“Honra a tu padre y tu madre y serás de larga vida.” Primer mandamiento con promesa. Que figura en la Biblia. Cómo no amar y honrar a quiénes te dieron la vida. Sólo por eso debes amarlos, porque estás en este mundo por ellos. Con mandamiento y sin él, amo tanto a mis padres que los disfruto de la única manera que conozco, con todo mi corazón, son mis bebes, mis gorditos, mis celosos peleadores, mi todo. Porque a medida que pasa el tiempo se van cambiando los roles y somos un poco padres, de ellos, porque necesitan más atención y cuidado, pero siempre seremos hijos. Ellos son siempre el refugio donde podemos llegar, cuando la tormenta es fuerte, porque tengan la edad que tengan sus abrazos calman cualquier temor. Porque en sus brazos te sientes niño otra vez. Porque sentirte hijo, es un regalo que muchos no valoran, tener a quién preguntar cuando surgen dudas, no tiene precio, porque tienen la voz de la experiencia y el amor para guiarnos, los que nos previenen de los errores y nos ayudan siempre a caminar en seguro. Vienen de otra generación, limitada a las muestras de cariño, que muchas veces no saben expresar el amor que sienten, con palabras, pero dejaban el alma en el trabajo, para que no nos falte nada. Somos una generación que puede verbalizar el amor y brindarlo con muestras de cariño, con abrazos, besos, caricias y mimos. Salir con ellos, ayudarlos en lo que sea necesario, besarlos sin motivo, solo por la felicidad de tenerlos entre tus brazos, no importa si a veces no nos entienden, porque debemos comprender, que a ellos no les brindaron ese amor, solo le mostraron como cuidar, proteger y sacrificarse. Entonces nos toca a nosotros enseñar como demostrar el amor y como expresarlo. Así les damos la oportunidad de sanar su niño interior. Pero muchas veces los hijos caen en pecado, por querer ser quiénes juzgan a sus padres. Y no hay juez más implacable que un hijo. Porque en el afán de marcar los errores, se olvidan de los aciertos, que siempre son más. No hay padres perfectos, los únicos padres perfectos son los que no tienen hijos. Así que no seamos desagradecidos, porque gracias a nuestros padres, que bien, o mal, con aciertos y errores, somos quiénes nos vemos al espejo todos los días. Somos todo lo que ellos querían ser y no pudieron, somos los que tuvieron más ventajas, para que la vida no sea cuesta arriba, como fue para ellos. Seamos más humildes y empáticos. Así la bendición de Dios llegue a nuestras vidas y con nuestro proceder enseñemos a nuestros jóvenes, lo que es el respeto, la gratitud, la humildad, valores que se están perdiendo. Y les mostremos como con amor, paciencia, ternura y empatía, podemos tocar las vidas de los adultos mayores y hacer que replanteen su forma de ver la vida y aprendan a vivir mejor. Sin cargas emocionales, para que podamos disfrutar plenamente su amor.
Elisa Angélica Pombo