Chadō, la ceremonia japonesa del té encierra un significado espiritual
Los elementos son elegidos con la misma atención y delicadeza con la que luego serán ofrecidos a los invitados, en una acción que más que un acto de servicio parece un ritual. Aromas, sabores, imágenes... Ningún detalle se deja al azar. En la cultura nipona se traduce como “ceremonia del té” a una idea que posee un significado mucho más profundo de su literalidad.
“En Japón se conoce esta práctica como Chadô, que quiere decir ‘el Camino del té’, o como Chanoyu, ‘agua caliente para el té’”, contó Malena Higashi quien pertenece a la Escuela Urasenke desde la cual fue becada para estudiar un año en Kioto, Japón.
Una muestra de la belleza de esta disciplina japonesa que se cristalizó en el siglo XVI con el Gran Maestro Sen no Rikyu, pudo disfrutarse y palparse en nuestra provincia, con el Centro Cultural Juan B. Terán como escenario.
Principios
“Es una meditación en movimiento”, describió Malena sobre esta práctica donde una anfitriona u anfitrión ofrece un té, y una invitada o invitado lo bebe, acto que encierra múltiples interpretaciones.
“Es simple como compartir ese momento pero, a la vez, el acto está cargado de simbolismo, de estética y de filosofía, para volverse grande”, destacó.
La estudiosa también reveló que detrás de esta práctica hay cuatro principios que la rigen: la armonía entre las personas y la naturaleza, el respeto, la pureza y la tranquilidad de la mente.
“La práctica de Chadô tiene que ver con encontrar la belleza de las personas y de los objetos, apreciar algún aspecto de la naturaleza (y especialmente, de cada estación) y llevarlo a sala de té”, refirió y agregó: “además nos enseña a ser ordenados y limpios, a lidiar con los imprevistos sin perder la calma”.
Elementos esenciales
Para que el Jardín de la República recibiera la experiencia completa, hubo componentes que hicieron que la costumbre se sintiera real por completo.
“La escuela Urasenke a la que pertenezco practica un té de estética wabi cha. En ella prevalece la hermosura de lo simple, lo austero, y como dijo alguna vez el Gran Maestro Sen no Rikyu, de encontrar la belleza en lo inadvertido”, comentó Malena y eso es lo que se percibió en la experiencia desarrollada, junto a elementos esenciales que no pueden faltar en una ceremonia que tiene mucho de ritual.
El té
“En el Chadô se bebe únicamente té matcha. Es un té verde en polvo que viene de la misma planta que el té verde en hebras (camellia sinensis) pero tiene un proceso distinto de elaboración y se muele hasta lograr esa consistencia de polvo”.
Ese es sólo el comienzo. “Luego se mezcla únicamente con agua caliente. Existen dos maneras de preparar el matcha: koicha (es un té espeso) y usucha (té liviano con espuma). El té se bate siempre y únicamente con un batidor de bambú llamado chasen”, detalló la experta.
Los dulces
“El usucha (té liviano) se acompaña de unas masitas dulces de azúcar prensado que se llaman higashi. El té espeso (koicha) se acompaña con wagashi, unos dulces que generalmente están hechos a base de anko (dulce de porotos aduki) o de anko blanco (a base de porotos pallar)”, aporta.
“En tanto el wagashi es todo un arte: tienen formas que representan flores estacionales o elementos de la naturaleza y refuerzan la temática del encuentro. Hay una infinita variedad de wagashi y se sirve solamente uno a cada invitado. Son dulces atractivos no solo por su sabor sino también por su textura, su presentación y también por su nombre poético. En otoño los dulces pueden tener forma de castañas, de crisantemos, de conejos o de la figura de la cortadera (hierba de las pampas), dibujada en un dulce como el manju”, indicó Malena.
Una particularidad es que los dulces se comen siempre antes de beber el té y nunca en simultáneo.
Utensilios
“Cuando practicamos Chadô estudiamos distintos procedimientos para preparar el té, que van a variar de acuerdo a los utensilios, a la época del año, o la ocasión que se celebra. Para un procedimiento simple, lo que se necesita es un chawan (taza de cerámica sin asa), un chasen (batidor de bambú), un chashaku (cucharilla de bambú), furo y kama (el brasero para colocar el carbón y la olla con agua caliente), hishaku (cucharón de bambú con el que se sirve el agua) y un mizusashi (recipiente con agua fría)”, puntualizó.
Postura y movimientos
Decir que nada queda librado a su suerte en la ceremonia del te es literal, porque incluso cada movimiento es estudiado.
“La postura en la que se desarrolla un encuentro de té se llama seiza: con las piernas flexionadas nos sentamos sobre el tatami. Los movimientos, la manera de caminar, todo se estudia y se practica una y otra vez ya que son una parte fundamental del camino del té”, remarcó.
Y en esta experiencia el anfitrión en la ceremonia posee un rol clave. “Lo más importante en un encuentro de té es la correspondencia entre el anfitrión y sus invitados. El disfrute compartido”, afirmó.
“Se dice que cada encuentro es único e irrepetible (ichi go ichi e) y es por eso que una ceremonia del té es también una invitación a estar en tiempo presente con la mente vacía para entregarse de lleno a ese momento”, cerró Malena.