AVIÑÓN, Francia.- La incredulidad y el asco planean entre el numeroso público que asiste al juicio por violación en Aviñón, en el sur de Francia. La falta de asientos en la sala principal obligó al tribunal a habilitar otra para retransmitirlo.
Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, estudiantes de derecho y jubilados... Cada vez son más los que se reúnen cada mañana ante el tribunal donde se celebra este proceso que comenzó el 2 de septiembre y terminará en diciembre.
En Francia, los juicios no se retransmiten por televisión y la única manera de seguirlos es a través de las crónicas de los medios de comunicación o asistiendo como público, a menos que dicho proceso se celebre a puerta cerrada.
En Aviñón, el público no puede acceder a la sala del tribunal, donde todos los asientos están ocupados por los acusados, sus abogados y unos 20 periodistas, y debe conformarse en verlo por la pantalla en otra habitación anexa.
“No me encuentro bien. Estoy asqueado”, asegura Robert, un bombero marsellés jubilado, al salir de la sala tras escuchar los hechos, muy crudos, relatados por uno de los investigadores de este caso.
Dominique Pelicot está acusado de drogar a su mujer para que la violaran decenas de desconocidos entre 2011 y 2020.
Además de este hombre de 71 años, otros 50 se enfrentan a hasta 20 años de prisión por violación agravada. “Todo por lo que ha pasado esta pobre mujer... Y todo lo que vendrá después. Todos los daños colaterales para las familias y también para las familias de los acusados”, agrega este hombre, que rechaza decir su apellido.
Para tapar la vergüenza
Desde el lunes, los acusados que comparecen libres -unos 30 de los 51 juzgados- llevan una mascarilla anticovid para evitar aparecer a cara descubierta ante las cámaras de todo el mundo. Algunos llevan un pasamontañas y lentes de sol, que se sacan en la sala del juicio.
Sus abogados defensores dicen que se sienten amenazados y expuestos. Es que la víctima, Giséle Pelicot, quiso hacer público el caso para que se conozcan los nombres y las caras de los violadores, que de todos modos quedaron expuestos en cientos de horas de grabación que hizo su propio marido. “Que la vergüenza cambie de bando”, fue la frase con la que explicó su decisión.
Los medios franceses comenzaron a titular el caso como “el monstruo de Aviñón”. Varios expertos que expusieron en los primeros días del juicio negaron que Pelicot sea un “enfermo”, sino una persona extremadamente egoísta y falta de empatía.
El público puede ver el proceso que se retransmite en tres pantallas de televisión, en la sala contigua. Allí también los asientos son escasos. Unos 15 periodistas ocupan las primeras filas y, detrás de ellos, medio centenar de espectadores consiguen una de las preciadas sillas.
Otros 30 esperan durante horas a que se libere una plaza, pese a la anunciada ausencia del principal acusado, por segundo día consecutivo por razones médicas. Se espera que Pelicot comparezca el lunes.
Llegó con un bastón
El acusado llegó ayer al banquillo de acusados apoyado en un bastón, alegando dolores de cadera. Parecía muy débil y demacrado y se sostenía la cabeza entre las manos. Días antes, había culpado a Giséle por las violaciones a las que la sometió. Dijo que ella no le dejó alternativa porque se negó al intercambio de parejas que le proponía.
Quienes pueden entrar escuchan al investigador hablar de este caso que implica 92 actos de violación. Algunos se tapan la boca con una mano o niegan con la cabeza cuando describe algunos de los hechos. “Es muy impactante. La violencia de los hechos que se relatan, la lentitud de los interrogatorios... es muy duro”, asegura Chloé Pigaglio, miembro del colectivo feminista Oser le Féminisme 84.
El presidente del tribunal indicó que si se proyectan imágenes comprometedoras en la sala, que expongan la desnudez de una persona, cortará la retransmisión en la sala anexa.
Lisa y Angélique, dos jóvenes diplomadas en Derecho, viajaron desde Marsella, una ciudad situada a unos 85 kilómetros al sureste, para asistir al juicio.
“Quizás esto permita concientizar un poco sobre lo que es la sumisión química”, sobre todo por parte de un marido hacia su mujer, dice su amiga Angélique.