En 20 días, Osvaldo Jaldo habrá visto que transcurrió un año desde que Juan Manzur le entregó la gobernación de la provincia. Hace un año, ninguno de ellos se imaginó que el Partido Justicialista sucumbiría en las urnas frente a un outsider que canalizó la furia ciudadana ante tantos yerros de gestión. Alberto Fernández y Sergio Massa, acompañados por Cristina Fernández de Kirchner, se convirtieron en los padres de una derrota que, hasta el día de hoy no cicatriza. El peronismo está a la deriva. Nadie se hace cargo. La ex vicepresidente trata de sostenerse en la vidriera del poder, peleando por la conducción de un partido que sólo es un cascarón de lo que supo ser. Cristina necesita protagonismo frente a la posibilidad de que tenga que rendir cuentas nuevamente en la Justicia frente a tantas denuncias en su contra. De allí el operativo clamor que la otrora fuerza de choque La Cámpora le organiza para volver al ruedo. Las encuestas no tienen la misma adhesión que antes, pero ella es la mejor posicionada en el PJ, aun con la imagen negativa que arrastra. El 17 de octubre los encontrará divididos.
Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista, dice la sexta de las 20 verdades del creador del movimiento Juan Domingo Perón. Ni esa ni tantas otras se están cumpliendo; por eso la desintegración partidaria. Con ese barco a la deriva, los botes están de moda. Osvaldo Jaldo se subió a uno de ellos y comenzó a recorrer el mar violeta que le ha dado una relativa tranquilidad.
Hace un año, el hoy gobernador de Tucumán concibió que el ajuste fiscal, convertido en el eufemismo de las restricciones del gasto, era el camino más directo para mantenerse a flote ante la incertidumbre de establecer si la Argentina conservaría el mismo signo gobernante o si, como sucedió, modificaba rotundamente su forma de administrar un Estado nacional que sólo generaba desconfianza en los mercados y que se dirigía hacia un iceberg fiscal. La economía dio un viraje y, a fuerza de motosierra, trata de cambiar el rumbo para evitar el choque. La macroeconomía le sonríe al presidente Javier Milei. La microeconomía, en tanto, sigue esperando el derrame para que el humor social se modifique. No se ha dado el naufragio que se preveía; tampoco el mar está del todo calmo. El barco libertario va y espera llegar a buen puerto hacia las elecciones parlamentarias del año que viene.
De la misma manera, Jaldo trata de que sostener el bote. Tiene combustible para afrontar su primer test electoral. Es probable que el primer año de gestión lo encuentre confirmando que no habrá contratiempos financieros hasta fin de año y cerrar las cuentas públicas con equilibrio fiscal. En ese sentido, los deberes están hechos desde el momento que disminuyó en casi $ 300.000 millones el presupuesto vigente de la iniciativa que, hace un año, Manzur había elevado a la Legislatura. Con ese recorte, más otras medidas que siguen aplicándose en el sector público, Jaldo se posicionó dentro de los mandatarios considerados dialoguistas con la Casa Rosada. Hace un año ni se imaginó que podía tener protagonismo en la escena nacional. Ese lugar siempre estuvo ocupado por su antecesor en el cargo. Pero Jaldo advierte que no quiere ser recordado como el gobernador que sólo pagó sueldos. Por eso motoriza un plan de obras públicas que también puede ser uno de los anuncios que se reformulen para el primer año de administración.
Acto del PJ
Pero no hay 29 sin 17. El Día de la Lealtad encontrará al gobernador conduciendo el acto del PJ en Bella Vista. Hasta ahora, Manzur, el presidente del partido a nivel local, no ha dado señales si será de la partida. El diálogo entre ellos no es frecuente; al menos públicamente. Hay un pacto de no agresión que se viene cumpliendo a rajatabla. Manzur siquiera está pensando en quién apoyará en noviembre cuando se produzca la renovación del PJ a nivel nacional, pese a que hoy es uno de los vicepresidentes del peronismo.
En el medio, Jaldo continúa el proceso de evangelización política con los propios. Como sucedió ayer en El Cadillal con los ex comisionados rurales, con los candidatos que se presentaron en esas jurisdicciones y con todos aquellos que alguna vez fueron ediles y que hoy son dirigentes territoriales. Esa cumbre es una continuación del encuentro realizado en Monte Bello, en el que participaron todos aquellos referentes con roles institucionales. Luego será el turno de ex intendentes y ex legisladores.
Las reuniones le permiten al jaldismo hacer un balance de lo que se vino haciendo, a la vez que se constituyen en una suerte de contención de la tropa que, pese al acompañamiento a la gestión local, no están muy convencidos de que el gobernador siga transitando la ancha avenida del medio sin diferenciarse del poder central. A estas alturas, dentro del oficialismo se vislumbran varias categorías de referentes. Están los convencidos de que el accionar de Jaldo es el correcto; también se observan los que acompañan por compromiso. Como en toda fuerza, hay una porción de dirigentes que se sienten obligados a apoyar, pero también hay quienes especulan con la adhesión hasta tanto aparezca un nuevo referente. De una u otra forma, Jaldo sigue construyendo poder, un año después de asumir, con tres años más de gestión y, quién sabe, con la posibilidad de continuar en el poder si el futuro le sonríe.