Preparar cápsulas para reforestar el planeta, pero con precisión de la especie adaptada al clima y a la tierra de algún lugar determinado. Conseguir millones de imágenes de semillas para que, por un proceso tecnológico, pueda ser identificada por el cliente que la demanda. Y conseguir capital humano, talento en ciernes, desde la misma escuela para que el presente de ese adolescente se convierta en el futuro de cualquier compañía agropecuaria. En todo este proceso está la tecnología, la Inteligencia Artificial (IA), como una herramienta moderna que capta lo más mínimo de los cultivos para maximizar las soluciones. Ese ha sido el desafío propuesto en el Panel sobre innovación digital: “Explorando un futuro inteligente”, en el marco del XII Congreso CREA Región NOA, moderado por el asesor de agronegocios, agtech y agricultura regenerativa, Carlos Becco.
Previamente, Becco había expuesto que el agro fue una de las últimas actividades que se subió al tren de la IA, pasando de la tradicional libretita del productor al celular de última generación que le pone a disposición desde las proyecciones de clima para los cultivos, pasando por las condiciones para el desarrollo de esas producciones, hasta las señales de los satélites que precisan si se está en presencia de un cultivo de cebada, de soja o de trigo.
“Los algoritmos vuelan. Hay sensores que pueden detectar si está en presencia de un cultivo o de una maleza. Ese tecnología argentina, no necesariamente de Silicon Valley”, detalla. Becco sostiene que se está viviendo el desafío más grande de la humanidad, en el que nuestros hijos y nietos, novan a vivir en el mismo mundo que el nuestro. “El desafío de la agricultura es dejar el ambiente mejor del que lo recibimos”, plantea. Y ese propósito, a su criterio, no se logra caminando lento cuando se está yendo hacia un precipicio. “No es la solución”, acota. Para alcanzar la meta, el asesor considera que la llave está en el mensaje que ha dejado Pablo Hary, fundador del Movimiento CREA: un futuro colaborativo. “Pablo solía decir que era mejor compartir los datos y, si no se lo hacía, de nada sirven. De allí que ante tanta información, la manera de enfrentar tantos datos es un futuro colaborativo. Entonces digo que, para generar ideas de Inteligencia Artificial, hay que arrancar por ese futuro colaborativo”, subraya.
En muchos casos, la recopilación de datos para su posterior digitalización suele ser artesanal. Lo ha expuesto en el Congreso CREA Fernando Martínez de Hoz, cofundador de ZoomAgri, una empresa que digitaliza el testeo de inspección y certificación de commodities agrícolas y alimentos. “En tiempo real, podemos contar con información sobre la mercadería que se demanda, y sus especificidades. Para ello se necesita millones de muestras de semillas. Nadie le saca una selfie a la soja o a la cebada. Pero logramos procesar con IA y algoritmos alrededor de 500 millones de imágenes de cebada, trigo y soja, en sus distintas variedades, por zonas”, detalla Martínez de Hoz reconoce que si bien la tecnología simplifica esta tarea, para que la producción específica llegue al menos a 25 países, la recolección de datos es artesanal. En esa tarea, está aquel espíritu colaborativo impulsado por el fundador de CREA, a través del contacto de las compañías con los semilleros.
Damián Rivadeneira, CEO y fundador de Reforest Latam, la startup tucumana de triple impacto que se dedica a la restauración de ecosistemas a gran escala y la creación de bosques, comenta que se ha desarrollado combinaciones de tecnología para bosques, con cápsulas de semillas, de árboles, de arbustos y de gramíneas a las que se incorporan bacterias y hongos tomando en cuenta las condiciones de los micrositios donde se desarrollarán. En su exposición, Rivadeneira señala que la incorporación de la tecnología y de la IA está dada en los drones usados para plantar miles de árboles de manera eficiente y con datos que proporcionan la zona de mejores condiciones para su desarrollo. “Se toma en cuenta las condiciones de humedad y las características del suelo con datos que alimentan a los algoritmos”, cuenta.
En el proceso colaborativo, en el que la tecnología es una aliada natural, Marcos Canevaro encontró tierra fértil promoviendo el aprendizaje de la programación. Lo hace a través de Not Nini, una plataforma de codificación educativa que ofrece desafíos técnicos interactivos para estudiantes en escuelas de América latina, que constituirán el mercado laboral del futuro. “Buscamos a los jóvenes en el aula de las escuelas. Se trata de chicos y de chicas que pasan más de seis horas de su vida en clases y que usan la tecnología. Para ellos eso no es el futuro, sino el presente. Apostamos a que, así como fue antes el oficio, ellos puedan competir en tiempo real con pares de otras partes del mundo”, puntualiza. En un esquema lúdico, Canevaro señala que se desafía a esa franja etaria de entre 12 y 18 años a encontrar soluciones a un problema determinado que se le plantea. “La meta es hallar la solución en base al uso de las herramientas tecnológicas, pero sin perder de vista la lógica que ellos pueden utilizar”, acota el CEO y fundador de Not Nini.