Carlos Duguech
Analista internacional
Ningún país del mundo, de los 193 que son miembros plenos de la ONU, jamás osó pronunciarse con la determinación de decidir, eventualmente, de destruir a otro país. Sin embargo los líderes de la República Islámica de Irán, cada vez que se refieren a Israel, manifiestan sin sordina su idea de destruir ese país. Por cierto una brutalidad, una discordante actitud de un país soberano respecto de otro.
Con la invasión masiva al Líbano y la muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, el escenario bélico de la región se densifica y abre nuevas bocas del juego de muerte. Y de destrucción. Particularmente por cómo censura abiertamente Írán las acciones bélicas de Israel, en todos los frentes que va abriendo decididamente o que se le abren en la región. Hasta desde Yemen. Y es aquí donde en esta columna se insiste en señalar: va teniendo o va construyendo -léase como se quiera- el propio Israel sus perspectivas de dominación y sobrevivencia frente a un Irán, esta vez más que nunca antes, con el “derecho” de imponer a Israel un anunciado y temerario escenario: así, sin tapujos, como si fuese posible y necesario castigo el de su desaparición. Conmueve semejante pronóstico, pero son palabras y pensamientos expresados por los máximos líderes de la República Islámica de Irán. Terreno para la actuación urgente de las Naciones Unidas. Para darles sentido a los propósitos fundamentales de su Carta: “la paz y la seguridad internacionales”.
Siempre la ONU
El imponente escenario en el complejo de edificios de Naciones Unidas en Nueva York alberga a la Asamblea General que se celebra con dignatarios representantes de 193 miembros plenos del organismo internacional por excelencia en su celebración N° 79 que se está desarrollando desde hace unos días. Los discursos, todos ellos, llevan un sesgo que aspira a lo indeleble pero no lo será siempre. En cada caso, son una caja de resonancia, de protesta, de rebelión de uno contra muchos. Y no pocas veces contra todo y todos. Para algunos jefes de estado, de países con poca participación en organismos internacionales, es una oportunidad de lucimiento a su modo, por semejante escenario. Aunque, vale exponerlo, la sala en tales casos aparece con pocos asistentes, con muchas butacas vacías las más de las veces. Algo parecido en el caso del discurso de Milei aunque se hubiera supuesto que lograría una amplia concurrencia por las características peculiares de su actuación pública en distintos foros mundiales a los que asistió con la determinación de hacerse escuchar, alterando estructuras de relaciones cuasi tradicionales con ideas explicadas como en una clase de divulgación de ideas revolucionarias.
La ONU y sus fallas
Milei casi no encontró, en los nuevos tiempos de la ONU, méritos como para avalar su actuación. Sí centró su crítica en un asunto sensible para los argentinos. Afirmar, por ejemplo “Así es como pasamos de una organización que perseguía la paz; a una organización que le impone una agenda ideológica (la “Agenda 2030”) a sus miembros, sobre un sinfín de temas que hacen a la vida del hombre en sociedad”. En rigor sólo propone y los estados miembros, a su turno, tratarán y resolverán, recién entonces. “No es otra cosa -como afirmó el Presidente- que un programa de gobierno supranacional de corte socialista…”. La ONU no puede ni tener ni sugerir un programa como el que sugiere en el discurso.
Cita equivocada
Pero lo más riesgoso del discurso del Presidente está en una frase de cuestionamiento por Malvinas: “Tampoco la organización ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano en relación a las Islas Malvinas...”. Aquí se comete un error de base. Ya el día 1 de abril de 1982 el Consejo de Seguridad recibe una nota del representante del Reino Unido advirtiendo sobre preparativos de “invasión a las islas Falkland” y la trata en una reunión especial de la que participa el embajador argentino Eduardo Roca. Al día siguiente otra presentación del embajador británico daba cuenta esta vez de que se había producido la invasión militar argentina a las islas. Y al día siguiente (3 de abril) la formal Resolución 502 del Consejo de Seguridad (CS). Exigía el cese inmediato de las hostilidades a las partes implicadas en el conflicto de las Malvinas, al considerar que existía un quebrantamiento de la paz en la región. Además de exigir la ONU la retirada inmediata de las fuerzas argentinas. Y cerraba exhortando tanto a Argentina como al Reino Unido a que buscasen una solución diplomática al conflicto en el contexto de la Carta de la ONU. Argentina miembro pleno y fundador de ONU (1945) debió cumplir esa resolución que la ONU le ponía en bandeja. Fue esa una ventaja consecuente de la invasión, la que debió congelarse en ese momento. Sólo leer los votantes a favor vale para aseverar esto: Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Guyana, Irlanda, Zaire Japón. Jordania, Uganda y Togo.
La historia no se hubiera escrito con tanta sangre y victimas argentinas si esa Resolución 502 (del C.S.) se cumplía. Si nuestro país se hubiera sometido a ella, en actitud creativa y afinando estrategias diplomáticas -que no lo hizo- mucho habríamos avanzado con el tema Malvinas. Y es probable que cuatro décadas después de la R. 502 ya se hubiese conseguido que las Malvinas fueran “devueltas” a sus dueños.
Gibraltar-Malvinas
El Peñón de Gibraltar, colonia británica de ultra mar, permite el acceso de españoles y ciudadanos de la UE sólo con documento único de identidad. No les exige pasaporte. Sin embargo el reciente acuerdo suscrpito en Nueva York por la canciller Mondino y el canciller británico David Lammy, para los ingresos de argentinos a Malvinas se exige pasaporte. Esto es conceder que Malvinas no son un sitio argentino sino extranjero. Británico.
Mala cosa este sistema. Prevalece el triunfo militar (“Tercera invasión inglesa”) del 3 de enero de 1833 de fuerzas británicas que desplazaron población y gobierno argentinos violentamente. Cualquier acuerdo con el Reino Unido, debe, necesariamente, establecer que no se necesite pasaporte para pisar suelo malvinense por los argentinos. De otro modo, por el acuerdo suscripto recientemente, prevalece una capitis diminutio voluntaria, entonces.
El asunto Malvinas está radicado en ese sector de ONU. Hay que cuidar el detalle, paso por paso. Recalificar negativamente a la ONU volcará aguas negras sobre nuestro lado a la ahora de las decisiones. Hay que cuidar cada espacio, cada oportunidad. Ésta es una de ellas en el trabajo de recuperación de Malvinas. Alguna vez titulamos esta columna como “Diplomacia de entrecasa”. Un descuido que puede no traer buenas noticias para Argentina en asuntos ligados a la ONU.
La despedida
En ese escenario del mundo, de la ONU, en el turno de Biden, se le escuchó decir: “Reconozco los desafíos desde Ucrania hasta Gaza, Sudán y más allá”, dijo Biden, ante líderes mundiales que en una importante cantidad ocupaba el amplio salón de la Asamblea General de la ONU. “Guerra, hambre, terrorismo, brutalidad, desplazamiento récord de personas, la crisis climática, la democracia en riesgo. Tensiones en nuestras sociedades… la lista continúa, pero tal vez por todo lo que he visto y todo lo que hemos hecho juntos a lo largo de las décadas, tengo esperanza. Sé que hay un camino”. Sus palabras de despedida, a la vez, ya que en enero de 2025 deberá ceder su lugar en Washington a su sucesor: Kamala Harris o Donald Trump, en plena campaña electoral de cara al 5 de noviembre.