La toma de decisiones es un arte que pocos desarrollan a la perfección. La mayoría de las situaciones exigen sangre fría; es decir, el implicado debe salirse del contexto sin dejarse llevar por las emociones del momento. ¿Para qué? El objetivo es maximizar los recursos que se tiene bajo poder.
Esa es la esencia del pragmatismo, corriente que exige conocer a pleno cada una de las cualidades propias y la del rival de turno. Ningún detalle puede estar fuera de la consideración. Los partidos de fútbol también son contiendas que necesitan cierto grado de investigación, y Diego Flores parece ser un practicante de esta corriente.
No es casualidad que San Martín haya sumado 70 puntos en 33 fechas (la mayor cantidad de las últimas cinco temporadas), ni que el equipo haya desarrollado la capacidad de adaptarse a las circunstancias del partido. Es cierto, no siempre se destaca; pero obtuvo los resultados deseados en el momento justo. ¿Cuáles son las causas?
Si se analiza todo el torneo, el “Santo” experimentó tres facetas: gestación, crecimiento y consolidación. La primera se dio entre las fechas 1 y 8, en las que San Martín no encontró lucidez en el juego y tropezó varias veces (Ferro, San Miguel y Chacarita). Es cierto, el ciclo de Flores recién daba sus primeros pasos y los cambios de esquemas eran frecuentes: 4-3-3, 5-2-3, 4-4-2 fueron los esquemas previos al actual 4-2-3-1.
Lo más curioso de todo este período es que se veían pequeños atisbos de la idea del DT, como la capacidad goleadora. Pero no desarrollaba una identidad definida. No había una decisión clara si la apuesta era la posesión o el juego directo.
El crecimiento se dio entre las fechas 9 y 22, etapa que coincidió con el récord de 1.114 minutos de Darío Sand. Esta etapa fue la que terminó de posicionar a San Martín como uno de los equipos candidatos a la pelea por la cima, aunque no poseía la efectividad necesaria para definir los duelos.
Este es el motivo por el que, si bien cosechó un invicto de 11 partidos, dejó pasar algunas chances para hacer una diferencia de puntos. Los empates frente a Guillermo Brown, All Boys y Tristán Suárez son una muestra de ello. Todo el ciclo finalizó frente a Gimnasia de Jujuy, que le propinó un golpazo en el estadio 23 de Agosto (cayó 2-0 y cortó todas las rachas cosechadas).
El cimbronazo se volvió a vivir frente a Ferro en Caballito. Es cierto que al “Santo” no le cobraron un claro penal en los primeros minutos de aquel duelo, pero no es justificación necesaria para la pobre imagen que mostró el equipo.
Pero esa derrota fue el clic para que el equipo de Flores pudiera encontrar el rendimiento ideal: obtuvo 10 victorias en los últimos 11 partidos y logró una ventaja de siete puntos sobre San Martín de San Juan, su principal escolta. ¿Qué fue lo que cambió en el equipo? Una de las causas del gran presente podría ser el mercado invernal.
La inclusión de Matías “Caco” García le dio al “Santo” la cuota de creatividad que le faltaba en ataque. También podría mencionarse que el equipo no se resintió frente a la baja de Nahuel Banegas, a quien reemplazó con Lucas Diarte.
El ex Estudiantes no tardó en asentarse en el equipo, y siempre rindió por encima de los seis puntos. Otro punto a considerar sería la inclusión de Matías Ignacio García en el “11”. El ex Güemes equilibró la mitad de la cancha junto con Gustavo Abregú, y es una de las razones por la que los volantes creativos se sienten con más libertades en los últimos metros.
Pero la razón más importante de la racha de victorias se encuentra en el recambio del plantel. “Creo que los últimos partidos los chicos que vienen ingresando desde el banco lo hacen de buena manera y son importantes”, había declarado Diarte tras el triunfo en Floresta, y la afirmación del lateral no es casualidad. Flores encontró en el banco de suplentes la llave para destrabar partidos, y así obtuvo puntos fundamentales para continuar en carrera.
Nicolás Moreno es el claro ejemplo de ello. Es cierto, “Chuny” no era una novedad en San Martín (había debutado en 2021 frente a Atlanta). Pero en este ciclo terminó de pulir cada una de sus cualidades al punto de posicionarlo como el jugador N°12 del equipo (jugó 22 partidos entre los que tuvo una sola titularidad). Tal es así que sólo le bastó disputar 497 minutos para marcar cinco goles en el torneo, entre ellos el del triunfo frente a San Martín de San Juan en La Ciudadela. “En mi forma de jugar no cambió nada. Lo que sí ha cambiado es que ahora me siento más maduro, con más confianza. En todos los partidos me siento muy suelto, algo que no me ocurría en los años anteriores”, había declarado el delantero después de la victoria frente a los sanjuaninos.
El siguiente en la lista es Gonzalo Klusener, quien cada vez que ingresa demuestra que es “mejor tarde que nunca”. Una frase que aplicó en la mayoría de los partidos que disputó: marcó cuatro tantos (incluido el de Copa Argentina) y tres fueron en el minuto 94’. Es cierto, el misionero no es un titular indiscutido, pero cada vez que ingresa muestra su experiencia y da su cuota de esfuerzo al ataque.
Pablo Hernández también merece un apartado. Fue utilizado como un recambio en la segunda rueda del torneo, más precisamente desde el duelo frente a Chacarita (desde allí sumó 183’). Su inclusión le da aire fresco a la mitad de la cancha e intenta aportar profundidad en los últimos metros. También realiza conducciones peligrosas y en el duelo frente a Agropecuario, estuvo a centímetros de cumplir su sueño: marcar un gol en La Ciudadela. “Sería hermoso hacer un gol. ¿A qué hincha no le gustaría? Eso me ilusiona y me pone muy contento, pero trato de disfrutar el momento”, declaró a principio de mes.
Ulises Vera fue otro de los potenciados por Flores. Se posicionó como un comodín para el DT: jugó en el centro del campo, por las bandas y como lateral derecho. Y lo curioso es que en todos los sectores dejó buenas sensaciones. Tampoco es casualidad que en el último duelo haya asistido a Iván Molinas casi sobre el final del partido frente al “Albo”. Eso lo deja como una pieza de recambio, que brinda soluciones al DT.
El misionero, asimismo, fue utilizado en múltiples ocasiones para reemplazar fichas en la mitad del campo, aunque en la segunda rueda perdió terreno. Eso no impidió que también haga su aporte al torneo: dos goles agónicos que significaron seis puntos (frente a Chacarita y All Boys).
El extremo derecho fue el puesto que más mutó a lo largo del certamen debido a la competencia entre Gonzalo Rodríguez y Lautaro Fedele. “Turbo” empezó como suplente, aunque siempre brindó un plus en cada ingreso. Así, aportó dos goles y cuatro asistencias. Mientras que el ex Defensa y Justicia marcó un tanto y tres asistencias.
En el bloque defensivo, la situación tampoco se modifica. Máximo Levi es utilizado en caso de baja de Juan Orellana o Agustín Dattola; mientras que Guillermo Ferracuti también ingresa para cerrar los partidos. Además, podría sumarse a Tiago Peñalba, que sumó varios minutos en la temporada y cada vez que ingresó dejó una buena imagen.
Quizá el punto débil del “Santo” se encuentra en el lateral izquierdo. Si bien el DT tiene a Ferracuti como reemplazante natural, en la mayoría de las ocasiones se inclinó por Diego Mastrángelo, a quien le costó demasiado adaptarse a dicha tarea. El ex Gimnasia de La Plata no terminó de rendir bien aunque claro, no es su posición natural (se formó como central).
Todo esto deja en claro que el momento de San Martín es la conjunción de diversos factores, que Flores supo explotar en cada etapa del torneo. Ahora, el DT no deberá quitar el pie del acelerador y superar a como dé lugar las últimas curvas del circuito de la Primera Nacional.