El peso de la Agricultura en la Argentina es vital. Por caso, pese a todos los contratiempos y regulaciones, la actividad aporta el 61% de las exportaciones y el 15% del Producto Bruto Interno (PBI). Genera entre el 17% y el 24% del empleo en el sector privado y la capilaridad que tiene esa agricultura en la economía nacional es enorme. De esta manera, Irene Wasilevsky, economista regional senior del Banco Mundial, arrancó su exposición en el XII Congreso CREA Región NOA que se realiza en la Sociedad Rural de Tucumán.
La primera speaker mujer del congreso puso al país en el escenario nacional. Con la ayuda de algunos gráficos, expuso que la Argentina es el tercer exportador neto del mundo; esto es que si bien se importan bienes, las exportaciones son mayores. “Y no estamos hablando solamente de la soja, el maíz, el trigo o el sorgo, sino de todos los alimentos del mundo”, contextualiza.
La diversidad es la clave en un país que ostenta liderazgo global en no menos de 35 productos agroindustriales. Entre otros, mencionó el caso del maní, de la soja, del aceite de girasol, del cuero y de la miel. Wasilevsky agrega que también hay una producción que se destaca por el resto de los competidores del mundo, como el caso de la trucha patagónica, que difícilmente otro país pueda tener el mismo estatus sanitario.
Pero no todo es sencillo, advierte. “En la agricultura hay una interdependencia general tanto de lo que sucede con la economía como con los recursos naturales. Por eso desde el Banco Mundial promovemos una agricultura climáticamente inteligente, porque de otra manera no lograremos que nada crezca”, subraya. Paralelamente, hay otra realidad que diferencia a los mercados. “El apoyo que reciben las producciones agroindustriales en otras pare del mundo, determinados por los bienes públicos como infraestructura para el agro, investigación y desarrollo, seguridad y estatus sanitario, es diferencial”, indica. Y compara: “cuando usamos la fórmula de la OCDE, nos arroja que somos el cuarto país con mayor apoyo negativo al productor”. “Entonces –continúa-, empezamos menos 20 respecto de nuestros competidores, aunque igual estamos en el tercer exportador neto del mundo”. Como consecuencia de esas variables, al productor no le queda otra que adaptarse al esquema para mitigar los riesgos.
En su informe “Hacia un sector agropecuario más competitivo, inclusivo y resiliente”, la economista del BM indica que, “con un entorno normativo más previsible y consensuado, el sector agroalimentario puede generar beneficios compartidos entre las provincias, los consumidores, los productores y el medio ambiente”. Allí destaca tres aspectos que, en el Congreso de CREA, los potenció: apoyar a productores familiares; desarrollar un marco regulatorio estable para el sector y mejorar la resiliencia y acelerar la innovación tecnológica.
Al respecto, Wasilevsky señala que el 50% del consumo doméstico en todo el país es producido por pequeñas unidades de la agricultura familiar. “Al productor agropecuario se le pide de todo para que salga al mundo, desde seguridad alimentaria, alimentos suficientes y sanos y que, por sobre todo, accesibles para poder pagarlos. Para esos problemas complejos se requieren soluciones complejas”, destaca.
La experta presentó como un caso testigo de diversificación y de solución compleja lo que se hizo en el NEA con la producción del “arroz pacú”. ¿Qué es eso? Comenta que en el mismo estanque donde sale el arroz se colocan los peces que, a su vez, comen la cáscara del arroz y el desecho del período de engorde termina abonando la producción del cereal.
En la actualidad, hay cinco formas de agricultura sostenibles que es necesario desarrollar para la sostenibilidad de la actividad: una es la regenerativa, otra es la orgánica; también está la climáticamente inteligente, la circular y la sostenible en el mediano y largo plazo.
Para llevar delante de ese proceso se requiere establecer los costos, la asistencia técnica, los plazos, el mercado y, en definitiva, el financiamiento con el que se puede contar, detalla la economista. “Es muy difícil encontrar financiamiento de largo plazo, que el mercado no le da. La mala noticia es que el mercado está empezando a comprar agricultura sostenible, para disminuir la huella de carbono y eso, en un par de año, puede implicar que no me compren la producción si no certifico”, puntualiza.
Apelando a una máxima global, Wasilevsky indica que si quiere llegar rápido es probable que el productor camine solo hacia eso; pero si quiere llegar lejos, debe caminar acompañado. Esa frase refleja el espíritu de CREA. Pondera además la interacción entre los productores con entidades como el INTA o la Estación Experimental Obispo Colombres. La interacción también debe darse con las grandes empresas y con el sector público. “Hoy, en el mundo, no sólo cuenta lo productivo, sino el impacto ambiental, en lo social y también en el enfoque del paisaje”, advierte. Y finaliza: “es importante mirar que la agricultura está en el piso de su desarrollo y no en su techo”. Ese es el principal desafío para crecer.