Fue en tiempos en que el vicepresidente Castillo ejercía el Poder Ejecutivo cuando por decreto nacional, el 26 de septiembre de 1941, se declaró monumento nacional a la Casa Histórica y lugar histórico al campo donde tuvo lugar la Batalla de Tucumán.
Pero de la Casa Histórica sólo quedaba en pie el salón donde se declaró la independencia; y con el fin de no quedarse en palabras sino de pasar a lo hechos, se decidió restaurarla, y se le confió esta delicada misión al arquitecto Buschiazzo, quien previa investigación y estudio, en 1942 comenzó la construcción de la Casa Histórica, para luego, una vez que se la terminara e inaugurara, y en cumplimiento del espíritu que inspirara ese escrito, la siguiente obra debía ser la construcción del templo conmemorativo en reconocimiento y gratitud a Nuestra Señora de las Mercedes, que, según la idea de Belgrano, debía estar situado en el Campo de las Carreras y en el lugar donde el Ejército Chico se desplegó en orden de batalla.
En el año 1944, Norteamérica le decía al mundo “sólo las estrellas son neutrales”, presionaba con este dicho a la Naciín Argentina; pero la Argentina decidida todo por conservar su libertad y soberanía, era neutral, y afianzaba su economía e industria con hechos positivos, y además era acreedora de una enorme fortuna a cobrar al extranjero. Eso fue hasta el 4 de junio, en que Castillo era derrocado por la sedición militar.
En septiembre el pueblo de Tucumán soñaba con un gran momento en el campo de la batalla y así lo decía una conferencia Lizondo Borda: “-pero diremos para terminar que a pesar de todo eso la Batalla de Tucumán no tiene todavía el recuerdo que merece: un gran monumento nacional en el campo que fue de las Carreras, a cuyo alrededor todos los años se congreguen del brazo los dos triunfadores: el ejército y el pueblo”.
El 24 de septiembre de 1944 fue inaugurada la reconstruida Casa Histórica, y hecho esto, era hora de ocuparse de construir el templo conmemorativo dedicado a Nuestra Señora de las Mercedes y Generala del Ejército Argentino, según el deseo manifiesto por Belgrano; pero la dictadura militar que se vea encaramado en el poder estaba en otra cosa y en los hechos nunca más volvieron hablar de esto; para ni siquiera reservar un solar para hacerlo en el futuro.
Y a lo largo de este “ochentanario” de la decadencia, el pobre Tucumán sigue soñando ver algún día el templo conmemorativo delicado a Nuestra Señora de la Merced, según el deseo de Belgrano.
Tucumán tiene además otros lugares históricos olvidados; uno de ellos el sitio donde estuvo el antiguo Templo de la merced, que vivió la gloria de los estandartes, en presencia de imagen de la Virgen Generala, y donde a sus pies Belgrano dejó encomendada la bandera de sus amores. Templo que fue destruido, profanando su solar y ocupando ese lugar podía construir un edificio que hoy ocupa la Universidad Nacional de Tucumán.
Despues de la Batalla del año 1812 al Campo de las Carreras y Tabladas los llamaron Campos de la Gloria y el Honor.
En enero de 1813, desde el Atrio del antiguo Templo de la Merced, el Ejército, por cuerpos, partió rumbo al Norte y Belgrano llevaba la Bandera creada por él, la de dos franjas, blanca la de arriba, celeste la de abajo, y al llegar al río del Pasaje la espada de Belgrano y el asta de la Bandera formaron la Cruz del Juramento. En la batalla de Salta la Bandera tremoló triunfal; luego el Ejército se fue al Alto Perú y después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma el Ejército Auxiliar del Perú volvió a Tucumán y el 29 de enero de 1814 Belgrano le entregó el mando y la bandera a San Martín.
El 8 de febrero San Martín llamó Campo de la Victoria al Campo de las Carreras y Tablada; y allí en ese Campo del Honor mandó construir un retrincheramiento con sus baluartes, golas, cortinas y foso, que después llamaron La Ciudadela.
Dentro de La Ciudadela en 1817 Belgrano habilitó una capilla y fuera de La Ciudadela, en 1818, mandó levantar la Pirámide de Maipú, como en memoria del triunfo de San Martín en Chile. Y aunque no hay un monumento, letrero ni nada y que lo indique, el recinto de ese lugar histórico está aproximadamente delimitado por la avenida Roca y calles Alberdi, Bolívar y Jujuy.
Por desgracia, cuando a un lugar histórico, por codicia o ingratitud lo venden, fatalmente con el correr de los años su insigne grandeza se va haciendo cada vez más borrosa en la memoria y hundiendo en el olvido.
Y eso ocurrió con dos lugares históricos, el campo donde tuvo lugar la Batalla de Tucumán y La Ciudadela de San Martín, cuando el 20 de octubre de 1855, sin reservar un solar para el templo conmemorativo dedicado a Nuestra Señora de las Mercedes, el gobierno, en pública subasta, a precio vil, remató La Ciudadela de San Martín y el Campo de La Victoria y fue así que a La Ciudadela de San Martín la terminaron llamando “La quinta de Anabia”, y después, la nada, sin nombre.
Dentro del “Plan olvidar” hay otro caso. Hace una década la Municipalidad y el Concejo Deliberante, a la avenida que atraviesa de naciente a poniente el lugar histórico y campo donde tuvo lugar la Batalla de Tucumán, le ha puesto un hombre que no tiene que ver con el valor, la admiración y la devoción mariana de los beneméritos que con heroísmo lucharon allí, por la libertad y la soberanía de la Patria.
Juan Carlos Rosario Medina
Lucas A. Córdoba 285 - S. M. De Tucumán