Hace un par de semanas Jennifer Aniston publicó en sus redes sociales una entrevista que le hicieron a JD Vance, el candidato a Vicepresidente de Donald Trump, durante su campaña a senador por Ohio en 2021. ¿Qué decía en la entrevista? Criticaba a los demócratas, a quienes catalogaba de “un montón de señoras sin hijos y amantes de los gatos” y agregaba:“Mira a Kamala Harris, Alexandria Ocasio-Cortez, el futuro de los demócratas está controlado por personas sin hijos”. El video ha sido muy compartido y criticado desde que el candidato republicano inició su campaña electoral.
¿Podemos hablar de igualdad de género si aún persiste la idea de que la realización plena de una mujer pasa necesariamente por la maternidad? Kamala Harris es la primera mujer en ser vicepresidenta de Estados Unidos, y a pesar de eso ha sido juzgada por su rol reproductivo, teniendo que enfrentar críticas y presiones constantes por no tener hijos.
En la Argentina, la situación no es muy diferente. Persiste una narrativa que glorifica a la mujer-madre como el ideal absoluto, invisibilizando a quienes deciden no tener hijos o retrasan la maternidad. Mientras más mujeres en el país eligen postergar su primer embarazo hasta después de los 35 años, oponiéndose al ideal de la “maternidad temprana”, las críticas y el juicio social también se intensifican. Algunas incluso llegan a tener su primer hijo en edades cercanas a la menopausia, desafiando tanto el “reloj biológico” como las expectativas tradicionales de género.
Sin embargo, esta libertad de elección no está garantizada para todas las mujeres. En muchas partes de Argentina, la falta de educación sexual integral y de acceso a métodos anticonceptivos impide que muchas jóvenes puedan decidir si desean o no ser madres. Esto es especialmente evidente en provincias como Tucumán, donde la falta de información y recursos sigue empujando a miles de niñas y adolescentes hacia embarazos no deseados. Según el informe del Proyecto Mirar realizado en 2022, en Tucumán hubo 7.142 nacidos vivos de embarazos no intencionales en adolescentes y menores de 20 años, lo que representa el 60% del total de nacimientos en ese grupo etario durante ese año. Este dato revela una realidad alarmante: más de la mitad de los embarazos en adolescentes son involuntarios, reflejando un fracaso estructural en garantizar el derecho a decidir de estas jóvenes.
Matrimonios adolescentes
Además, la situación se agrava con el fenómeno de los matrimonios adolescentes forzados. De acuerdo con un informe de 2022 de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), en Tucumán viven 4.899 niñas menores de 18 años que ya están en matrimonio o convivencia. Estas cifras son un recordatorio de que en algunas regiones del país, las niñas son empujadas a asumir roles de esposa y madre antes de tener la oportunidad de completar su educación o de proyectar un futuro propio. En estos contextos, la maternidad no es una elección libre, sino una imposición condicionada por la falta de recursos, oportunidades y conocimientos.
Mientras tanto, en el ámbito de clases medias, las mujeres que eligen retrasar la maternidad o no tener hijos, aunque pueden decidir sobre su futuro reproductivo, no están exentas de las críticas por no cumplir con el mandato de la maternidad. La narrativa que exalta la maternidad como la máxima realización femenina invisibiliza tanto a estas mujeres como a aquellas que, por falta de opciones, se ven obligadas a ser madres.
La verdadera igualdad de género implica reconocer todas las formas de ser mujer, ya sea abrazando la maternidad temprana, postergada o eligiendo no ser madre en absoluto. No se trata solo de defender el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, sino de garantizar que todas las mujeres tengan la capacidad real de elegir si desean ser madres y cuándo, sin ser estigmatizadas ni invisibilizadas por sus decisiones.
El desafío radica en romper con la idea de que las mujeres son “fábricas de niños” y entender que la maternidad no es un destino obligatorio, sino una opción entre muchas. Porque solo entonces podremos decir que vivimos en una sociedad donde todas las mujeres son realmente libres para elegir su propio camino.