La última función de Janis y la injusticia del Club de los 27

La última función de Janis y la injusticia del Club de los 27

PORTENTOSA. Janis Joplin y su lugar exclusivo: sobre el escenario. PORTENTOSA. Janis Joplin y su lugar exclusivo: sobre el escenario.

Barry Feinstein ha fotografiado a Marlene Dietrich y a Jane Mansfield. También a Judy Garland. Pero esta mujer que Feinstein va explorando parapetado tras la cámara, seguro en la zona de confort de su trinchera profesional, escapa al estereotipo de la diva de manual. Tan adorable y colorida como hermética, tan inasible, casi etérea... En todo esto piensa Feinstein mientras la extrema fragilidad de Janis Joplin queda expuesta sobre el silloncito que la cobija. Y eso que el fotógrafo sabe de qué se trata eso de las estrellas de rock; a fin de cuentas estuvo casado con Mary Travers, cantante de Peter, Paul and Mary. Pero hay algo doloroso en Janis, en su mirada discordante con la sonrisa, al punto de que dos personas parecen habitar el mismo rostro. Por supuesto que Feinstein lo percibe, son piezas que no terminan de encajar: la sonrisa obligada por la circunstancia, los ojos vacíos de la mujer sufriente. Feinstein extraerá 26 imágenes icónicas y una de ellas vestirá la tapa de “Pearl”, el disco/obra cumbre que Janis jamás llegará a escuchar. La sesión de fotos se concreta en Los Angeles el 3 de octubre de 1970. El 4 -un día como hoy- Janis muere a causa de una sobredosis de heroína.

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Dicen que la tumba está vacía en Père-Lachaise porque, en realidad, Jim Morrison vive de incógnito en Australia (hay quienes afirman haberlo visto en el conurbano bonaerense). De ser cierto, se trataría de un quiebre a la línea dura del Club de los 27, institución en la que Janis Joplin es el indiscutido baluarte de la rama femenina, apenas rozada por el fantasma de Amy Winehouse. Es que el tren bala que fue la vida de Janis estaba condenado a descarrilar, mucho más tras la muerte de Jimi Hendrix, un puñado de días antes del inexorable 4 de octubre. No había forma de que la portentosa voz de Janis, su genialidad escénica, su sensibilidad extrema, pudieran rivalizar con la sistemática autodestrucción a la que se había volcado con una dedicación infalible. Janis tenía fecha de vencimiento por decisión propia y allí fue, a estrellarse contra el muro. Claro que antes de partir dejó “Pearl”, canto del cisne precedido por otros tres discos que venían marcando la flecha hacia arriba.

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Oficialmente, el miembro fundador del club que alberga a las figuras del show-business fallecidas a los 27 años es Joseph Merrick. David Lynch recogió su historia en la gran película “El hombre elefante” y John Hurt lo interpretó revestido por un impresionante maquillaje. Merrick exhibía su deformidad desde la condición de fenómeno circense, prototípico del positivismo deciminónico. No obstante, si de música se trata, la primera gran incorporación al Club de los 27 es Robert Johnson, uno de los personajes más enigmáticos de todos los tiempos. Según muchos de sus colegas fue el mejor guitarrista de la historia, cualidad que habría obtenido tras venderle el alma al diablo en una encrucijada de polvorientos caminos sureños. Allí donde el blues no se toca, se siente.

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Siempre hay un momento, cuando el reloj congela su marcha para habilitar un tiempo suspendido. El “momento Janis” es el domingo 18 de junio de 1967, sobre el escenario del Monterey Pop Festival. Hasta allí era la cantante de Big Brother and The Holding Company; una pieza en el todo de una banda. Como el grupo había tocado el sábado casi abriendo la cartelera no los habían filmado, así que los organizadores, encantados, les piden que repitan el número el domingo. Janis se planta y regala para la historia la más formidable interpretación que se conozca de “Ball and chain”. El standard blusero de Big Mama Thornton alcanza gracias a Janis cotas de desgarrada pasión tan altas que se perciben las exclamaciones asombradas del público. Todo se escucha con absoluta claridad en el video de YouTube. La Big Brother and The Holding Company ha dejado de existir, ahora es la banda soporte de una mujer prodigiosa, de esas que aparecen una vez en cada generación.

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Hendrix, Janis, Morrison, Brian Jones, Amy Winehouse, Kurt Cobain, ¡Rodrigo! La realeza del Club de los 27 deja en un injusto segundo plano a una gran cantidad de socios. Por ejemplo uno de ellos, “Pigpen” McKernan, tecladista de Grateful Dead, mantuvo un romance con la propia Janis. Está claro que las sobredosis o los efectos devastadores de las drogas duras son los principales aportantes de membresías y de eso dan fe, por ejemplo, Alan Wilson (voz y guitarra de Canned Heat), Gary Thain (bajista de Uriah Heep), Michael Rudetski (tecladista de Culture Club) o Kristen Pfaff (bajista de Hole). Pero también hay casos de suicidios, accidentes y enfermedades en los legajos. Cualquiera sea el caso, es tal el nivel de interés que genera el Club de los 27 -teorías conspirativas incluidas- que una multitud de libros lo documentan.

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Como un cometa dorado y precioso, Janis atravesó el cielo de la música y con idéntica velocidad se marchó. La estela de ese paso quedó con la forma de canciones, varias de ellas formidables. A la chica que posaba para Barry Feinstein apenas le quedaban minutos antes de bajarse el telón. Hasta que un día como hoy, 54 años atrás, la rosa dijo basta.

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