La tecnología no es ni buena ni mala, todo depende de su uso y del tiempo de nuestras vidas que le dediquemos a navegar por las redes. Sin embargo, lo que comenzó como una herramienta para conectar, compartir y socializar, ha mostrado tener un lado b que afecta profundamente la salud mental de los adolescentes. No podemos negar que, abrumados por su rápida expansión, cada vez se nos dificulta más controlar su uso regular. Pero en el caso de los más pequeños el panorama es aún más complicado, ya que jugar con pantallas sustituye la interacción humana, afectando su desarrollo motriz, social y del lenguaje. Es decir, el uso excesivo de dispositivos como entretenimiento altera la relación con el otro y las habilidades sociales.
Un estudio de la psicóloga Alejandra Díaz, publicado en la revista científica Las Condes, arroja luz sobre los graves efectos que el abuso de redes sociales puede tener en la vida de los más jóvenes. Destaca una preocupante asociación entre el uso excesivo de estas plataformas y una serie de problemas como la depresión, insomnio, déficit de atención, y hasta un menor rendimiento académico. Además, los jóvenes que pasan muchas horas al día conectados no solo tienen problemas para dormir, sino que también tienden a sufrir de aislamiento social y una mayor dificultad para tomar decisiones y procesar el “feedback” que reciben de los demás. Todo esto afecta su capacidad de aprendizaje y, en casos más graves, puede llevar al abandono escolar.
La adicción a las redes sociales se define como un patrón de comportamiento caracterizado por la pérdida de control sobre el uso de Internet. Sin embargo, la presidenta del Colegio de Psicólogos de Tucumán, Fabiana Lávaque, aclara que hablar de “adicción a las pantallas” en niños y adolescentes es delicado y que los adultos deben regular el tiempo y los contenidos, y ofrecer alternativas de juego, educación y entretenimiento en lugar de simplemente limitar abruptamente el uso de pantallas. “Es necesario crear un equilibrio y no prohibir, sino ofrecer otras actividades. No se trata de venir de un día para el otro y decir no usas más el teléfono”. En este sentido, la especialista tucumana plantea un uso cuidado de la tecnología, ya que si los chicos vienen acostumbrados a muchas horas de pantallas cuando se les suprime manifiestan mucha inquietud y aburrimiento.
Según el estudio, alrededor del 33% de los usuarios de redes sociales en Latinoamérica tienen entre 15 y 24 años, y casi la mitad del tiempo que pasan navegando en internet lo hacen conectados a alguna red social. Este comportamiento responde a la necesidad natural de los adolescentes de sentirse parte de un grupo, de pertenecer a una comunidad donde puedan construir su identidad, compartir sus intereses y encontrar su lugar en el mundo. Es lo que los expertos llaman “autoestima colectiva”, un concepto que se refiere al valor que los jóvenes le otorgan a su participación en un grupo y a cómo esto define quiénes son y cómo se sienten.
Pero a todo ello, debe sumarse también que los niños y los adolescentes son empujados cada vez más tempranamente a configurarse como consumidores de mercado. “El adolescente está muy atento a qué modelos va a tomar del otro, qué le ofrecen los otros en ese momento de la vida para afianzarse en su constitución. Donde veo un peligro es la oferta permanente a que consuman, es ocupar un lugar en el mundo y en la sociedad a partir de aquello que puedan comprar. Se les empuja a convertirse en consumidores. Lo preocupante es que están más centrados en lo que pueden comprar que en quién quieren ser.
Antes se enfocaban en modelos de identidad, pero ahora el consumo y los gadgets son presentados como promesas de felicidad”, indica Lávaque.
El rol de los padres
Los adultos enfrentan el desafío de regular tanto el tiempo de exposición como los contenidos a los que acceden los niños y adolescentes en las redes, y esto requiere desarrollar habilidades de control parental. Son los mayores quienes deben poder afianzarse en esa posición de autoridad como parte del cuidado y deben acompañar desde una autoridad amorosa y responsable.
En este sentido, Lavaqué analiza que la generación de padres entre 30 y 40 años, enfrentan dificultades para ejercer autoridad de manera firme, confundiendo muchas veces autoridad con autoritarismo. “Debido a los rápidos cambios sociales, los padres temen ser percibidos como autoritarios, lo que les dificulta poner límites no sólo con el uso del celular, sino también límites de horarios de salidas, horarios de estudios, entre otros. Les cuesta decir que no simplemente porque yo soy el adulto y el que te cuida. De allí surge la dificultad que nos plantean en no sé cómo no sé cómo ponerle límites al uso del celular y a muchas otras cosas. Los adultos requerimos poder afianzarnos en nuestra posición de autoridad y cuando renunciamos a ella dejamos a los jóvenes solos orientándose en la vida por modelos que provienen de afuera, modelos que provienen de las redes”, explica la psicóloga.
Es crucial que tanto padres como educadores estén atentos a estos riesgos y que trabajen en conjunto para educar a los jóvenes sobre el uso responsable de las redes sociales. Es importante recordar que, aunque las redes sociales pueden ser una herramienta poderosa para conectarnos, también debemos aprender a desconectarnos cuando es necesario, para cuidar nuestra salud mental y nuestras relaciones en el mundo real.
Algunos indicadores de abuso de la tecnología son:
1- El tiempo de uso ha ido en aumento
2- El rendimiento académico ha disminuido notablemente porque dedica demasiado tiempo a estar conectado
3- Manifiesta una gran irritabilidad cuando alguien interrumpe
4- Se ve ansioso, nervioso, deprimido o aburrido cuando no está conectado a internet
5- Deja de reunirse con sus amigos por estar frente a la pantalla
6- Se hasta queda muy tarde en la noche navegando, chateando, entre otros.