Las generosas sumas de dinero mensual otorgadas por jubilación al mundo político, desde diputados hasta presidente, revelan la torpeza -o error- institucional de dar libertad al propio interesado para fijar su remuneración con fondos de la Nación. Nadie escupe para arriba; y en este caso, ya llegan a este “honroso” sitial con la carga de ambición calculada para asegurarse una vida al mejor estilo burgués. Su tarea prometida de “asegurar el buen pasar de su sufrido pueblo” será cumplida en la medida en que se pueda. ¿Y si no se pudo? Bueno, “otra vez será” o “la culpa la tiene el anterior” o tendrán que reelegirme porque el tiempo no alcanzó”. Pero más allá de estos avatares fríamente calculados, el candidato ya logró su objetivo: su vejez será un colchón de plumas que, con otra actividad jamás hubiera logrado. ¿Y el pueblo? “Bien gracias; que Dios y la Patria me lo demanden”.
Darío Albornoz