Las artes tienen un reconocido efecto terapéutico en varios sentidos, tanto para aliviar las penurias cotidianas de quienes padecen alguna enfermedad y sus entornos, como para abordar desde alguna creación aquellos momentos que ya no se pueden compartir y así reconstruir los vínculos.
Uno de los padecimientos de los adultos mayores más diagnosticados en estos tiempos son las afecciones mentales y las demencias, con sus múltiples consecuencias que afectan la familia en su conjunto. Al éxito de “El loco y la camisa” (con el foco puesto en un joven con problemas y el maltrato de quienes lo rodean), se suma “Rosita, mi memoria”, una obra teatral de Serena Ricci, y en dos semanas se estrenará “En la ley del olvido”, de Lucas Lam (ver “Próximo estreno”). Estas dos últimas abordan la problemática del Alzheimer, cuyo Día Mundial será justamente mañana.
“Rosita...” volverá a escena esta tarde, a las 19, en los jardines de Casa Luján (pasaje Saavedra 74). “Es un unipersonal protagonizado por Ayelén Viola que se involucra en todas las vicisitudes físicas y emocionales del personaje en el transcurso de su enfermedad. Tomamos un recuerdo de un momento particular de su vida que fue muy especial, para poder desarrollar el argumento en siete escenas hasta su último día de vida”, adelanta la autora y directora a LA GACETA.
La obra es de carácter autobiográfico: la dramaturga se basó en su relación con su abuela, y la desplegó con elementos del teatro del absurdo. La idea surgió de un trabajo en la carrera de Licenciatura de Teatro de la UNT, “en un proceso bastante largo con varias reescrituras y distintas actrices, pero al mismo tiempo ameno y divertido”.
“Todo nació de la conversación que tuve con una persona allegada de mi abuela Rosita, un día que estábamos intercambiando recuerdos de su vida. Me preguntó si yo tenía una foto de las manos de mi abuela -la había sacado cuando su enfermedad ya estaba muy avanzada-, porque Rosita le había hablado de ella. A mí me sorprendió y entendí que debía hacer algo con la historia”, afirma.
- ¿Qué te interesa de bucear en la memoria?
- No sé si mi intención es bucear en la memoria o en la desmemoria. Quiero ordenar esa memoria de Rosita, tan desconfigurada, desordenada y oscura para quienes lo veían desde afuera... No se puede saber qué es lo que piensa una persona con esa enfermedad; uno puede leer papers científicos y médicos sobre el tema pero sólo quien tiene Alzheimer puede entender qué le pasa por la cabeza. ¿Por qué hay cosas que se recuerdan, otras que se olvidan, tantas confusiones, el cambio físico, transformarse en una persona completamente distinta que pierde la esencia, el brillo, cierto aura... Busqué darle la paz que no tuvo antes de irse de este plano.
- ¿Todos los recuerdos son reconstrucciones lo de vivido?
- Creo que sí, uno va agregando y cambiando ciertas cosas de lo que en realidad pasó para construir un recuerdo, que nunca es el 100% del momento vivido tal cual. Es importante para el desarrollo de la vida personal. Para este trabajo consulté mucho a mucha gente y leí bastante a Fernando Lolas Stepke, autor chileno que publicó “Escritos sobre la vejez, envejecimiento y muerte”. Dice que hay dos formas de vinculación con el pasado que son necesarias para darle sentido a la propia vida: la memoria y el recuerdo. Asegura que recordar no es lo mismo que acordarse; que acordarse afinca en la memoria, pero que recordar es un arte. Es una descripción muy linda, tierna y real. Mi abuela se acordaba de cosas particulares, de personas específicas, de momentos... Confundidos o no, estaban ahí en su inconsciente o en su consciente.
- ¿Qué cosas se olvidan?
- El olvido, como actividad del cerebro, no existe. Socialmente creamos el término “olvido” cuando tiene que ver con algo muy doloroso que no querés recordar. Una amiga terapeuta ocupacional me contó que trataba a una señora con Alzheimer con la que no tenía contacto visual, ni hablaban... un día puso música y sonó una canción en particular que provocó que haya contacto visual: su paciente asintió con la cabeza como siguiendo el ritmo e hizo una mueca de sonrisa. Se entiende que es una memoria que se escabulle. Sin embargo, hay disparadores que traen de alguna manera ese recuerdo. En el caso de Rosita, lo más visceral fue su gran amor con mi abuelo Edmundo. Hasta su último minuto de vida le hablaba (ella murió en 2019 y mi abuelo murió en 2001), encontrado en el rostro de mi papá o de algún otro hijo. Cuando pensás que te olvidaste de algo aparece un olor, una sensación, un paisaje, cualquier cosa que te lo recuerda.
- ¿Qué momentos afronta el personaje evocado?
- Todo el deterioro físico, mental y emocional que provoca la enfermedad, desde su momento de mayor lucidez hasta su final. Rosita se va achicando, se va perdiendo, se debilita, tiene temblores, no realiza contacto visual.
- ¿Uno puede meterse en la memoria ajena?
- Es muy difícil, uno cuenta lo que quiere contar y no todo lo que le pasa al otro. Reproduzco lo que ella me quiso contar, lo que creía importante y trascendente. Tuve la necesidad de poder ordenar esa memoria completamente desconfigurada de mi abuela para darle un cierre, un final que sea menos caótico y triste del que tuvo. Recordar viene del latín recordis, que significa volver a pasar por el corazón.
Próximo estreno: “En la ley del olvido” estará en la sala Juan Tríbulo del Alberdi
El 4 de octubre, en la sala Juan Tribulo del Teatro Alberdi, Lucas Lam estrenará la obra “En la ley del olvido”, con autoría y dirección a su cargo y las actuaciones de Mónica Laméndula, Verónica Robledo, Juan José Arrieta, Vanina Carbone, Florencia Cabrera, Gonzalo Laméndula y Lucas Valdéz.
“Nos muestra la tragedia de una demencia en medio de una familia donde los intereses personales de status y posición social muchas veces ocupan lugares muy importantes en las escalas de prioridades. Una creación teatral para reflexionar y tomar conciencia”, anticipó.
Sobre el texto el vicepresidente de la Asociación Lucha contra el Mal del Alzheimer y alteraciones semejantes en la Argentina, Guillermo Ferro, escribió: “la historia nos increpa, interpela y seguramente nos hará cuestionar nuestros roles como hijos, padres, familiares y seres queridos de otros”. “Un diagnóstico de Alzheimer u otro tipo de demencia en nuestro entorno familiar cambia todos nuestros planes y afecta nuestras vidas, no sólo la de la persona enferma sino también la de quienes la rodeamos y queremos. El rol y protección del cuidador es tanto o más importante que el cuidado del propio paciente”, advierte.