¿Para qué el futuro si somos pobres y renegamos de la civilización?

¿Para qué el futuro si somos pobres y renegamos de la civilización?

¿Para qué el futuro si somos pobres y renegamos de la civilización?
Álvaro José Aurane
Por Álvaro José Aurane 27 Septiembre 2024

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Sobre el Gobierno de Javier Milei rige el hado de lo inoportuno. Ayer, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, posteaba en la red social “X” una foto con Susana Giménez y con el nuevo perro de su hermano. “El día que Thor conoció a Su”, escribió a las 16, hora en que el Indec daba a conocer una cifra ominosa del primer semestre: el 52,9% de los argentinos es pobre. Es el peor indicador en 20 años. El cuarto gobierno “K” había dejado ese índice, en diciembre, en 41,7%. Hay casi 12 puntos porcentuales de diferencia en medio año. Un crecimiento de dos puntos porcentuales de pobreza por mes en el debut de esta gestión. Como agravante, de cada cinco hogares argentinos, en uno no alcanza para comer: la indigencia alcanzó el 18%. Ojalá que a Thor no le hagan conocer la pobreza ni la desnutrición: abrazan a millones de argentinos que no pueden sonreír para la foto.

La tragedia social de este país se conoce, para peor, en la misma semana en la que el Gobierno retiró a la Argentina del “Pacto para el futuro” suscripto en la ONU por el concierto de las naciones. El oficialismo desafina gracias a la partitura de su política exterior berreta, que ya es doctrina para los autopercibidos “liberales libertarios”. Pero quedar a contramano del mundo no es el único destiempo: el contenido del acuerdo desestimado lleva la decisión a la cima de la inconveniencia.

El primer capítulo del “Pacto para el futuro” se titula “Desarrollo Sostenible” y postula:

· Centrar los esfuerzos en la erradicación de la pobreza, en el marco de la Agenda 2030.

· Poner fin al hambre, a la inseguridad alimentaria y a la malnutrición.

· Invertir en las personas para reforzar la confianza y la cohesión social.

· Redoblar esfuerzos para construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas.

· Facilitar el acceso a la justicia y defender derechos humanos y libertades fundamentales.

· Lograr la igualdad de género y empoderar a mujeres y niñas.

· Reforzar acciones para enfrentar el cambio climático.

La síntesis de esa síntesis es que el acuerdo promovido por la ONU coloca al ser humano en el centro de la agenda global y de la política de los países firmantes. Entre estos, ahora, no está la Argentina.

Idioma común

El “Pacto para el futuro” al cual se le da la espalda exhibe que el derecho internacional viene evolucionando como una suerte de lenguaje universal en términos no ya de derechos humanos, sino de derechos de la civilización. Es, metafóricamente, el hombre desagraviándose después de la Torre de Babel. Aquella construcción del mito judeocristiano es una obra de los descendientes de Noé con la idea de llegar al Cielo, pero Yahveh lo considera un acto de soberbia y lo conjura: condena a las personas a hablar diferentes lenguas, de modo que no pudiesen ponerse de acuerdo. Ahora, proponerse construir una humanidad más digna es hablar un idioma común en términos políticos.

Por ello mismo, también deviene gramática común en términos económicos. Esos valores no son ajenos al comercio internacional: la semana pasada LA GACETA informó que el arándano tucumano ha sido retirado en EEUU de la lista de bienes producidos con trabajo infantil o trabajo forzoso, después de 15 años. Es decir, a la hora de invertir, muchos capitales extranjeros tendrán en cuenta si este país está alineado con los objetivos internacionales de desarrollo sustentable, o no.

Precisamente, hay un trasfondo económico sustentando el “Pacto para el futuro”. Hacia el final, el artículo 38 propone: “Transformaremos la gobernanza global y revitalizaremos el sistema multilateral para afrontar los retos”. El multilateralismo es la cooperación de muchos países para lograr objetivos comunes. Y se opone al bilateralismo, del cual los imperios hicieron gala: el colonialismo es bilateralismo exacerbado entre la colonia y su metrópoli. También el stalinismo soviético exacerbó la bilateralidad hasta el paroxismo. Los miembros de la URSS no podían celebrar pactos multilaterales entre ellos. Si Ucrania requería algo de Uzbekistán se lo solicitaba, convenio mediante, a Moscú; y este, a su vez, suscribía otro pacto con los uzbekos. Todo el poder al Kremlim. Pero el argumento del oficialismo es que la ONU se torna “colectivista” con el multilateralismo...

Para dejar más evidencia la incoherencia de los “libertarios made in Nordelta”, al comienzo del “Pacto para el futuro”, el artículo 5 es todo un elogio del liberalismo: “Velaremos por que el sistema multilateral de comercio siga siendo un motor del desarrollo sostenible”. Milei y “los que la ven”, al sacar a la Argentina de este entendimiento, la han colocado en el selecto grupo de los Estados que desprecian el multilateralismo: Rusia, Corea del Norte, Bielorusia, Nicaragua y Venezuela. ¿Y creen estarle ganando la “Batalla Cultural” al kirchnerismo? La Casa Rosada quedó desubicada respecto de países a los que considera “modélicos”, como EEUU e Israel, para economizar ejemplos.

Un mito civilizatorio

El argumento último del Gobierno es una inverosímil invocación de la libertad. La civilización occidental moderna también tiene mitos fundacionales. Uno, prohijado por los “contractualistas”, consiste en que hubo un tiempo en que éramos absolutamente libres, pero vivimos eternamente en guerra: el “Estado de Naturaleza”. Un día, bajamos de los árboles y suscribimos un “contrato social”: resignamos libertades a cambio de buscar una paz perpetua. Pasamos al “Estado de Derecho”. La metafísica trascendental de ese mito es construir la legitimidad de la autoridad civil: derribaremos monarquías absolutas para pasar a sociedades de iguales, pero donde unos gobernarán y otros serán gobernados. ¿Por qué someterse a las leyes si las dictan ciudadanos iguales a los demás? Porque lo fija el “Contrato Social” y lo contrario es la anarquía que nos regresa al “Estado de Naturaleza”.

En los tiempos de la Ilustración, Inmanuel Kant advirtió que las personas habían abandonado aquel “Estado de Naturaleza”, pero los países no. “Los pueblos, como Estados que son, pueden considerarse como individuos en estado de naturaleza -independientes de toda ley externa-, cuya convivencia en ese estado natural es ya un perjuicio para todos y cada uno. Todo Estado puede y debe afirmar su propia seguridad, requiriendo a los demás para que entren a formar con él una especie de constitución, semejante a la constitución política, que garantice el derecho de cada uno”, escribió en su ensayo “Sobre la paz perpetua”. Kant, en 1795, está prefigurando la ONU.

La idea obtusa de que suscribir tratados internacionales conspira contra la “libertad” de los argentinos es una noción no sólo premoderna: también es precivilizatoria. ¿Cuáles propuestas que ponen la dignidad de la persona en el centro de los esfuerzos globales atenta contra la libertad?

En el colmo de lo inoportuno, el Indec acaba de avisarle al Gobierno que, en lo que va de su gestión, los argentinos somos más pobres. Consecuentemente, no somos más libres.

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