Los turistas van y vienen por las adoquinadas calles de Erfurt, obnubilados por las prolijas macetas con flores coloridas que cuelgan de los balcones. Cerveza en mano buscan mitigar el calor inusual en este final de verano para la ciudad emblemática del este alemán. Los bares, repletos, dan cuenta de una normalidad casi inalterable. Nada permite deducir que la capital del Estado de Turingia vivió hace exactamente una semana un hecho inédito, que hoy es analizado a nivel mundial. Apenas unos pocos letreros con rostros de políticos colgados en las columnas del alumbrado en los accesos dan cuenta de que esta región alemana tuvo elecciones el domingo 2.
Pero si uno conversa un poco más con los lugareños, la sorpresa se impone a la aparente apatía con la que los alemanes viven un proceso electoral. Una serenidad que contrasta con el exagerado nerviosismo que caracteriza a los argentinos ante cada llamado a las urnas.
Todavía llama la atención al mundo, aunque quizá no debería hacerlo tanto, que la agrupación Alternativa por Alemania (AfD) haya sido el partido más votado en las elecciones regionales de Turingia. Y así se convirtió en el primer partido de ultraderecha en ganar unos comicios en Alemania desde el fin de la II Guerra Mundial. Curiosamente el triunfo de AfD se dio en la misma región en donde el nazismo tuvo por primera vez participación en un Gobierno regional, en 1930.
Poco más de un tercio de los electores locales votaron por este partido. No obstante, es probable que solo tenga un impacto limitado en la política nacional alemana. Ocurre que la AfD difícilmente pueda encontrar aliados para formar Gobierno; de hecho, todos los demás partidos que obtuvieron escaños en las cámaras estatales se han comprometido a no colaborar con la extrema derecha. La estrategia es clara: fortalecer y garantizar la estabilidad democrática en el Gobierno.
Ciudades hermanas
De los dos Estados de la Alemania del Este en los que hubo elecciones a principios de mes, Turingia es el más pequeño, con cerca de 2 millones de habitantes. A su lado está Sajonia, en donde la Unión Cristianodemócrata (CDU) obtuvo el primer puesto.
La cercanía entre Turingia y Tucumán es cada vez mayor; en particular desde 1994 cuando el ex intendente Rafael Bulacio hermanó las capitales de ambas provincias: Erfurt y San Miguel de Tucumán. En rigor, los caminos sinuosos y los bosques que rodean a la principal ciudad de Turingia -prácticamente uno de los límites de lo que fue la República Democrática Alemana (RDA)- es lo único que podría encontrarse de parecido entre ambos distritos. Apenas uno se aleja de esta ciudad se topa con un pórtico prácticamente igual al del parque Sierra de San Javier, que aquí es el bosque Steiger: una superficie de 600 hectáreas en las que la vegetación se impone con árboles añejos, senderos que se abren en diferentes direcciones y cientos de familias que caminan o pasean en bicicleta.
Sin embargo, y aunque suene lejano el vínculo, las posibilidades que surgen a partir de ese hermanamiento son concretas: dos jóvenes profesionales, de Córdoba y de Chaco, vinculadas a los asuntos ambientales consiguieron trabajo en la Municipalidad de Erfurt por las convocatorias específicas que se abrieron. Hoy, Erfurt demanda especialistas que Tucumán y la Argentina pueden aportar.
A ninguno de los vecinos que disfruta de las últimas semanas de sol -ya que aquí la noche le gana al día durante buena parte del año- parece preocuparle el destino político del Estado que los cobija. Esto, pese a que el primer puesto de la AfD podría complicar el Gobierno de Turingia. Björn Höcke, el líder regional de ese partido, que recogió un 33% de los votos, busca sin éxito aliados desde el domingo 2. No obstante, la AfD consiguió suficientes escaños en el parlamento de Turingia y podría bloquear en el recinto algunas votaciones que requieran una mayoría especial. Lo curioso es que en contraposición, la nobel Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), fundada en enero, tuvo también una noche histórica al recoger un 16% de los votos en Turingia y casi un 12% en Sajonia.
Sí hay un asunto transversal que en algún punto puede explicar el crecimiento de los extremos en el este alemán: el problema de la inmigración. Cada vez son más las voces, en esos bares atestados de turistas, que temen por el impacto en la seguridad social que pueda tener la apertura de Alemania a la llegada de refugiados de Oriente y de África. En este país viven más de 3 millones de solicitantes de asilo, más que en ningún otro país europeo. Los inmigrantes parten a Alemania atraídos por un mercado laboral en demanda y por generosas prestaciones. Pero el año pasado las solicitudes de asilo crecieron más de un 50%, y el sistema de acogida entró en crisis. Hoy muchos alemanes temen que la calidad de vida comience a resentirse si es que no se revé la política nacional de inmigración.