NACIONES UNIDAS.- Crimen organizado, conflictos, cambio climático, migración forzada, abusos sexuales y cibernéticos, matrimonio infantil, enfermedades mentales: la infancia sufre una violencia sin precedentes, denuncia la representante especial de las Naciones Unidas para la violencia infantil.
La representante especial del secretario general de la ONU, la pediatra marroquí Najat Maalla M’jid, no obstante cree es un momento clave para impulsar una agenda que políticos y responsables de la toma de decisiones tengan en cuenta.
M’jid presentó, en una reunión de la Asamblea General de la ONU dedicada a los derechos de la infancia, un demoledor informe, que concluye que la violencia que sufren los niños alcanza niveles sin precedentes.
“Conflictos, crisis climática, inseguridad alimentaria, enormes desplazamientos de niños... Y cada vez hay más actividades delictivas. Cada vez hay más tráfico de personas. La delincuencia facilitada por la tecnología va en aumento”, enumera la que fue relatora especial de la ONU sobre la venta de niños, prostitución y pornografía infantil entre 2008 y 2014.
“Si a eso le sumas la pandemia de covid, los problemas de salud mental”, “la situación no es maravillosa”, dice en las oficinas de esta pequeña estructura de la ONU nacida hace 15 años, que pretende dar una visión de conjunto de un problema normalmente tratado sectorialmente por las diferentes agencias de la organización.
La imagen que hace su informe no puede ser más desoladora: más de 450 millones de niños vivían en zonas de conflicto a fines de 2022; el 40% de los 120 millones de desplazados que había a finales de abril eran menores; 333 millones de niños viven en pobreza extrema y más de 1.000 millones están en alto riesgo de verse afectados por el cambio climático, un multiplicador de riesgos.
Otras caras de la violencia infantil son el trabajo (160 millones); el matrimonio infantil -unos 640 millones de niñas y mujeres se han visto forzadas a casarse; uno de cada tres estudiantes entre 13 y 15 años sufre acoso, y 6 millones más de niños desde 2021 se han visto privados de educación, lo que se eleva a un total 250 millones fuera del sistema escolar.
El suicidio es la cuarta causa de muerte entre jóvenes entre 15 y 19 años. Cada año, casi 46.000 jóvenes entre 10 y 19 años se quitan la vida: 1 cada 11 minutos.
Unicef, la organización de la ONU para la infancia, denunció este jueves que una de cada ocho niñas y mujeres (370 millones) han sido víctimas de violaciones o agresiones sexuales durante la infancia.
Normalización y culpa
¿Acaso se puede culpar a un niño de haber nacido en un país en guerra, como Haití, Sudán o Gaza, de tener que huir, de no saber cómo va a ser el futuro?, se pregunta M’jid, que teme que “la violencia se convierta en algo normal” en un mundo global e interconectado, “en el que será imposible detener la movilidad de las personas”.
“Los menores están pagando un alto precio” por problemas que no han causado, recuerda.
Sin embargo, M’jid, que lleva cinco años y medio en este cargo, nombrada por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sostiene que es posible acabar con la violencia contra los niños, y “tiene sentido económico hacerlo”, dice.
En algunos países, el costo de la violencia contra la infancia supone hasta el 11% del PIB, y en otros hasta cinco y seis veces el presupuesto del ministerio de Salud, dice.
La violencia contra la infancia tiene un impacto duradero en la salud mental de los niños, en su educación, el rendimiento, y luego, en la productividad, por lo que “no se trata de un problema que resolver sino un activo en el que invertir”, dice. Para ello, exige a los gobiernos políticas integradas, participación del sector privado, sociedad civil y de los propios menores.
En noviembre tendrá lugar en Colombia la primera Conferencia Ministerial mundial para poner fin a la violencia contra los niños, niñas y adolescentes.
La falta de dinero es un problema, pero que el gobierno decida dónde recortar en los presupuestos es “una elección política”, lo que no siempre resulta fácil, en particular en estos momentos de “gran división política, la cuestión de la extrema derecha y el conservadurismo en muchos países” que han asestado un “retroceso” a la “salud sexual reproductiva o cuestiones de género”, dice.
“Estamos hablando de la generación futura. Estos niños serán los padres de la generación futura”, advierte.