Redactado con tiza blanca y quizás algunos destellos de colores, en los pizarrones de cientos de escuelas tucumanas ayer se leía: “Hoy es martes 10 de septiembre. El día está nublado”. Las manos que pusieron esa fecha y las que escriben todas las del calendario escolar, son las de maestras y maestros que hoy festejan su día.
En la escuela Gobernador Miguel Critto, por ejemplo, el espíritu de celebración se respiraba entre las paredes llenas de artes de su patio, coloreadas con los símbolos patrios fuera de las aulas de los grados más altos, o tiernamente pintadas con animales de cuentos en los niveles iniciales.
Allí los docentes dictaron clases hasta la hora de brindar con jugos y gaseosas junto con todos sus estudiantes en honor a Domingo Faustino Sarmiento, el hombre que entendió que la educación era la clave para el progreso de un país. Pero también a ellos que continúan con la tarea de luchar por un pueblo educado, libre y capaz de construir su propio destino.
”Seño” Patricia: “Disfruto ver sus caras de asombro”
En su uniforme azul lleva abrochado en letras plateadas su nombre. Alta y con una personalidad vivaz, Patricia Ale Sleiman tiene una anécdota que la marcó a fuego cuando tenía 11 años, y que fue bisagra para que eligiera el camino de la docencia desde hace tres décadas.
“Yo tenía dos señoritas en la escuela General Arenales que caminaban del brazo por el patio en todos los recreos. Entonces, con una compañera empezamos a imitarlas”, rememoró. “Y una de ellas un día me dijo que nosotros también íbamos a ser maestras comunes. Fue algo que me quedó grabado”, reconoció. Y agregó: “Nunca hubiese creído llegar, pero fue esa imagen de mujeres tranquilas, pausadas y disfrutando lo que hacían lo que me hizo tomar la decisión”.
Hoy, como docente de matemáticas en cuarto grado, remarcó que lo que más disfruta de su rol es el empuje de sus estudiantes. “Soy una acaparadora de la energía de los niños. Disfruto ver sus caras de asombro, ver cómo me miran, cómo les presumen a veces a sus señoritas”, contó sin olvidar que también atesora ver cómo en algunas ocasiones puede cambiar alguna realidad.
Y si bien su trabajo es enseñar, ella también aprende. “De los chicos aprendo a no perder la capacidad de asombrarme porque es lo más maravilloso que tienen. Lo que uno ya da por sentado, cuando se lo ve a través de sus ojos, es otra cosa”.
“Por otro lado, sentir que en algún momento han visto algo de la señorita que han podido imitar, como un gesto de solidaridad que está muy ausente hoy, es lo que me llena el corazón”, reflexionó.
Maestro Juan Eduardo: “Los chicos te dan cariño; ellos son amor”
Con aros de colores, conitos y colchonetas sobre el suelo, los chicos de tercer grado lo dejan todo en su clase de gimnasia, mientras siguen a su maestro Juan Eduardo Toledo.
Cuando él tenía la edad de sus estudiantes su espíritu era igual de activo y esa fue una parte importante en la elección de su vocación y su profesión actual.
“Cuando yo era chico siempre me gustó la educación física. Soy una persona inquieta que nunca se queda en ningún lugar, y eso me gusta trabajar con los chicos”, aseveró.
El tono de su voz es alto pero aun así refleja amabilidad. Quizás por eso todos los alumnos lo rodean con cariño y lo buscan por más indicaciones al terminar los ejercicios indicados.
“Cuando doy clases siento una mezcla de emociones buenas. Los chicos te dan cariño; ellos son el amor más puro y sincero que hay”, consideró el “profe”.
“Yo disfruto ver a todos ellos sonreír, jugar, saltar, divertirse. Y que ellos, a través del juego, pueden aprender todos los días y enseñarme a mí también”, refirió.
No hay que olvidar que en la escuela no tan sólo enseñan las letras, los números, las teorías y los mapas, sino también jugar.
¿Pero qué es lo que sus alumnos le enseñan a él? “A quererlos, a respetarlos, a aceptarlos como son y a ser mejor persona y mejor docente”.
“Por ejemplo, si tenés un mal día y venís a la escuela, ellos te hacen cambiar totalmente de humor. Te cambian el ánimo. Eso es muy importante para el alma”, culminó.
”Seño” Miriam: “Toda la vida me ha gustado enseñar”
Miriam Ruiz tiene una sonrisa en su rostro y un rosario de madera que la acompaña colgado en su cuello. Es docente desde hace 11 años, y este Día del Maestro la encuentra a cargo de la materia de lengua en quinto grado.
En su caso la vocación no despertó en ella de repente o por alguna situación especial, sino que la llevó siempre dentro suyo.
“Toda la vida me ha gustado enseñar, transmitir mi conocimiento a estas personitas que después día a día demuestran lo que son. Esa es la base, no sólo para los contenidos curriculares, sino también para los valores que son tan importantes en estos días”, comentó.
Como si se tratara de cuidar un enorme bosque de árboles fuertes, esa pequeña semilla que deja en los niños y luego crece con diferentes formas y colores, es en lo que esta “seño” encuentra su gozo.
“Estas transformaciones que ellos demuestran día a día son muy gratificantes para nosotros los docentes. Somos testigos de cualquier cambio positivo en ellos”, dijo.
En tanto, sobre el aprendizaje que ella se lleva de sus alumnos, Miriam resaltó que se queda con algo que los adultos pueden perder con facilidad en medio de la responsabilidad y la seriedad que exigen algunas de todas las tareas que se llevan adelante: la espontaneidad de la niñez.
“Los más pequeños, no ocultan nada, ellos son tan espontáneos en sus preguntas, en sus respuestas, que la verdad es que a los maestros es algo que nos llena de orgullo”, subrayó antes de retomar su rol frente al pizarrón.
”Seño” Julia: “Siento que un pedacito mío queda en ellos”
Los estudiantes de segundo grado miran con atención a la maestra de lentes que con dedicación les enseña a escribir tarjetas de invitación. Les muestra cómo son, en qué ocasiones se envían y que pueden realizarse en papel o en forma digital.
El nombre de la señorita es Julia Vallejo y hace 10 años que es docente de lengua, matemática, ciencias sociales y ciencias naturales.
“Para ser docente a mí me inspiró la imagen de mi madre cuando tenía 10 años”, reveló sobre la mujer que hoy es directora de la misma escuela donde ella imparte clases.
En esa línea recordó que apenas hizo la elección, de inmediato le avisó a su mamá que iba a seguir sus pasos, por lo que después de terminar la secundaria y realizar el profesorado, Julia empezó a educar a niños.
Durante su recorrido descubrió que sentía una gran satisfacción, sobre todo, al enseñar a los más pequeños.
“Disfruto cada vez que un niño aprende a leer y escribir, porque siento que eso los lleva a ser libres y a poder prosperar en su futuro”, puntualizó.
No obstante en el aula los alumnos pueden llevarse algo más que carpetas pintadas con lápices y lapiceras.
“Cuando los estudiantes aprenden más allá de los contenidos básicos me emociono, ya que siento que un pedacito mío queda transmitida en ellos”, consideró la maestra.
Y agrega: “Porque además, yo de mis niños aprendo que la vida es linda y que más allá de todo hay que continuar día a día poniendo siempre lo mejor”.