan una semilla con toda la tecnología disponible que a pesar de su costo, su uso exceden largamente la inversión requerida.
Debido a ello, es necesario que todos contribuyamos a sostener un sistema que permita que se continúen generando avances en la investigación y en el desarrollo, para respaldo de aquellos productores que sí deseen invertir en tener variedades mejoradas. En especial, cuando en el horizonte aparecen nuevas tecnologías que significarán aportes concretos para productores y consumidores.
Las investigaciones y las inversiones que se realizan para obtener la mejor semilla deben ser protegidas y cumplir con el pago de sus regalías, para que en el futuro cercano se pueda disponer de la mejor semilla para lograr el éxito buscado en la siembra de cualquier especie vegetal que se quiera producir.