Haz lo que digo, pero no lo que hago: el dilema de los padres en la era de las pantallas
Cuando la psicóloga de su hijo le dijo que el niño no podía pasar gran parte del día “enganchado al celular”, María Inés se puso firme: le permitió tener el móvil sólo por algunos ratos, a la noche. La mujer, que es dueña de un comercio en Tafí Viejo, confiesa que el pequeño de ocho años le recriminó: “a mí me controlás, pero vos siempre estás ahí, con el dedo en el teléfono”.
“Me cayó la ficha y me dio vergüenza reconocerlo. Era la verdad. Ya sea por trabajo, por los amigos o por diversión, a cada rato estaba mirando el celular. Y es difícil poner límites si uno no da el ejemplo”, reflexiona.
María Inés decidió que no habría teléfono cerca en el horario de la comida, mientras hacen la tarea escolar, cuando van y vuelven del colegio y los domingos. Aunque al principio le costó, incluso ahora siente que ha ganado en calidad de vida.
Eduardo Lazarte, que tiene tres hijos (10, 14 y 17 años), cuenta que él tuvo que recurrir a la aplicación Family Link para limitar el tiempo que los chicos estaban conectados. Admite que él mismo es un adicto al móvil y que a veces la única solución es “ser duro con los hijos”. Igualmente, piensa que el desafío es programar actividades divertidas en familia para que ellos no sientan que tienen tanto tiempo libre y quieran pasarlo frente a las pantallas.
Para las familias que están buscando reducir el uso del celular por parte de sus hijos, hay un planteo que reciben a diario. “¿Por qué no dejás vos también el teléfono?”, les dicen.
Justamente, en estos días, el tema del uso excesivo del celular volvió a estar en el centro del debate. Mientras en la Legislatura tucumana los parlamentarios analizan proyectos para prohibir la presencia del móvil en las aulas, la ministra de Educación Susana Montaldo fue categórica: “no estoy a favor de prohibir; estoy a favor de educar a los chicos y a los adultos, porque todos tenemos que usar de manera responsable los dispositivos. Los adultos también tenemos mucho que aprender”.
Difícil tarea
La psicóloga especialista en infancia, Cecilia López, reconoce que resulta muy difícil mantener a los chicos alejados de las pantallas. Los padres son cada vez más conscientes de la necesidad de educar a sus hijos en el buen uso de estos aparatos, pero son los primeros que, por distintos motivos (trabajo, ocio) están enganchados a los dispositivos.
Según una encuesta realizada por Kaspersky, una empresa dedicada a la seguridad informática, el 61% de las madres y padres imponen a sus hijos determinadas normas en relación con el uso de dispositivos móviles e internet que ellos luego no cumplen. El famoso “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Al 53% le gustaría que sus hijos pasaran menos de dos horas con el celular, aunque el 82% reconoció que ellos mismos lo utilizan durante más tiempo.
“Muchas veces los padres se quejan del uso de la tecnología en sus hijos, y se olvidan que siempre ellos, como adultos, fueron el ejemplo para todo”, remarca la profesional.
Según describe López, cada vez más los adultos están con sus teléfonos en mano mientras comparten tiempo de juego con sus hijos. “Están, pero no están. Porque el niño juega solo, los mira. Cuando el pequeño lo invita a jugar a ese adulto que ‘está ocupado’, le responden: ‘jugá, yo te miro’. Sin embargo, tampoco lo mira. El niño les pide su atención y a menudo le dice: “mírame con los ojos”. Pero no reciben respuesta”, especifica.
“Este tipo de situaciones desencadena en un niño comportamiento cuando llegan a adolescente o adulto: evita conectarse afectivamente, carece de empatía en el otro, no reconoce las autoridades, transgrede las normas sociales fácilmente, son retraídos y no son integran con los demás”, enumera.
Falta de interés
“Cuando no nos ponemos límites los adultos, estamos transmitiendo falta de contacto con nuestros hijos y con los otros, y falta de interés y de afecto. También marcamos un gran problema de comunicación, si nos conectamos únicamente desde la tecnología”, apunta López.
Y recuerda un caso específico de esto: una adolescente le escribía mensajes de WhatsApp a su mamá, que estaba frente a ella en la mesa, y le decía: “mamá, estás todo el tiempo con tu celular; creo que esta es la única forma que encontré de que me veas, me hables y me escuches.
Consejos
Los expertos advierten que los chicos crecen con la percepción de la ausencia física o emocional de sus padres cuando los adultos no regulan el uso de los teléfonos.
Natalia Gronda, psicóloga especialista en infancias, remarca que al analizar las dificultades que genera la conectividad o la utilización de los dispositivos tecnológicos en niños, niñas y adolescentes, rara vez consideramos el papel que jugamos los adultos en lo que hoy se llama “crianza digital”, los modelos que ofrecemos y las orientaciones y límites que brindamos (o no) a nuestros hijos o estudiantes.
“Está comprobado que cuando los padres, madres o cuidadores hablan y se comunican regularmente mediante la palabra u otras interacciones verbales y no verbales con los niños, esto estimula en ellos el desarrollo de las habilidades lingüísticas, el pensamiento, la lectura, la escritura y las relaciones sociales. En el caso extremo de llegar a ignorarlos por el uso excesivo de los dispositivos, no sólo se ponen en riesgo todas estas habilidades, sino también su propia autoestima”, remarca.
El primer paso debe ser reflexionar sobre cómo usamos nuestros dispositivos y el tiempo que pasamos ante las pantallas, señala Gronda. “¿Estamos trabajando con el celular cuando compartimos una comida con la familia?, ¿miramos nuestras redes sociales mientras acompañamos a los chicos con sus tareas? Es importante tener en cuenta el contenido, el contexto y la conexiones presentes en cada situación particular”, puntualiza. De esta forma, según la psicóloga, les transmitiremos a nuestros hijos la posibilidad de gestionarse en la vida digital y de construir sus propios criterios para utilizar la tecnología. “Los filtros internos siempre serán más efectivos que los externos, como ser prohibiciones o aplicaciones de control parental”, especifica.
Lo que desplazamos
El uso indiscriminado de los dispositivos tecnológicos en casa desplaza actividades fundamentales de la familia. “Puede llegar a limitar las interacciones sociales, limitar la posibilidad de vincularnos cara a cara, de mirarnos a los ojos, de expresar nuestros sentimientos y poder interpretar qué sienten los otros”, sostiene Gronda.
Es por eso que, según la experta, en las familias y en las escuelas debemos incorporar los aportes valiosos que puede hacer la tecnología, pero al mismo tiempo promover espacios desconectados. Sugiere que en los establecimientos escolares haya momentos offline: actividades culturales, artísticas, deportivas, recreativas, por ejemplo. Y en la familia, lo ideal sería pactar momentos específicos en los que nadie utilice sus teléfonos. “Esto implicaría acordar, dialogar y establecer límites, por ejemplo durante las comidas, o en la cama antes de dormir, o en los paseos o momentos de juegos compartidos”, recomienda. Y concluye: “los límites, los consejos y los acuerdos no serán suficientes si los adultos que los rodeamos a los niños no somos coherentes y no les brindamos un modelo de uso criterioso y responsable”.
Phubbing o ninguneo
Una problemática reflejada en las redes sociales, en el cine y en la tv
Se llama phubbing o ninguneo. Es cuando los niños son ignorados por sus cuidadores por estar pendientes de sus propios dispositivos. Esto trae aparejado una pobre disponibilidad, en cuanto al tiempo brindado de calidad, y en cuanto a la falta de atención plena.
Las redes sociales se encargan de mostrarlo en muchas oportunidades. Hay un conmovedor video subido a TikTok por un padre. Las imágenes muestran las distintas actitudes de los hijos si sus padres permanecen con la mirada en el celular o si, por el contrario, está atento a ellos. En el primer caso muestran enojo y preocupación, al contrario de la emoción que revelan cuando no hay móvil de por medio.
El año pasado, desde Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) lanzaron la campaña “Copiar/Pegar”, realizada en conjunto con la Organización Faro Digital y el Círculo de Creatividad. El objetivo fue poner en evidencia, mediante un corto, conductas como el exceso del uso del celular - que muchas veces los adultos reprochan a los chicos- no son otra cosa que imitación de lo que ven en el mundo de los mayores.
La película “No puedo vivir sin ti”, que se estrenó recientemente y que es protagonizada por Adrián Suar, pone el foco en uno de los grandes dilemas de la vida familiar de estos tiempos, con un padre de familia adicto al celular. Carlos, un ejecutivo ya en la mediana edad, está constantemente contestando emails, haciendo videollamadas, o enchufado a interminables calls a cinco bandas. Sin embargo, cuando su mujer, Adela, se planta y le dice que quiere el divorcio, su mundo se viene abajo. Busca una solución a sus problemas, y la encuentra en una terapia revolucionaria para adictos al teléfono móvil.
Consejos
Detalles a tener en cuenta para que el móvil no altere la vida familiar
La psicóloga especialista en infancia, Cecilia López (@cecy.lopez.psicologa) da consejos para que el celular no desplace actividades fundamentales en la familia.
- Momentos especiales. En los momentos de compartir en familia ( desayunos, almuerzos o cenas juntos) colocar el celular de todos en un lugar. Este acto representa que en la mesa estamos conectados, comunicados, nos miramos a los ojos, nos escuchamos, estamos presentes.
- Salidas. Planificar salidas y espacios juntos para crear sentimientos de pertenencia a una familia, sentimientos de refugio para los hijos y de un territorio firme con identidad familiar.
- Diálogo. Crear espacios de diálogos entre padres e hijos para reforzar la idea de las prioridades: “vos hijo sos más importante que nada en mí vida, aquí estoy para vos, te escucho, te veo”. A su vez levantamos su autoestima ya que lo ponemos en la vida como alguien importante para mí y lo serás para los demás. Estos mensajes son implícitos, no hace falta decirlos, nuestras acciones con nuestros hijos dejan estos mensajes.
- Vínculos. López apunta que la tecnología en los niños es un “sustituto de los padres”; generan vínculos de apego con estos dispositivos y se aferran al punto de que se dificulta separarse. Por eso, hay que retrasar lo que más se pueda el acceso de los chicos a la pantalla, y no darles un dispositivo para entretenerlos. “En muchos casos, la tecnología se vuelve un sustituto del contacto con los padres”, insiste.